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Inacio Gomes, un jardinero de premio en Ilundáin

La historia de Inacio Gomes es densa como pocas a los 25. Nació en Guinea Bissau, con 14 años se mudó a Berriozar, este viernes recibió el premio Navarra de Colores, como “referente de valores y civismo”

Inacio Gomes en el colegio Mendigoiti de Pamplona, donde trabaja estos días. josé antonio goñi

Inacio aletea sus manos junto al vaso de Cola Cao, como si le ayudaran a contener un torrente de humildad vestido de timidez, habituado como está a tenerlas ocupadas: la azada por la mañana, el balón de basket por las tardes. Inacio Gomes Mendes, 25 años cumplidos en octubre, recibió este viernes el premio Navarra de Colores, concedido por el Gobierno foral, “como referente de valores y civismo de personas migrantes”. No se considera merecedor, lo agradece y repara en dos personas: su madre, Cornelia, y Patxi San Juan. Está convencido de que sin su ayuda no habría sido posible. “Sé que él no querría que dijera esto, pero creo que es de justicia. Y mi madre... qué decir. Vinimos por ella, si no fuese por ella, no estaría aquí”, calma al fin sus manos.

Inacio nació en Guinea Bissau. Su familia emigró a Navarra. Primero su padre, fallecido en 2016; luego su madre y los hermanos mayores. Más tarde, él. Tenía 14 años. Hablaba portugués en el colegio y manjaque en casa. Dijo adiós a sus amigos, a su país. Dejó mucho. Pero todo quedaba pequeño frente a la alegría de “juntarse, por fin” con sus padres. Once años después se dice “enamorado del paisajismo y de la gente de Navarra”. “No he tenido problemas con nadie”, apunta, como si tuviera que justificarlo. Y rescata un episodio puntual, de alguien que les negó la entrada a un bar del centro de Pamplona, con una frase sutil, que entendieron pronto: “Hoy no podéis entrar”. “Son prejuicios de personas que no te conocen, cada uno tiene libertad de pensar lo que quiera”, plantea Inacio. “Nosotros solo íbamos a disfrutar del local”, apuntilla.

Inacio aprendió castellano y estudió el Grado Medio de Jardinería y Floristería en el CI Agroforestal. Al poco comenzó a trabajar como jardinero en la Fundación Ilundáin. La institución nació de la mano de la Fundación Ilundain Haritz Berri y el Servicio Navarro de Empleo, “con el fin de favorecer la inclusión sociolaboral de jóvenes en situación de vulnerabilidad”.

Está contento: “Cuando acabé no sabía si me gustaría... pero el ambiente es bueno y también el horario. Ahora estamos en un proyecto en el colegio Mendigoiti de Mendillorri, trabajo por las mañanas y por la tarde entreno”. Habla del basket. Juega en el Larraona y entrena a un equipo de niñas en el colegio Sagrado Corazón. Se mueve de acá para allá en villavesa o en bici. “Me gusta hacer cosas”, mencionan en el galardón su labor de voluntariado en la travesía Transpirenáica Social Solidaria. Allí coincidió con Patxi San Juan, a quien tanto aprecia. “Fui por conocer la montaña, el entorno y ahora sigo con ellos”. También echa una mano en las clases de castellano para jóvenes del CEI. Y a todo le quita relevancia.

Inacio era un joven anónimo, como tantos. Hace un año fue titular en los medios de comunicación. En las riadas de diciembre salvó a un hombre en el río Arga. “Sinceramente, no creo que haya hecho mucho, abrir una puerta y que saliese esa persona de ahí. Si alguien está en apuros, le ayudas”, desarma la nitidez de este ciudadano que solo quiere templar su Cola Cao y agradecer a todas las personas que le han ayudado desde que llegó a Navarra.

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Inacio aletea sus manos junto al vaso de Cola Cao, como si le ayudaran a contener un torrente de humildad vestido de timidez, habituado como está a tenerlas ocupadas: la azada por la mañana, el balón de basket por las tardes. Inacio Gomes Mendes, 25

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