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Rutas con Oficio

La "locura" de película del ganadero Javier Olcoz en Falces

Se considera “un apasionado de los animales” también “un loco” que escogió un camino intrincado para tejer el sueño de la finca Zahorí, donde cría vacas, caballos, burros, ovejas, cabras y ocas. Algunos ejemplares han"actuado" en varias películas y ayudan a los Reyes Magos y a Olentzero a llegar a muchos pueblos y ciudades

Javier Olcoz y su mujer, Beatriz Zafra, junto a algunos de los animales que estos días han ayudado a los Reyes Magos y a Olentzero a llegar a muchos pueblos y ciudades. alberto galdona

"Explicarlo es sencillo, sentirlo más difícil”, dice Javier Olcoz Ochoa de su amor por los animales en su finca de Falces, la hípica Zahorí, una suerte de arca de Noé, donde conviven reses de lidia, vacas de transhumancia, caballos de montura, ovejas, algunas cabras, ocas... Su manera de describirlo, de contar cómo ha tejido un sueño que es una forma de caminar por la vida, transmite la ilusión de aquel niño de Falces que conocía cada letra del rincón de la biblioteca donde aguardaban los libros de toros y caballos; “la inquietud del chiquillo” que ni pestañeaba con los documentales de animales frente al televisor. Le entusiasmaba ver a su abuelo Alberto Ochoa ‘Taina’, tratante de ganado, con mulos y burros que ayudaban en trabajos de la antigua labranza. Con 10 años su padre le regaló “una yegüita” de nombre Nancy y con ella empezó a montar. “En el pueblo no había escuelas de equitación, así que fui a Zolina con Antonio González, después a Ostitz y recién cumplidos los 18 a Andalucía con Luis Ramos-Paúl y más tarde con don Álvaro Domecq, donde viví momentos muy bonitos que marcaron, creo, toda mi trayectoria por su forma de ver y vivir el mundo del toro y del caballo y para mí es un orgullo que sepa que hay un loco en Navarra que se dedica a esto lo que tenemos en frente”, agradece Javier su ayuda y la de otras tantas personas, como Pablo Hermoso de Mendoza padre, en la senda que empezó con aquella yegüita y siguió con algunos potros que le llevaban para domar, caballos que han pasado toda la vida con él y que son “parte de la familia”.

Muchos de los animales que han ayudado estos días a los Reyes Magos a llegar a pueblos y ciudades descansan ahora en su finca. “Son horas de entrenamiento exquisito y van tranquilos, porque están preparados para ello y arropados por nosotros. Si no, no los llevaría”, replica a quienes hablan de maltrato animal. Le duele. No acaba de comprender. “Un perro pastor en un piso, paseando atado y pisando sobre hormigón, ese sí que se puede estresar”, entiende Javier que los animales de trabajo viven con calidad de vida si cumplen esa función. “Si no, los burros irán a la cadena de matadero, y así todo”, apuesta por mantener los modos de trabajo junto a los animales, cuidándolos, dotándoles de habilidades y destrezas. Lo considera “un disfrute mutuo, con un sentido constructivo”. Javier Olcoz es juez nacional de Equitación de Trabajo y está en la Federación Navarra de Hípica.

En Zahorí cuentan con 250 cabezas de ganado de lidia, 80 de Berrenda en Colorado y Avileña para transhumancia, en su proyecto de recuperar el pastoreo tradicional; 20 burros y mulos que han ayudado a conservar limpio el territorio visón en el entorno; 50 ovejas latxas, 15 cabras, 25 ocas, que participan en desfiles de Navidad, como en la reciente visita de Olentzero que ha sido “lo mejor del año 2022” y en el cine que les mostró otro mundo. Sus ejemplares han intervenido en ‘Baztan’, en ‘Bajo la piel del lobo’ o la más reciente ‘Irati’, singulares actores. Tienen 30 caballos en la escuela de equitación, con la monitora Tania Ausejo. Y 16 perros entre mastines, border collie y bodegueros.

En la hípica Zahorí la puerta está abierta a la visita de escolares, de familias, de personas con discapacidad para quienes la relación con los caballos es tan especial. Luis Lorente es el mayoral de la finca, “mano derecha” de Javier. Y su mujer, Beatriz Zafra, jienense de Arjonilla, otra de las personas dedicadas a la “locura” de este falcesino de 44 años, que habla pausado y humilde. “Estamos cuatro a diario, pero aquí todo el mundo echa una mano: mi padre, mis suegros, tantos voluntarios, padres de los niños de la escuela, y el ayuntamiento siempre se ha portado bien, sea del color que fuera“, no para de agradecer. Menciona a sus tres hijos, Jone, Diego e India, de 13, 12 y 4 años. A ellos, como a todos los niños y niñas, quiere “dejar un mundo mejor, donde se respete a los animales, se les ayude a sobrevivir y se defienda un verdadero bienestar animal”, razona.

Javier es feliz en la finca, en su pueblo, con la ermita del Salvador del Mundo al fondo, rodeado de la gente que quiere y de los animales.

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