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Rutas con oficio

Una peluquería en el corazón del bosque

La de Josune Ripalda Zubieta es una historia contracorriente. Abrió hace diecisiete años una peluquería en Arrarats, concejo de Basaburua de apenas 50 habitantes. Hoy sonríe la decisión.

Josune Ripalda frente a su casa en Arrrarats. En el bajo tiene la peluquería.  josé carlos cordovilla

Para llegar a Arrarats hay que tomar una escueta carretera, unos tres kilómetros desde el cruce con Igoa. Es en cierto modo un viaje balsámico, un baño de bosque con el otoño en plena forma. Peina ufano los árboles todavía algo arropados de hojas en un alarde de colores, con el tinte que convierte los verdes en ocres, rojizos y amarillos. En este concejo deBasaburua, donde apenas duermen 50 personas, abrió su peluquería hace diecisiete años Josune Ripalda Zubieta. Es la suya una historia contracorriente.

Josune, 48 años, “tenía clarísimo” ya de niña que quería ser peluquera. Nació en Pamplona, en una familia con vínculos en Arrarats y desde los 9 vive allí. Del colegio Ursulinas pasó a la escuela de Jauntsarats y luego estudió los dos grados de Peluquería en Burlada. Se acuerda tanto de aquel profesor de Organización Empresarial que le sugería: “Tú tienes que montar una peluquería en tu pueblo”. “¿Pero cómo, estás loco? ¿A quién voy a peinar, a las vacas?, le decía yo”, recrea ahora Josune. Trabajó diez años en una peluquería en Pamplona y cuando con su pareja rehabilitó una casa en Arrarats pensó ¿Y por qué no? Probó con un pequeño espacio, poco más que un tocador, un lava cabezas y un armarito. Hace unos años amplió el local y hoy sonríe la decisión. “Terminar de trabajar y estar aquí no tiene precio para mí, respirar naturaleza”, sostiene. Hace no tantos años en Arrarats había tienda y posada. Ahora la peluquería es el único servicio, aunque el panadero pasa a diario y está a mano la tienda-bar de Jauntsarats. Y hay casa rural.

Cuenta con clientas del pueblo y de los otros doce del valle; también de cuando trabajaba en Pamplona o gente que tiene familia en la zona, va de visita y aprovecha... “La peluquería es un poco así”, repara en la casuística Josune. Ha conseguido crear su propio empleo sin salir de su pueblo. Pero subraya que “es necesario formarse constantemente”. “No quería dedicarme solo a poner rulos y mis clientes son de mediana edad a niños, de todo tipo y estilo, también chicos”, describe que acaba de terminar un curso y tiene otro en la agenda. Y es una forma de mantener contacto.

Su peluquería es una estancia como de cuento entre paredes de piedra, vigas de madera y colores coquetos. Sin carteles estridentes ni una pista en la fachada. La habilitó en lo que antes era cuadra, “donde estaban las vacas”, ganado que casi no queda en Arrarats. Es un caserón de piedra y del balcón cuelgan geranios rojos aún en flor en lo que parece la prórroga del verano. Es octubre y unas nueces se secan al sol en la entrada. “Tengo un gato cazador y a veces me encuentro en la puerta de la peluquería con una muxarra (lirón) o un ratón”, concede que, en fin, la suya es una peluquería en el corazón del bosque.

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