El taxista de Aoiz
Javier Idiazabal Chourraut inició un nuevo oficio hace tres meses, cuando compró la licencia del taxi de Aoiz. Atiende el teléfono las 24 horas, pero repara en el trato cercano y en poder vivir en Nagore, el pueblo a donde le llevaban los sueños
- Pilar Fernández Larrea
Javier no puede apagar el teléfono durante la entrevista, ni siquiera retirarlo de la mesa mientras comparte un café en Ekai. Taxista en Aoiz, es para él una herramienta indispensable de trabajo, que atiende todas las horas del día. Aún así está contento, porque su oficio le concede el trato cercano y le permite vivir en Nagore, el pueblo de su madre, a donde le dirigían los sueños en sus días de colegio en Pamplona.
Javier Idiazabal Chourraut, 31 años, estudió en Teresianas y en cuanto sacó el carné de conducir con 18 años se mudó a la casa familiar de Nagore donde son 47 habitantes en el censo, unos 22 en invierno. “Me ha gustado siempre el pueblo”, convence con sus ojos claros y mejillas sonrosadas de niño afable. Tanto le tiraba que estrenada la mayoría de edad ya era alcalde, presidente de este concejo del valle de Arce, en la ribera del embalse de Itoiz. Ha trabajado como camionero, con los vehículos quitanieves, en hostelería, y unos cuantos veranos de chófer para el taxi de Burguete. Ahí conoció el oficio, con viajes de peregrinos de Roncesvalles, San Juan de Pie de Puerto o Zubiri. Le gustó y el 2 de septiembre, hace ahora tres meses compró la licencia del taxi de Aoiz que quedaba libre. Fue un poco un salto al vacío, como tantos jóvenes que se enfrentan a una hipoteca. Una sensación de vértigo que afronta con humor al volante de su taxi en Aoiz y en los valles de Arce, Lónguida, Lizoáin o en Urroz. En el Pirineo hay otros taxis en Burguete, Valcarlos, Erro, Garralda, Jaurrieta y Lumbier. “Nos apoyamos mucho “, explica que siempre trata de “apañar un plan B” cuando no puede atender a un cliente. Está encantado con la ruta escolar. “Echas unas risas, aunque a veces hay que ponerse serio”, describe su viaje diario, mañana y tarde por Mendióroz, Idoate, Lizarraga de Izagaondoa. “Recojo a ocho escolares, la más pequeña una niña de 4 años. Es una experiencia preciosa”, subraya. De otro lado, son habituales los viajes a hospitales o consultas en Pamplona; también algunos al juzgado de Aoiz y, cómo no, las fiestas. El 8 de julio, en los pasados Sanfermines, cubrieron mil kilómetros en un solo día Pamplona-Aoiz dos compañeros. Ahora va cuadrando la agenda para las cenas de Navidad. Ya tiene el calendario casi completo. Y luego están las llamadas a deshoras y sin sostén. “Un día, a las 2 y 25 de la mañana, una persona me llama de Aoiz para que le lleve a comprar tabaco. Le digo que no hay nada abierto en los alrededores, ni gasolineras. Que tendríamos que acercarnos a Pamplona y el viaje saldría caro. Ahí quedó la cosa, pero te desvelas y te parte la noche. Otra vez me llamaron unos jóvenes desde Pamplona. Estaban en San Juan y querían ir a Burlada. Decían que no había taxis, miraron en internet y les salió el mío. Les expliqué que no podía hacer ese trayecto, pero de madrugada y con alguna copa de más, hay quien no comprende bien. Entiendo a los taxistas de Pamplona, la cosa se pone fea de noche”, apunta Javier. El domingo es su día más tranquilo y aprovecha para ir a cazar o a cenar con los amigos en Olaldea, siempre en lugares con cobertura. “Esto no es ocho horas y a casa, pero me gusta”.
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