Loading...
Rutas Navarra

Baztan, Cinco Villas y Malerreka: el trekking de los valles tranquilos

Descubriendo Cinco Villas, valle de Baztan y Malerreka en una caminata de cinco jornadas, más de 100 kilómetros de longitud y un desnivel acumulado de 5.644 metros.  Bellas localidades, restos megalíticos, calzadas romanas y montes legendarios como Mendaur o Saioa nos esperan en nuestro camino

Vídeo Trekking de los valles tranquilos.

(Reportaje publicado en la revista Conocer Navarra nº 32 con fecha septiembre de 2013. Texto y fotografías de JULIO ASUNCIÓN).

 

En la parte norte de Navarra nos encontramos montañas y colinas cubiertas de verdes pastos que tranquilizan la mirada; arquitecturas antiguas con la nobleza representada en los blasones de sus fachadas; y caminos entre prados donde las yeguas cuidan de sus potros en entornos bucólicos de singular belleza.

Son las tierras que mece el Bidasoa. Las aguas de este río vertebran las tierras de Baztan, Malerreka y Cinco Villas antes de fundirse con el Cantábrico. Son los “Valles Tranquilos”, donde la naturaleza y el hombre han convivido con respeto desde hace milenios y han interactuado de manera equilibrada y ejemplar. Este trekking nos va a permitir adentrarnos en parajes de hermosos rincones, de montañas habitadas desde antiguo y de pueblos con encanto.

Son cinco etapas que pondrán a prueba nuestras piernas. En esfuerzo, este trekking no tiene nada que envidiar a los del Pirineo central. Recorreremos 116 kilómetros en su versión más larga y tendremos que superar 5.644 m. de desnivel. Los más avezados pueden afrontarlo de una tirada, en cinco etapas. No les faltará alojamiento en las bien preparadas casas rurales que encontrará en el recorrido. El esfuerzo de la caminata diaria será recompensado con la comodidad de antiguas casonas perfectamente habilitadas para dar el mejor servicio al visitante. No en vano, Navarra es reconocida por ser una de las comunidades con mejor infraestructura en alojamiento rural.

Mucha belleza nos espera. Nuestros pasos no sólo nos guiarán por una de las zonas más hermosas de Navarra. También viajaremos por la historia, ya que estos montes son un paraíso para los amantes del megalitismo, de esos monumentos que levantaron hace más de 2.000 años los primeros habitantes de estas tierras.

Este artículo no espera desvelar todos los encantos que el caminante encontrará. Cada uno fijará en su recuerdo ese árbol enorme, esa casona palaciega de varios cientos de años, ese monte de magníficas panorámicas o esa fotografía de un atardecer increíble. Son muchos los hitos que llamarán nuestra atención. Empecemos el viaje.

 

<div class="destacado_100">ETAPA 1: BERA/ARANTZA</div>  

 

Hace 200 años, la batalla del puente de San Miguel

Iniciamos el trekking en Bera, la localidad más poblada de Cinco Villas, donde no podemos dejar de visitar su iglesia, que se alza imponente en la plaza. Unas escalinatas aumentan la monumentalidad del templo. Ahí mismo está el ayuntamiento, con su original fachada pintada según diseño de Julio Caro Baroja e Ignacio Larramendi.

Salimos de Bera atravesando el río Bidasoa por el puente de San Miguel. Hoy es un apacible paraje, pero hace 200 años –el 1 de septiembre de 1813– fue el escenario de un duro enfrentamiento armado. Eran los últimos coletazos de la Guerra de la Independencia. Los franceses habían sido derrotados en la batalla de San Marcial. Una división francesa, en retirada, se apresta a cruzar el Bidasoa por este puente. Pero aquí se encontraron con el capitán inglés Daniel Cadoux, que con un puñado de hombres tenía por misión defender y controlar el paso.

Hemos de imaginar a un lado del puente poco más de un centenar de hombres dirigidos por Cadoux. En la otra orilla, toda una división francesa dirigida por el general Vandermaesen. Y como escenario, una noche de lluvia infernal y truenos que a ratos iban a enmascarar el sonido de los disparos. La desproporción de fuerzas era contrarrestada por lo estrecho del paso del puente y lo crecido que venía el río, que hacía imposible un golpe de mano atravesándolo a nado.

El amanecer restó una de las ventajas más importantes a los hombres de Cadoux, la oscuridad que permitía que los franceses no supieran a ciencia cierta contra qué se enfrentaban. El ejército francés cruzó el puente con las luces del alba, no sin dejar allí a bastantes soldados alcanzados por las últimas descargas de los fusileros británicos.

Viéndose sobrepasados, los defensores tuvieron que abandonar el puente, pero el capitán Cadoux, que cubría la retirada, fue alcanzado y allí dio su vida junto a la mitad de sus hombres. Una placa, levantada en el centro del puente, recuerda al capitán inglés.

Buena historia para una película. Un grupo de vecinos de Bera, los “Amigos del Puente de San Miguel”, han trabajado voluntariamente en la restauración del puente y en conmemorar y recordar esta batalla. Un ejemplo de amor por la cultura y la historia.

Nosotros lo cruzamos sin tanta oposición como tuvieron los napoleónicos y disfrutando de la belleza del Bidasoa. Dejamos atrás las últimas casas para subir hasta el collado de Amargungo, donde podemos encontrar los primeros monumentos megalíticos de los muchos que hallaremos en el trekking. Son un dolmen y un crómlech que están junto al camino.

Desde el collado bajamos a Lesaka. Allí no podemos dejar de visitar la Torre de los Zabaleta, del siglo XV, y la Torre de Minyurinea, del XIV, la casa más antigua de esta villa. Las dos torres recuerdan las disputas señoriales del valle y están declaradas Bien de Interés Cultural.

Dejamos Lesaka siguiendo las marcas rojas y blancas de sendero de Gran Recorrido que nos marcan la ruta. El siguiente pueblo que vamos a visitar es Igantzi. Llegaremos a la localidad recorriendo la ladera oeste de Frain. Antes de alcanzar este pueblo, merece la pena que nos desviemos para ascender a esta cima. En lo más alto, junto al repetidor, está el llamado mirador de las Cinco Villas. Desde allí, o aún mejor, desde la cercana Cruz de Frain, tenemos la mejor panorámica de esta comarca, ya que este monte se encuentra en una posición céntrica dentro del valle.

Igantzi es un pueblo pequeño y retirado. Junto a la modesta iglesia, está el ayuntamiento. Allí, una antigua placa recuerda cuando el rey Felipe V se alojó en el pueblo, en el año 1719.

 

Un reflejo del Paraíso: La Reserva Natural de San Juan Xar

Dejamos atrás Igantzi y nos dirigimos al final de la etapa, Arantza, otro de los pueblos de las Cinco Villas. En este tramo descubriremos uno de los lugares más hermosos de Navarra: la Reserva Natural de San Juan Xar. Aquí se encuentra el único bosque de carpes (carpinus betilus) de toda la península ibérica. Reconoceremos los carpes por su tronco ramificado y liso y por sus hojas alternas y con el margen dentado. Este bosque, por ser único, tiene un valor incalculable. Una auténtica joya de la naturaleza navarra.

Pero además de esta rareza botánica, San Juan Xar tiene el encanto de ser también un santuario. En su mismo centro encontramos una fuente a la que se atribuyen propiedades curativas y una cueva que, al mismo tiempo, es ermita. Pocas veces se puede disfrutar de tan perfecta armonía entre lo construido por el ser humano (la gruta–santuario) y la naturaleza. La música de fondo de este encantador lugar es el correr del agua de la fuente curativa y del río cercano.

El paraje es un umbroso bosque atlántico que parece un hogar de lamias, las ninfas de las aguas de la mitología vasca. A pocos metros del río, una fuente de varios caños regala agua fresca y de reconfortante sabor. Se dice que tiene propiedades curativas. Aún hoy, son muchos los que se acercan al lugar con la esperanza de ser aliviados de sus dolencias. El ritual de curación es el siguiente: hay que beber primero de todos los chorros. Después hay que mojar un paño y frotarlo en las partes doloridas o que precisan curación. El paño hay que dejarlo colgado en las cercanías de la fuente. Tras finalizar el rito del agua, subimos al santuario, al que se entra por un estrecho paso protegido por una reja de metal que siempre está abierta. Allí, vemos una gruta excavada en su mayor parte de manera artificial. A la izquierda, donde la cueva se hace más profunda, vemos la imagen de San Juan Bautista, con el cordero a sus pies. La imponente y rústica escultura parece el Basajaun, el señor del bosque de la mitología vasca. Encendiendo una vela ante el santo, acabaremos el ritual de curación de reminiscencias ancestrales.

Si tenemos suerte y en el momento de visitar San Juan Xar no hay nadie más que nosotros nos parecerá que estamos en un lugar único, en un templo con una sacralidad inspiradora y extraña al mismo tiempo, que llama al respeto y nos hace sentir admiración por la naturaleza que lo rodea.

Al dejar el lugar, rodeados de castaños, fresnos, alisos, hayas y de los raros carpes, te asalta la sensación, la necesidad de volver. No es fácil alejarse del paraíso…

 

<div class="destacado_100">ETAPA II: ARANTZA/BEINTZA-LABAIEN</div>  

 

Megalitos y montes de Malerreka

Arantza es el pueblo más meridional de Cinco Villas. Tras descansar de la primera etapa en cualquiera de sus casas rurales, abandonamos el pueblo no sin antes visitar la iglesia de la Asunción y las casas palaciegas como la de Aranibar o la de Apezenea.

Poco a poco dejamos atrás la comarca para internarnos en el valle de Malerreka. Esta etapa nos va a servir de aproximación hacia el cordal que separa la vertiente atlántica de la mediterránea. Son las montañas que cierran los Valles Tranquilos por el sur.

Tras superar 650 metros de desnivel, alcanzamos el collado de Bustitza. Es un lugar estratégico, un paso para los pastores prehistóricos que se abre entre los montes Mendaur y Mendieder. Aquí encontramos uno de los monumentos megalíticos más sugerentes del trekking, el menhir de Buztizko Lepoa. El menhir se encuentra en el medio del collado y todavía se conserva hincado a pesar de los más de dos milenios que han pasado desde que fue tallado y trasladado por los antiguos habitantes de estos montes. Alrededor del menhir siguen estando los pastos que aprovecharon estos primeros ganaderos y que todavía dan rendimiento. Es fácil ver caballos y vacas pastando plácidamente en los alrededores. El monolito prehistórico, que ha permanecido vigilando estos lugares desde hace miles de años, parece decirnos que estos montes no son nuestros, al menos no más que de los antiguos pastores que vivieron integrados en esta naturaleza. Nos recuerda que estos parajes han permanecido casi intactos durante miles de años y que es nuestra obligación preservarlos.

Antes de continuar el camino, merece la pena afrontar los 200 m de desnivel que separan Buztizko Lepoa de la cima de Mendaur. Es un desvío de la ruta pero, de no hacerlo, nos perderemos una de las mejores panorámicas de Malerreka. De hecho, Mendaur es el monte más emblemático del valle.

Mendaur está coronado por una ermita construida sobre las rocas de la cumbre. La cima se encuentra a 1.131 m de altura. Es la primera vez desde el comienzo del trekking que superaremos los 1.000 metros, esa altura redonda que muchos dicen separa las colinas de las montañas. Desde la ermita, las vistas son extraordinarias. Alcanzamos a ver el mar.

Volvemos al collado y, desde allí, continuamos la ruta descendiendo hasta el embalse de Mendaur. Un lugar apacible y excelente para tomar un respiro después de la ascensión. Cerca del embalse hay un área recreativa con bancos y mesas de piedra que hará más cómoda nuestra estancia.

En el descenso hacia Auritz encontramos, a la derecha del camino, otro importante monumento megalítico. Es el dolmen de Baikuntzeko Etxola. Los pesados ortostatos todavía delimitan una amplia cámara funeraria.

Alcanzamos el fondo del valle, donde se extienden los caseríos de Auritz y de Ituren, este último pueblo es hogar de los célebres zanpantzar, ancestral tradición ligada al carnaval donde estos personajes, también llamados joaldunak, desfilan cubiertos con pieles al son rítmico de los cencerros que llevan atados a sus cinturas.

Cruzamos el río Ezkurra por el puente de Latsaga y volvemos a ganar altura. En esta ocasión superamos 550 metros de desnivel para ganar la cima de Agotaburu, coronada por unas antenas. Desde Agotaburu volvemos a disfrutar de buenas panorámicas.

Cansados del sube–baja del día (habremos acumulado más de 1.400 metros de desnivel en total), descendemos hacia Beintza–Labaien atravesando un bosque de castaños, robles y fresnos. Es el momento de descansar para la siguiente jornada.

 

<div class="destacado_100">ETAPA III: BEINTZA-LABAIEN/BELATE</div>  

 

Por la divisoria de aguas atlántico–mediterránea.

En la tercera etapa vamos a abordar el cordal que forma la divisoria de aguas entre la vertiente atlántica y la mediterránea. Esperemos tener buen tiempo para disfrutar de buenas vistas ya que buena parte de la etapa vamos a caminar a más de 900 metros, por prados de altura que, para nosotros, van a ser como un balcón panorámico. De no ser así, si llueve, siempre podremos entretenernos pensando que parte del agua que nos cae encima llegará hasta el Cantábrico, mientras que otra parte se fundirá con las aguas del Mediterráneo tras ser portada por el Ebro en un recorrido de varios cientos de kilómetros.

Dejamos Beintza–Labaien para afrontar una etapa bastante dura. De hecho, en los primeros 2,5 km tendremos que superar más de 400 m de desnivel, algo menos de la mitad del total acumulado de la etapa, 922 m.

Tras este primer esfuerzo, seguiremos ganando altura más moderadamente por las laderas del Soratxipi. A la izquierda, quedan los embalses de Leurtza. En el collado de Uztakorta enlazamos con el GR–12, el sendero de Euskal Herria. Cambiamos de orientación en la ruta. Hasta ahora hemos caminado hacia el sur desde Bera, ahora nos vamos a dirigir hacia el este.

En el camino hacia Belate encontramos varios monumentos megalíticos, como el dolmen de Pittortzar o el de Mugazoro.

Poco más adelante, pasamos por el monte Larremiar. En este lugar, el 12 de marzo de 1835, se produjo un encuentro bélico que reunió, en bandos opuestos, a dos de los personajes históricos claves para la Navarra del siglo XIX: Zumalacárregui y Espoz y Mina. Se enfrentaron en la batalla de Larremiar, que tuvo lugar en este alto. El escenario es punto de paso de la cordillera, con un camino hacia el norte que lleva a Urrotz, si bien este paso tiene bastante menos importancia que Belate. Zumalacárregui intentó cortar el paso a Mina cuando este se dirigía a liberar Elizondo del bloqueo de los carlistas. Mina acabó huyendo del general carlista, si bien no fue una victoria completa de Zumalacárregui, ya que la intención de este era hacer preso al héroe de la Guerra de la Independencia y evitar el levantamiento del bloqueo de Elizondo, objetivos que no consiguió. Mina, astutamente, cuando la situación era bastante desesperada para sus tropas, falsificó la firma de Zumalacárregui en una orden transmitida a las tropas carlistas que debían cerrarle el paso, lo que le permitió huir con sus hombres de la encerrona que había preparado el carlista. Y es que la astucia siempre fue cualidad de Espoz y Mina y en Larremiar ya peinaba canas. Ya se sabe: más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Hoy no encontraremos aquí a carlistas ni a liberales. Lo que sí llamará nuestra atención son las palomeras que pueblan el cordal montañoso. Están situadas en estas alturas buscando interceptar las rutas migratorias de las aves que pasan sobre estas cimas, al alcance de las escopetas de los cazadores. Tras ganar la cima de Putzueta (1.063 m), descendemos hacia Belate. Estamos en una zona sin pueblos, pero a un kilómetro del Alto de Belate tenemos las Ventas de Ultzama, donde podemos reponer fuerzas y encontrar alojamiento.

 

<div class="destacado_100">ETAPA IV: BELATE/ELIZONDO</div>  

 

Saioa, el techo del trekking, y la riqueza prehistórica del megalitismo del Valle de Baztan

Esta es la etapa más montañera del trekking. Superaremos los 30 kilómetros de caminata con más de 1.100 metros de desnivel acumulado. Además, coronaremos la mayor altura: el monte Saioa, de 1.418 m.

También es la etapa más interesante para los amantes de la historia. Decenas de megalitos, una calzada romana, restos de un monasterio del Camino de Santiago baztanés y recuerdos de una batalla dan interés adicional a la jornada.

Al poco de empezar la caminata nos encontramos con los restos de la calzada romana que atravesaba el estratégico puerto de Belate. Hay investigadores que opinan que la calzada es medieval. El origen y el trazado de la calzada es romano, pero posteriormente fue modificada debido a la necesidad de reparar los desperfectos que la intemperie y el paso del tiempo ocasionaban a la vía.

Cerca de la calzada encontramos el monasterio de Belate. De la existencia de este y del hospital de peregrinos hay constancia desde 1160. Por Belate pasaba el Camino de Santiago que venía del valle de Baztan. En el monasterio se atendía y se facilitaba el reposo a los peregrinos y caminantes que cruzaban los montes por Belate en dirección a Pamplona. En 1793, en la Guerra de la Convención, los franceses lo quemaron. Hoy sólo queda la iglesia como recuerdo de aquellos tiempos en que Belate era uno de los pasos más transitados del Pirineo.

Siguiendo la calzada llegamos al collado de la Ermita. Le da nombre la antigua ermita de Santiago que aquí se levantaba y de la que sólo quedan unas ruinas. Aquí vemos más de media docena de monolitos que se levantan junto a la calzada. ¿Por qué están aquí? Una sugerente teoría dice que son menhires que pudieron ser traídos a este lugar con la romanización de la zona. El traslado de estas piedras de valor simbólico y espiritual sería una manera de demostrar la dominación de las tribus autóctonas por la poderosa Roma. No son los únicos monumentos megalíticos del puerto. Cerca de las ruinas de la ermita encontramos una gran acumulación de piedras. Es el túmulo del dolmen de Matrakola.

Otra muestra de la importancia histórica que tuvo el paso del puerto de Belate fue la batalla que ocurrió en diciembre de 1512. Fue uno de los episodios de la conquista de Navarra. Soldados guipuzcoanos del bando de Fernando el Católico atacaron aquí al ejército del rey Juan de Albret. Los guipuzcoanos vencieron a las tropas del rey navarro destronado y tomaron como botín una docena de cañones que pasaron a formar parte del escudo de Guipúzcoa. Los cañones desaparecieron de la heráldica en 1979, pero todavía podemos verlos en monumentos y escudos antiguos de la comunidad vecina, por ejemplo en el conocido puente de María Cristina en Donostia–San Sebastián.

Pasamos por la cima de Okolín (1.360 m), coronada con un buzón montañero. Desde aquí descendemos al collado de Arrilutx para afrontar el ascenso al techo del trekking: el Saioa. Es este un monte emblemático, cuyo nombre llevan bastantes mujeres navarras. Tras disfrutar de las panorámicas que ofrecen los 1.416 metros de altura, comenzamos la bajada al collado de Artesiaga.

Todavía quedan 20 km de etapa, pero se nos hará más ligera la caminata si pensamos que vamos a atravesar una de las zonas con más riqueza megalítica de Navarra.

Cerca de la Peña de los Generales encontramos una estación megalítica con varios crómlechs, dólmenes y menhires.

Alcanzamos la muga con Francia. En las laderas de Peña Alba hay un interesante conjunto de crómlechs. Uno de los mejores que podemos ver en los más de 100 km de este trekking está junto al vallado que marca la frontera.

Un pequeño desvío muy interesante, pero que supone añadir 100 metros de desnivel a la ruta, es la subida a Peña Alba (1.074 m.) desde donde podemos disfrutar de unas inmejorables panorámicas del valle de Baztan y de las montañas que lo limitan. Con la vista de pájaro que tenemos desde Peña Alba no es raro sentirse como uno de los buitres que rondan por la zona.

Llegamos al collado de Argibel. Un lugar de gran belleza, con prados habitados por ovejas y caballos. El collado separa las peñas rocosas del Argibel y Peña Alba. El lugar tuvo especial significación en la antigüedad para los pastores prehistóricos que levantaron aquí varios monumentos megalíticos. El más interesante es un gran menhir que se encuentra tumbado. Tiene forma triangular y está en el mismo GR-11. Es el menhir de Argibelko lepoa. A unos centenares de metros, otro menhir, el de Zagua.

Otro desvío interesante es buscar, en la ladera norte del monte Argibel, una curiosa roca llamada Harrikolunka (piedra que se mueve en euskera). Para llegar a ella hay que seguir la alambrada fronteriza. A poco más de 300 metros del collado se encuentra esta curiosidad natural. De esta piedra se dice que en días de fuerte viento llega a oscilar dado el inestable equilibrio en que se encuentra.

Desde el collado de Argibel comenzamos a bajar hacia Elizondo, la localidad más importante del valle de Baztan. Dejamos atrás las alturas y descendemos por el GR–11. Atravesamos un frondoso bosque de hayas. Algún haya junto al camino es centenaria y supera los cinco metros de perímetro.

A media bajada llegamos a la fuente de Trampa (tranpako iturria), un excelente lugar para tomar un trago de agua fresca y descansar un poco. Aquí también encontramos las huellas de nuestros antepasados. En la ligera elevación cercana a la fuente está el dolmen de Turreiko Aska.

Tras este largo recorrido por montañas que fueron habitadas por los primeros pobladores de estas tierras, nos hemos ganado un merecido descanso en Elizondo.

 

<div class="destacado_100">ETAPA V: ELIZONDO/BERA</div>  

 

Cerrando el círculo. Últimas montañas y megalitos de camino a Bera.

Elizondo, el punto de inicio de la última etapa del trekking, es conocida como la capital del valle de Baztan. Se trata de la localidad más habitada del valle.

Antes de emprender la caminata podemos visitar el palacio de Arizkunenea, el ayuntamiento, la iglesia de Santiago y el museo etnográfico Jorge Oteiza. Las calles de Elizondo se embellecen con casonas antiguas que lucen en sus fachadas el escudo ajedrezado del valle de Baztan. Se dice que el escudo fue una concesión del rey Sancho el Fuerte en agradecimiento a los baztaneses que lucharon con él en la famosa batalla de las Navas de Tolosa. El ajedrezado simbolizaría la habilidad táctica de los baztaneses en el campo de batalla.

Salimos de Elizondo cruzando el río. Es el mismo que vimos en Bera pero con diferente nombre. Aquí toma la denominación del valle donde nace: río Baztán. Según ascendemos en dirección a Unboto nos despedimos de Elizondo con unas buenas panorámicas sobre la población.

A la altura de Elizasoria Borda, junto a la casa que vemos a la izquierda del camino, encontramos el menhir de Saroiko Bixker, que se encuentra todavía en pie. Desde aquí disfrutamos de unas amplias vistas de la comarca. El paisaje es propicio para imaginarse antiguos ritos druídicos, donde el cielo era la bóveda del más inmenso templo y el menhir el altar, el tótem de la tribu.

Un poco más adelante dejamos la borda de Apezenea a la izquierda y llegamos a una cómoda área recreativa con fuente y arbolado que regala buena sombra. Entre la borda y el área recreativa se encontró un importante conjunto de fondos de cabaña (las huellas que han dejado sobre el terreno las viviendas de los antiguos poblados prehistóricos). Probablemente, en estos prados vivieron los pastores que levantaron el menhir de Saroiko Bixker y los otros monumentos megalíticos de los alrededores. En la misma área recreativa encontramos otro menhir, este de pequeñas dimensiones.

Desde esta zona de descanso vemos las cimas gemelas de Unboto y Ezkitz. El camino se interna en el bosque y pasa entre ellos. Al salir de la zona arbolada, a la altura de la loma herbosa de Urruspil, merece la pena desviarse para subir a Ezkitz. Desde lo alto de su cima rocosa tenemos una de las mejores panorámicas del valle y de las montañas que lo rodean: Alkurruntz, Gorramendi, Autza, Peña Alba y Abartan son las guardianas del valle de Baztan. Cinco montañas que son como los cinco dedos de una gigantesca mano que en la palma sostiene cuidadosamente a los quince pueblos del valle.

De vuelta a la ruta es un espectáculo ver a los caballos con sus crías en las laderas de Atxuela. Contrasta la placidez que se respira en estos prados de altura con los búnker que empezaremos a ver y que recuerdan tiempos de conflicto. Son fortificaciones de la llamada línea P, construida por mandato de Franco ante el temor de una posible invasión aliada tras la II Guerra Mundial.

Desde Atxuela descendemos por el camino de Ezkisardi hasta Bera. Todavía nos queda superar algún sube–baja hasta llegar al final del recorrido, pero no será problema. Tras los más de 100 kilómetros recorridos nuestras piernas ya se han acostumbrado al esfuerzo.

Desde la última cima del trekking, el monte Santa Bárbara, ya vemos Bera. Entramos en la localidad con los ojos llenos de verde, de montañas, de bosques, de aguas rumorosas. Recordamos el Bidasoa, un río tranquilo pero que fue escenario de batallas; San Juan Xar, un hogar de lamias hecho realidad; los blasones de las casonas antiguas, que nos trasladan a tiempos de caballeros e hidalguías; el Saioa, orgulloso en su altura; los menhires y dólmenes que recuerdan a los más antiguos habitantes de estas tierras; las centenares de panorámicas que han pasado ante nosotros, que casi nos han hecho sentir pájaros…

Acabamos el trekking sentados junto a la regata de la Casa de los Baroja, en Bera. Aquí vivieron varios escritores e intelectuales de esta familia. Es una casona hermosa, en un rincón pleno de naturaleza. Allí, podemos evocar las palabras que escribió Pío Baroja, en su novela “El Amor, el Dandismo y la Intriga”, donde recordaba los versos del poeta de Sara, Elizamburu. Los versos en euskera están escritos con la ortografía que se usaba en el siglo XIX:

“Icusten duzu goicean,

arguia asten denian.

mendito baten gañían

eche tipitho aintzin churi bat,

lau aitz ondoren erdian

chacur churi bat atean

iturriño bat aldean.

An bizi naiz ni paquean”

 

(“¿Ves por las mañanas, cuando la luz comienza a alumbrar, en lo alto del monte, una casa chiquita, con la fachada blanca, en medio de cuatro robles, con un perro blanco en la puerta y una fuentecilla al lado? Allí vivo yo, en paz.”)

Después de haber recorrido estos montes dan ganas de tener esa casa chiquita, aquí, en los Valles Tranquilos.

 

Te puede interesar

Te puede interesar

(Reportaje publicado en la revista Conocer Navarra nº 32 con fecha septiembre de 2013. Texto y fotografías de JULIO ASUNCIÓN).

Para leer este contenido exclusivo, debes tener una suscripción en
Diario de Navarra
Tipos de suscripción:
  • Web + app (0,27€ al día)
  • Versión PDF
  • Periódico en papel
Mereces información de calidad, sin límites