Zarys Falcón, artista y cantante colombiana: "Cuando cantaba un aria de Bach, el profesor me decía, 'demasiada pasión'"
Puso en pie al prestigioso Centro Pompidou de París con una pieza que, de algún modo, mostraba el vínculo estrecho entre creación contemporánea y la cultura vernácula de su Colombia natal. Cantante lírica y profesora de artes escénicas, lleva cuatro años en Pamplona reivindicando la voz: su voz
- Ruperto Mendiri
(VERSIÓN EXTENDIDA)
¿Cómo nace su relación con Pamplona?
Hace 4 años que es mi residencia. Llegué para un proyecto de tres meses y al mismo tiempo hice un taller en el centro Huarte con Leire Urbeltz, que formaba parte del proyecto educativo VACA. Hice una mediación y también comencé a hacer conciertos. Y entre tanto, surgió el amor y me quedé.
¿Llegó para ese proyecto VACA?
No. Vine por invitación de Iosu Martínez para participar en una residencia artística de música y conciertos durante tres meses.
Sí, porque su naturaleza creativa está muy diversificada. ¿Es así?
Sí. Digamos que todo está hilado por mi trabajo de la voz. Yo me intereso por el trabajo de la voz en un amplio espectro, de una voz expandida. Yo trabajo las dinámicas de la voz y sus sinergias con los diferentes cuerpos:el físico, el social, el energético, el emocional...
¿Por qué el cuerpo se ha convertido en una parte tan esencial de la creación contemporánea?
Yo creo que es una necesidad de comprender también nuestra humanidad, nuestra acción humana y nuestra relación con la vida. Cada vez nos relacionamos más con la tecnología. ¿Qué nos queda si la tecnología o la inteligencia artificial lo hacen todo? ¿Cuál es el territorio que nos hace libres y nos permite esta relación con la existencia y con la vida? El cuerpo. Por eso hay esa tendencia en la creación contemporánea. Y en mi caso, es la voz la que guía todo.
¿Y cómo articula esa relación entre voz y cuerpo en su caso?
Para mí, la voz no solo es un hecho físico, sino un hecho emocional. Cuando yo canto, transmito energía. Y esa energía se transmite en términos de emoción. Por eso digo que la voz es un hecho multidimensional. La voz sin el cuerpo no existe, pero están las grabaciones, que son voces sin cuerpo. Ese tipo de experiencias también me interesan, las que están ligadas a las prótesis de la tecnología.
¿Cómo era su vida en Colombia, en Montes de María?
Allí tenía una vida muy en relación con tradiciones afrocaribeñas, desde los bailes cantados, la cumbia... Mi papá todos los fines de semana hacía encuentros de música... Así que mi relación con la música es muy de afectos y muy social. Yo no iba a conciertos como tal. Eso no existía para mí.
Que en su caso la música formaba parte del día a día.
Exacto. Formaba parte del día a día y estaba ligada a la danza y a los relatos. No era un hecho único, sino ligado a contar y a moverse, a bailar. Por otra parte, Montes de María es un territorio muy vinculado al conflicto armado.
¿Las FARC, los paramilitares...?
Todos al mismo tiempo. Es un territorio que, pese a ser pequeño, se han dado más de 67 masacres. Todo eso produce un desplazamiento de personas y el pueblo se va quedando solo. Yo nací en El Carmen de Bolívar. Y mi niñez se rompe al tener que enfrentarme a los hechos más terroríficos de la guerra: la muerte de amigos, familiares en grupos armados, los bombardeos, masacres...
¿Y decide irse?
Sí. Migro a Medellín donde estudio primero música, canto lírico. Primero fui cantante de ópera.
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¿Cuál es su tesitura de voz?
Yo era soprano lírica spinto, con voz oscura, una soprano de color, de voz gruesa y cubierta. Mis agudos no son finos, sino redondos, como una gota. Empecé a dedicarme a la música clásica con todo el cambio que suponía ese hecho social de mi pueblo al hecho estético, de concierto, eurocentrado...
¿Y cómo es el salto de la música popular a la académica?
Son dos mundos completamente opuestos. Yo cantaba algo y mi cuerpo se movía naturalmente. Cuando cantaba un aria de Bach, el profesor siempre me decía, “demasiada pasión”. Yo le ponía toda la expresión del mundo, así que era más apropiada para los lids románticos. Pero tampoco.
¿Es una mujer pasional?
Soy una mujer que se conecta fácilmente con las emociones. Ycon esa energía, también. Hice ópera, pero mi mamá muere, se producen amenazas de muerte en mi familia, mi papá enferma, vivimos amenazados por muchos lados...
¿Por qué las amenazas?
Mi papá tenía un pequeño negocio y le amenazaron porque tenía que pagar a un grupo armado paramilitar. También las FARC molestaron a mi mamá todas las noches... Enfermó... La tragedia se fue a habitar a mi casa. Pasamos años duros, donde todas las posibilidades de trabajo de mi familia se apagaron. No había ingresos y pasamos hambre. Así que yo regresé con mi familia a enfrentar esa situación. Cuando ya pudimos, fui a vivir a Cartagena de Indias y ahí estudio Artes Escénicas, teatro. Yes entonces cuando empiezo mis primeras exploraciones de combinar música y teatro. Todo lo traducía a música. Me convierto en maestra en artes escénicas y trabajo en la ópera, en la televisión, en el teatro, performance, concierto, circo... Era bastante errante y me movía por proyectos y residencias artísticas dentro de Colombia. Después fui a Londres a una residencia artística y allí hice mi primera investigación sobre los bailes cantados y el movimiento. Era relacionar canto y movimiento. También hice artes marciales, kung fu y jiu jitsu, porque me gustaba mucho el movimiento.
¿Con combates?
No. Lo hacía más por el hecho estético. El caso es que logré bastantes becas para viajar a Europa, Bruselas e Italia, pero me negaron el visado.
¿Por qué?
Porque así es la política del espacio Schengen. Además, yo venía de un país azotado por el conflicto armado y eso suponía un estigma. Me demoré más de 10 años para poder hacer algo artístico fuera de Colombia. Mi primer contacto con Europa fue a través de Italia. Después, Francia a través de un acuerdo de intercambio de pensadores y artistas con Colombia. Y a mí me seleccionaron para hacer una residencia en el Centro Pompidou de París.
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¿Qué año era?
2017. Allí tuve la oportunidad de explorar a un nivel más profundo el bullerengue, que es como la raíz de la cumbia, un género musical hecho por mujeres, un canto alquímico que transforma el dolor en alegría. Cantas las penas. Como un hecho social también me interesó investigarlo más allá de la dimensión folclórica. Un arte que te permite sanar y transformar. Eso lo hice en el Pompidou a través de una performance que se llamó Pied sur Terre, pie a tierra. Lo hice con la bailarina Gina Collazos. Allí empezó como una larga trayectoria que me ha traído hasta acá, hasta Pamplona. No puedo dejar el arte porque es una forma de relacionarme con la vida.
VIVIR DEL ARTE
¿Ahora puede vivir del arte?
Yo vivo del arte. Entiendo que alrededor del arte hay muchas dinámicas de precariedad. Cuando llegué a España me decían que no podría vivir del arte, que casi nadie lo hacía. Y me pasaban ofertas de trabajo para limpiar casas o para cuidar de personas. Es lo que hacen la mayoría de mujeres migradas, como yo, y con un perfil racializado.
¿Su perfil racializado condicionaba las opciones de trabajo que pudiese tener?
Sí. Aquí y en todo el mundo, inclusive en Colombia. Allí, en los castings se busca el prototipo caucásico. A mí, muchas veces me decían que era perfecta, pero la presencia no encajaba...
¿Y qué sentía cuando escuchaba eso en su propio país?
Me dolía. Me dolía mucho y me daba mucha rabia. Por mucho tiempo, guardé mucha rabia.
Y luego llega a España y se encuentra con algo parecido...
Sí. Pero yo he buscado un arte que me permita sanar y transformar. Para mí el arte es como el aire que respiro. Y yo vivo de mi trabajo artístico. También gracias a reducir mis gastos al mínimo. Pero es una apuesta política, sanadora y reivindicativa. Yo detesto la idea del condicionamiento social como destino, el fatum de la mitología romana. Sé que la libertad es una ilusión, pero también es un motor como utopía. Todo lo que he conseguido en Pamplona ha sido a través del canto.
Habla de una apuesta política. ¿Cualquier acción no es política?
No sé si toda acción es política. Tal vez. Sé que una acción se hila a una estética y esa estética, desafortunadamente, es una estética relacionada con el expolio y con el genocidio. Y eso nos hace relacionarnos más con lo artificial. Los sentidos se van apagando.
¿Expolio y genocidio de Occidente?
Me refiero a la explotación, a lo que sucede en Colombia. Con la herencia colonial, primero van a las tierras, sacan el material para las grandes multinacionales y no importa si devastan una selva, un bosque, comunidades originarias... No importa quién muera. Solo importa sacar los materiales para producir un dinero que se quedan unos pocos.
Antes, durante la sesión de fotos, decía que se identifica con la idea de salir de un fondo oscuro. ¿Por qué?
Por mucho tiempo cargué rabia e ira. La idea es salir de tanto dolor, de tanta tristeza y de tanta rabia que acumulé por la pérdida de mi familia, de mi casa, de mi hogar, de oportunidades...
¿Ahora es feliz?
Más que la felicidad, estoy en un momento muy satisfactorio. Estoy construyendo un arte que va en resonancia conmigo y que me permite crear caminos para sanar.
GUSTAVO PETRO
Gustavo Petro, actual presidente de Colombia, es un antiguo guerrillero de las FARC. ¿Esto es positivo?
En Colombia no hay nadie que se salve de no haber estado relacionado con la violencia. Colombia sigue siendo un estado narcoparamilitar. Petro entró hace 100 días. No puede cambiar 60 años de conflicto en 100 días. Allí siguen gobernando los mismos gamonales (terratenientes). En Colombia están los dueños de todo y ‘los nadie’.
¿Usted formaba parte de esos ‘nadie’?
Sí. Me considero una nadie. Con algunos privilegios, porque no estaba en la calle y sin hogar. Mi familia vivía en un pueblo muy cerca de lo rural, pequeños comerciantes. Y herederos del campo, con una vida muy sencilla. Todo lo hicieron a base de trabajo. Pero con la guerra se quedaron sin nada. Somos tres hermanos, y los tres, con mucho esfuerzo, logramos romper muchas barreras, incluida la pobreza histórica. Ahora, mi hermano es médico, con un puesto directivo en una gran clínica, y mi hermana es profesora universitaria. Los tres salimos adelante, pero no todos pueden conseguirlo en el país.
¿Y qué tal se encuentra en Pamplona?
Pamplona me encanta. Lo digo siempre: aquí he conocido lo que más se parece a la paz, a la tranquilidad.
Me alegro mucho.
Gracias.
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Zarys Falcón Pérez (Colombia, 1976) está formada en canto lírico y artes escénicas. Fundadora del grupo Katanga Dub, performer, cantante y compositora, desarrolla propuestas que hibridan lo sonoro con la experimentación vocal, el discurso decolonial y la resiliencia afrocaribeña.
(VERSIÓN EXTENDIDA)
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