Fernando Unzu y el colegio que tira al monte
Fernando Unzu, con una densa trayectoria en la montaña, que incluyó un grave accidente, y padre de un niño de 10 años, promueve un club de montaña en el colegio Irabia-Izaga
- Pilar Fernández Larrea
Una afición macerada en casa desde que apenas levantaba un metro del suelo, un revulsivo en la adolescencia, una pasión desde que el 12 de octubre de 1984 alcanzó la cima de la Mesa de los Tres Reyes y una afición que se consolidó en la universidad. La montaña ha acompañado siempre a Fernando Unzu Martínez, 51 años, y nunca ha renunciado a ella, a pesar del grave accidente que sufrió en el Mulhacén (3.479 m.), en el techo de la Península Ibérica. Padre de un niño de 10 años que estudia en el colegio Irabia-Izaga ha impulsado un club de Montaña en el centro, una opción poco habitual en un universo poblado deportes, una red tan tupida que a veces no deja ver el bosque.
Fernando Unzu estudiaba cuarto curso de Geografía e Historia en la Universidad de Navarra cuando contactó con la persona que llevaba el club de Montaña. “Me gradué en 1995, pero seguí vinculado hasta 2022. Aquel año el club cumplía 50 años y nos habíamos propuesto un reto: 50 años, 50 cumbres. En diciembre sufrí un accidente en Sierra Nevada, en el Mulhacén, haciendo alpinismo. Era un día raso, veías el mar y al otro lado África, precioso. La nieve estaba helada, llevábamos piolet y crampones, pero no cuerdas y aquello se volvió una encerrona. Son montes algo tramposos porque son fáciles, pero en invierno, peligrosos. Si estoy vivo es de milagro. Me rompí las dos piernas, una con tibia y peroné, la otra en el fémur, hubo diferentes complicaciones y estuve un año y ocho mes de baja laboral, después de varias operaciones y con molestias porque llevaba mucha ferretería por dentro”, explica sin atisbo de duda que, a pesar de todo, de esta experiencia y de otras trágicas por la muerte de dos compañeros en sendos accidentes, guarda “recuerdos maravillosos” de la montaña de la que sigue enamorado y en la que se refugia, ya lejos del alpinismo. Atrás quedaron los Alpes, el Himalaya, la base del K-2 o el Kilimanjaro y ahora el senderismo marca su ruta.
En 2012 nació Daniel Unzu Calderón y él es, en buena parte, la razón de este reportaje, de la iniciativa emprendida por su padre, que repara en lo bueno de que los niños vayan a la montaña. “Es algo que aprendes a apreciar con el tiempo, probablemente con 4 o 5 años no te haga especial ilusión, por eso es más fácil si se juntan con otros niños, lo convierte en una excursión totalmente diferente”, sostiene Fernando. Le escucha Daniel y asiente con la cabeza. Propone que varias familias se reúnan para emprender juntos las salidas, que en principio serán dominicales y mañaneras y luego pueden estar abiertas a otras opciones.
Entiende Fernando Unzu que “la montaña es como una enseñanza de la vida, un ambiente sano, bonito, aprendes a convivir y a afrontar dificultades, adquieres valores, aprecias la naturaleza y la cuidas y conoces lugares espectaculares, con todo lo que conlleva en el aspecto cultural, de la geografía y la historia”. “Es una metáfora de la vida, he aprendido mucho de ella”, incide.
Fernando Unzu agradece la buena acogida de la dirección del centro en una iniciativa que se ha planteado a través de la Apyma. Han hecho un grupo de WhatsApp, que ya tiene más de 60 personas y, en principio, cada familia se encargará de sus desplazamientos porque contratar un autobús incrementaría costes.
Plantea excursiones asequibles, una al mes. La primera ya tiene fecha, será el 19 de este mes a Irulegi. “Uno de mis sitios favoritos, que ahora ha tomado tanta relevancia. Tiene las ruinas del castillo, es un lugar estratégico con unas vistas maravillosas y está cerca”, sostiene que, a pesar de las tecnologías actuales, propondrán el uso de mapas y brújulas para aprender a orientarse. “Sigo descubriendo sitios sin salir de Navarra, tenemos lo que no tiene casi ningún sitio en una comunidad pequeña”, apoya su relato.
Entretanto, Fernando Unzu sigue echando mano de los libros de montaña con los que tanto ha disfrutado. Menciona a Juan Mari Feliú, Miguel Angulo y su serie Pirineos o las rutas de los Jueves Montaña de Javier Zubieta que recortaba cada semana en Diario de Navarra. “Cuando algo te gusta tanto quieres que los demás participen”, remarca. Es lo que hace con Daniel, que con 5 años subió al Orhi y ahora mira a la Mesa de los Tres Reyes.
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Una afición macerada en casa desde que apenas levantaba un metro del suelo, un revulsivo en la adolescencia, una pasión desde que el 12 de octubre de 1984 alcanzó la cima de la Mesa de los Tres Reyes y una afición que se consolidó en la universidad.
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