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Relatos a pie de calle

Elena Osinaga, entre viajes y fotografías

Un desamor le llevó a su primer viaje en solitario. Siguieron otros en los que acumuló vivencias y fotografías. Unas imágenes que siguen por miles en sus redes sociales

Elena Osinaga Bartolomé posa en su casa. La fotografía es una de sus aficiones y acumula miles de seguidores en sus redes sociales. J.A. GOÑI

La vida llevó a Elena Osinaga Bartolomé a trabajar en una mercería en Ansoáin. Un empleo en la tienda que abrió su madre con 59 años y dos de viuda que ella encadenó con sus estudios de administrativo. “Me sirvieron para llevar las cuentas al día casi todo el tiempo, salvo cuando empezó el IVA, que al principio tuvimos ayuda”. Otras circunstancias personales fueron forjando un periplo que continua y que le ha llevado a viajar por diferentes continentes y que ha acentuado su curiosidad. “Cuando regreso de un viaje siento que todo me sorprende y que casi todo lo que he visto me gusta. No tenemos que perder eso. Salir me ayuda, ya sea a miles de kilómetros o a un pueblito aquí cerca. Y traigo fotos y gustan”, cuentan con una sonrisa casi permanente que ilumina su rostro y sus ojos y a veces le hace estremecer un cuerpo menudo pero que ha arrastrado por el mundo kilos y kilos en su mochila.

Tanto gustan sus fotografías que desde la irrupción de las redes sociales cuenta por miles sus seguidores. Casi todos en Instragram, donde son 13.300 en la actualidad. “Es increíble y bonito a la vez. Día a día se suman unos cinco. Personas que llegan por una foto, por una etiqueta del sitio en el que han estado o al que quieren ir. Gentes a las que llegas a conocer o que te piden usarlas para un proyecto”. Decenas de esos seguidores en Facebook. “Aquí no son tantos, pero sí que me ha servido para contactar con el vecindario. Para que personas, algunas mujeres más mayores que viven cerca y no han viajado como yo, disfruten con lo que muestro y con las historias”, avanza en su relato de vida.

Una vida pegada al barrio pamplonés de la Txantrea, pero con protagonismo laboral en Ansoáin. Allí trabajó, en Mercería Osinaga. “La abrió mi madre con 59 años. Era la primera vez que ella trabaja fuera de casa. Al quedar viuda y con dos hijos todavía aquí, en casa, tuvo que buscarse la vida. Empezó a trabajar mi hermano con ella, pero al ser una lencería no se acostumbraban las clientas y lo acabó dejando. Y fuí yo. Y allí estuvimos. Mi madre hasta los 80 años siguió yendo. Y creo que por eso estaba tan lúcida. Yo me prejubilé el año pasado”, ahonda en la historia familiar. Su padre, Jenaro Osinaga, pintor de brocha gorda, le inculcó otra de sus pasiones, el coleccionismo. Él trabajó, como otros hombres de su generación, en la construcción del grupo de casas. Las primeras de la Txantrea. “En 2000 cumplieron 50 años y tenemos una placa que indica que fueron las primeras casas del barrio. Las hacían por las tardes o de noche, al salir del trabajo. Cada uno aportaba su oficio y lo que sabía. Mi padre era pintor”, salta al pasado. A su infancia en el barrio que todavía es suyo y que disfruta como pocos. De los pájaros que buscan comida en su jardín. De la cercanía del centro. De los gatos que recorren la casa y curiosean las visitas.

Sostiene Elena Osinaga que su vida no da para una historia. Pero pronto se corrige y admite que historias tenemos todos. “Empecé a viajar por un desamor. A viajar sola. Con mi mochila, mi cámara de fotos y mis carretes. Mi madre me regaló mi primera cámara compacta con quince años y hacía fotos a la familia, a las flores... De joven, cuando ya estábamos cansadas de las discotecas, nos unimos a la UJM (Unión de Juventudes Maoístas). Se reunían en la Rochapea, donde Cuatro Vientos. Había teatro, música. Yo estaba en un grupo de música. Allí me enamoré, pero cuando el chico terminó la relación necesité salir de aquí y estuve en Cuba. Quince días. Fui sola y en la agencia sólo pedí estar en una habitación compartida. Coincidí con una médico que estaba en Huesca y con unos madrileños del partido comunista, recién legalizado en España. Fue fantástico. Y las fotos que hice, distintas a las que había aquí, gustaron y me animaron a seguir”, da un salto en su historia.

Fue una década de viajes la que siguió a aquel primero. Venezuela, Costa Rica o República Dominicana las otras paradas. Después Europa. Ahorraba para poder irse cada año. Su hermana, once años mayor, siempre le daba algo para completar el viaje. Con 34 años conoció a su pareja, Joaquín Lacabe. Empezaron juntos unos viajes no siempre lejanos, pero sí emocionantes. El último a Madagascar que les ha dejado con ganas de regresar y un sin fin de historias. “Somos tan distintos que a la vuelta, al repasarlo, parece que hemos estado en sitios distintos. Pero eso es bonito también”, vuelve a sacar el lado positivo.

DNI
​Edad y familia: Hija de Jenaro Osinaga y Redención Bartolomé, tiene una hermana y un hermano. La familia residió en una de las casas del primer grupo de la Txantrea. De 64 años, trabajó con su madre en una mercería de Ansoáin que vendió al jubilarse. Está casada con Joaquín Lacabe y residen en esa misma vivienda.

La vida llevó a Elena Osinaga Bartolomé a trabajar en una mercería en Ansoáin. Un empleo en la tienda que abrió su madre con 59 años y dos de viuda que ella encadenó con sus estudios de administrativo. “Me sirvieron para llevar las cuentas al día cas

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