Fermín Danborena, el zapatero de la Rotxa
Fermín Danborena se quedó en paro con 45 años. En 2013 abrió una zapatería en la Rochapea y el pasado otoño inició una ruta de venta ambulante de calzado en el Pirineo.
- Pilar Fernández Larrea
Con 45 años Fermín Danborena Asín se quedó en paro. Era 2010. Trabajaba hasta entonces en una empresa cerca de su casa en Pamplona, con su horario, sus rutinas. Su vida. De un día para otro aquello se acabó. Había que empezar de nuevo, con el vértigo de un triple salto de trampolín, con la ilusión de un principiante. Sin salir de su barrio, en la Rochapea, alquiló un local y abrió una zapatería. Sigue tras el mostrador y el pasado otoño inició otra aventura que le lleva de ruta por Navarra: ‘De la Rotxa, al Pirineo’ dice el cartel que coloca en la furgoneta cargada de calzado para la venta ambulante.
Fermín, 57 años, siempre ha vivido en la Rochapea. Su madre, Juana Asín, tuvo lechería en el barrio. El hijo no era muy amigo del pupitre, así que el padre le encontraba acomodo de recadero, para aquí y para allá. Allí aprendió del mostrador, del trato con los clientes, de atenderles por su nombre. Quedó ese posó y cuando le despidieron lo rescató. “Si algún día me quedó sin curro, montaré un negocio en el barrio”, había pensado alguna vez. Alquiló un local en la cooperativa de viviendas El Salvador y lo abrió en septiembre de 2013. “Son precios asequibles porque no se lucran o especulan con ello, lo que quieren es que haya comercio en la zona”, apunta Fermín en una calle de persianas levantadas, lo mismo fruterías que mercerías, papelerías o cafeterías, entre Bernardino Tirapu y Marcelo Celayeta. La Rochapea es el barrio con más población de Pamplona, unos 26.000 habitantes y Fermín Danborena es presidente de la Asociación de Comerciantes y Hosteleros, con medio de centenar de asociados, integrados en el tejido social. Unas cuantas manzanas con más censo que el Pirineo entero. y aún así resulta complicado mirar de frente a las grandes superficies.
Fermín detectó ya antes de la pandemia que clientes habituales, oriundos de Roncal y Aezkoa compraban para sus familiares en estos valles, personas mayores, sus padres, abuelos, tíos. Él les dejaba varios pares y a la vuelta del pueblo los devolvían. “Es gente súper fiel, de palabra y el 95%, compra”, describe Fermín en su mostrador con ruedas. Vende todo tipo de calzado para el monte, para casa y de vestir, “cómodo y a poder ser que no pase de tres dígitos”. Para ahorrar costes no ha comprado vehículo. Se apaña con su pequeña furgoneta cuando va a llevar pedidos y los dos viernes del mes que recorre el valle de Roncal con el género alquila una más grande. La recoge en la estación de tren, la carga y por la mañana inicia la ruta.
Como tantos comerciantes ha probado la venta por internet. Pero en el pequeño comercio es residual. “Es curioso, vendí un paraguas a Villaviciosa, en Asturias, y mi proveedor es de Gijón, los compro allí”, su ejemplo ilustra bien las contradicciones de la nube.
Él apuesta por el mostrador, aunque sea con ruedas y por dar servicio. “Para eso estamos”, prepara sus cajas para arrancar, el primer viernes de mes a Garde, Roncal, Urzainqui e Isaba y el segundo a Vidángoz, Burgui, Salvatierra de Esca y Sigüés, estos en la provincia de Zaragoza.
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