Un ingeniero pamplonés de 31 años, en el Seminario para ser sacerdote
Doctor en Ingeniería de Telecomunicaciones, es uno entre siete futuros sacerdotes en el seminario de Pamplona. Le acompañan otro ingeniero, dos maestros, un médico, un psicólogo y un técnico sanitario
- Pilar Fernández Larrea
Creo que aporto mucho más a la sociedad ayudando a una persona a acercarse a Dios que mejorando la eficiencia de las baterías eléctricas un 2%. Que también me parece importante, pero como sociedad estamos más perdidos a nivel espiritual que científico”. La reflexión de Miguel Arrieta Eguren, 31 años, sintetiza los vericuetos vitales que llevaron a este doctor en Ingeniería de Telecomunicaciones al seminario diocesano de Pamplona. Está en tercer curso, es uno entre los siete futuros sacerdotes: dos maestros, dos ingenieros, un médico, un psicólogo y un auxiliar de enfermería. “Un poco de todo”. Considera que “en esta sociedad posmoderna” no extrañó su decisión de ser cura: “Como si dijera que voy a montar una granja de cerdos o que voy a ser astronauta, las cosas se toman con otra naturalidad que hace unos años”, cuenta vestido en ropa deportiva, sumergido en los volúmenes de la casa, sello del arquitecto Víctor Eusa.
Miguel Arrieta es de Pamplona. “Mi padre nació en las huertas de la Magdalena, donde el Amaya. Mi familia vive aquí cerca, en Baja Navarra, estoy más ahora con ellos que antes. Cada domingo”, cuenta de su viaje un poco a la inversa. Estudió en el colegio Irabia, un alumno “clarísimamente científico”, de Matemáticas y de Física. De esta asignatura ganó una olimpiada nacional, que le llevó a México. “Una bonita experiencia”, sonríe. Dudó entre Física e Ingenierías. “Y ya entre ellas me parecía que Teleco era la más matemática, la más abstracta, eso me atraía”, explica. Se matriculó en Tecnum, en el campus de la Universidad de Navarra en San Sebastián, contento con la carrera y con la vida universitaria, “conocer tanta gente nueva”. En segundo vivió un punto de inflexión, “un domingo en misa, distraído mirando al suelo”, sintió la necesidad de observar al sacerdote y éste le llevó a Cristo. “Fue un momento de gran alegría y paz interior”, pero el miedo pudo más y aparcó todo aquello, “como si lo metiera en un baúl bajo la cama”. Siguió a sus cosas, sin dar demasiada importancia a lo que le rondaba. Se graduó en 2009, tras un verano en Alemania. Al acabar el master se desplazó seis meses a Hamburgo para el trabajo final “en un acelerador de partículas, en la primera parte, la que acelera los electrones en aquel caso para aplicaciones médicas”, explica preciso. Se trasladó luego a Inglaterra, a Sheffield, donde investigó y completó su doctorado en cuatro años. Leyó a final de 2019 su tesis en ciberseguridad en la red eléctrica, centrado en el área de privacidad. “Cada vez ponemos más sensores en todo y ¿Cómo proteges la privacidad del usuario? Ese juego entre mejorar el control y los datos que obtengo de la red y defender la privacidad. Matemáticamente, no tanto legalmente, cómo obtener un dato sin ser capaz de sacar información del otro”, detalla. Al poco de regresar a España le entrevistaron en Tecnum. “Mi padre y me hermana estaban cuando salí. Me han contratado, dije. Estás triste, respondieron ellos. Y era verdad. Cuando empecé a trabajar les expliqué. Me pasa esto, tengo todo revuelto por dentro, no sé qué haré con mi vida. Bueno, tú ven y luego ya verás. Así fue, con sencillez y naturalidad, cosa que les agradezco”, recuerda. “Inicié la docencia en enero de 2020. Todos los éxitos profesionales me dejaban vacío. Publicaba un artículo en una revista importante y aquello no me decía nada. Imaginaba que debía estar contento. Sólo eso. Todo iba bien, no tenía nada contra mi jefe, ni con los horarios. Pero mi corazón estaba hecho para algo más y no me atrevía a dar el paso. Sabía que la sociedad no me iba a echar flores por entrar en el seminario, no me retenía eso. Era más que no me sentía digno, creía que esto no era para mí”, describe. Se equivocaba.
Valora la formación que ha tenido. “Haber estado fuera me ha aportado y me acerca a la gente, a comprender los problemas del día a día. No he salido del colegio y he ido al seminario. Han sido diez años como ciudadano de a pie, y lo seré igualmente como sacerdote. Creo que es un valor para la Iglesia”, sostiene Miguel.
Respecto a la secularización de la sociedad, Miguel Arrieta tiene “esperanza en la gente joven”. “Hay juventud conversa o se empieza a dar lo contrario de lo que había antes, que los padres tenían fe y los hijos no. Ahora en muchos casos es al revés”, asevera e incide en “la juventud rota”. “Ahí están los datos de depresiones... y son escandalosos. Les falta algo y se nota. Cuando se juntan con Dios y ven que su vida es valiosa y que no están solos, me reafirmo. Si le sirve a uno, me vale”, se despide.
Nombre: Miguel Arrieta Eguren.
Edad y familia: 31 años. El mediano de tres hermanos.
Trayectoria: Graduado en Ingeniería de Telecomunicaciones. Doctor con tesis en Ciberseguridad de la Red Eléctrica. En enero de 2020 fue contratado como profesor en la Universidad de Navarra. Lo dejó en septiembre para ingresar en el seminario de Pamplona. Está en tercer curso. Le quedan otros tres de Teología. Los fines de semana es “el becario” en la parroquia de Santa María de Barañáin.
El seminario conciliar de San Miguel forma una comunidad formativa con el Seminario de Donostia-San Sebastián. Hay tres seminaristas de aquella diócesis y siete de Pamplona: Juan Terrés Goena, de Cizur Menor, está en sexto curso y de pastoral en las parroquias de Cascante y Ribaforada; Ion Díaz Elduayen, de Villava, cuarto curso, desarrolla su labor los fines de semana en Azagra; Manuel Torralba Lizasoáin, de Tafalla, cuarto curso, colabora en Viana; Andoni Gastaminza Gorriti, de Uharte Arakil, está en tercer curso, con Miguel Arrieta Eguren, y los fines de semana en la parroquia del Corazón de Jesús de Pamplona; en primero están Xavier Martí Caparrós y Diego de la Chica Duarte.
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