Qué ver y hacer en Oteiza, Navarra
Un paseo por esta pequeña villa de Tierra Estella en cuyo término se encuentra uno de los despoblados más fotografiados de Navarra
- Sara Sánchez
- DN Contenidos
Oteiza (también Oteiza de la Solana) es una pequeña población, con categoría de villa, y una historia bien documentada que nos revela la importancia de su estratégica ubicación. Perteneciente a Tierra Estella, está rodeada de otras poblaciones tan reconocibles como Villatuerta, Lerín, Mendigorría, Larraga, Allo, Dicastillo, Morentin y Abérin. A solo diez kilómetros, vigila la ciudad de Estella.
De su pasado más lejano nos hablan los restos de la Edad de Hierro, escasamente visibles pero documentados, del antiguo castro construido hace dos milenios sobre el cerro de Tuturmendia. Para los curiosos de la historia, uno de los muchos paseos balizados de la zona permite llegar hasta este lugar. También se recogieron interesantes vestigios, en este caso de la Edad de Bronce, en la zona conocida como Florín.
La primera cita documentada de la existencia de esta población se remonta a 1074. Esta es la fecha en la que se elabora el conocido como Becerro de Irache, perteneciente al Monasterio del mismo nombre. En este texto queda registrada la donación de la iglesia de San Salvador de Otheiça por parte de rey de Navarra Sancho IV, conocido como el de Peñalén, al citado cenobio.
UN CALLEJEO POR OTEIZA
Pasear por esta pequeña villa, que no alcanza el millar de habitantes, nos ofrece algunas sorpresas. Las calles Mayor y Mendia conservan bonitos ejemplos de edificios blasonados del siglo XVIII. En el corazón del pueblo, se alza la iglesia de San Miguel. De origen románico, el edificio actual recoge estilos de diferentes épocas, desde el siglo XVI al XVIII. Además de sus interesantes retablos barrocos, destacan dos elementos del antiguo templo románico: una imagen de la Virgen Blanca y la pila bautismal. También en su interior han encontrado cobijo algunas de las esculturas que se encontraban en la casi desaparecida iglesia de Baigorri.
Otros dos edificios de origen religioso completan el patrimonio arquitectónico de Oteiza son las ermitas del Salvador y de San Tirso. La primera de ellas se encuentra en la zona alta del pueblo y, aunque conserva elementos constructivos del siglo XVI fue reconstruida en el siglo XIX. El retablo está dedicado, además de al Salvador, a Santa Bárbara, motivo por el cual también se conoce a esta ermita con el nombre de esta santa.
La ermita de San Tirso es un edificio del siglo XVIII que guarda un curioso tesoro. Se trata de un miliario y una columna datadas en la época del emperador Adriano que hoy forman parte de sus muros.
LA BELLEZA DESNUDA DE BAIGORRI
Uno de los lugares más visitados de Otieza de la Solana se encuentra alejado de su núcleo de población. Se trata del despoblado de Baigorri, que es por su fotogenia romántica y decadente uno de los lugares más fotografiados de Navarra, especialmente por aquellos que practican la fotografía nocturna.
Baigorri fue una de las propiedades históricas de los Condes de Lerín y del Duque de Alba. Señoreó el territorio un castillo, del que no han quedado vestigios. Si quedan en pie parte de los muros de algunas viviendas y de la iglesia de la Purificación, que impacta al visitante con el equilibrio de sus paredes derruidas. Entre estos restos se libró una de las batallas más duras entre las tropas napoleónicas y las del guerrillero Espoz y Mina.
LA LEYENDA DE LA BALLENA
A los vecinos de Oteiza se les conoce como los ‘balleneros’. ¿De dónde procede semejanto nombre? La propia web del ayuntamiento nos desvela esta curiosa leyenda.
“Hace muchos años en Oteiza había una balsa que se llamaba Idoia. Se situaba a las afueras del pueblo en el lugar donde hoy se ubica el parque "Idoiazarra", a la que acudían a abrevar las caballerías. Se cuenta que un día al anochecer, un vecino regresaba hacia su casa después de su jornada de trabajo. Al pasar junto a la balsa divisó en ella algo que se movía y alarmado corrió al pueblo creyendo haber visto una ballena. Los habitantes del pueblo, corrieron hacia la balsa a comprobar el fenómeno y vieron que en realidad se trataba de un simple baste de burro que flotaba en el agua. Desde entonces es frecuente que a los oteizanos les llamen balleneros".
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