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Navarros globales

Una joven de Leitza, investigadora en terapia génica en la Universidad de Harvard

Natural de Leitza, graduada en Bioquímica, se doctoró con una investigación en terapia génica con vectores virales y se trasladó a Boston, donde lidera un laboratorio y es profesora junior en la Universidad de Harvard

Nerea Zabaleta Lasarte, con un perfil de Boston Cedida

La de Nerea Zabaleta Lasarte es una de esas historias cinceladas en vericuetos azarosos. Iba a estudiar Medicina. Tenía nota y plazas para poder hacerlo, pero no había cursado Biología en el Bachillerato y no se pudo matricular. Optó por Bioquímica, sin saber muy bien qué era aquel nuevo grado, y con intención de mudarse a Medicina al año siguiente. Pero le gustó tanto que sigue en la aventura de la investigación entre la biología humana y la química. Tras acabar la carrera se doctoró en terapia génica y lleva desde 2019 en Boston, primero en un postdoctorado y ahora como investigadora principal en un laboratorio y profesora junior en Harvard Medical School.

Nerea Zabaleta es de Leitza, allí estudió Primaria, Secundaria y Bachillerato. Continuó su formación en la Universidad de Navarra, contenta con la química, la genética, microbiología clínica y con llegar al detalle de los procesos moleculares. Las prácticas de verano le llevaron al CIMA, donde investigó en terapia génica con la profesora Gloria González Aseguinolaza. La nombra varias veces a lo largo de la entrevista: “Ha sido y sigue siendo mi mentora, mi asesora, mi aliada...”. Concluido aquel periodo tuvo claro que cursaría un máster en investigación biomédica. Inició después el doctorado en terapia génica, centrado en el desarrollo de tratamiento para una enfermedad rara, prevalente en las Islas Canarias y con origen en el hígado. “Hay un gen mutado, no se produce una proteína necesaria en el hígado y se genera un componente tóxico para los riñones que produce un fallo renal. La estrategia consiste en corregir el defecto metabólico en el hígado de manera que no se genere el compuesto que daña el riñón”, resume Nerea que la terapia génica consiste en “usar genes como tratamiento” y una de las formas más comunes es utilizar la terapia basada en vectores virales. En ellos se ha centrado su carrera.

Durante la tesis hizo dos estancias internacionales, una en París en 2016 y otra en 2017 en el Albert Einstein, en el Bronx en Nueva York. Subraya que estas dos experiencias fueron un reto: “Lo pasas mal al principio, pero aprendes muchísimo”. Para la estancia postdoctoral, Gloria González le recomendó el laboratorio dirigido por Luk Vandenberghe en Boston. Uno de los miedos de Nerea era la elevada competitividad en Estados Unidos. Así que hizo las maletas un poco a medias. Llegó en 2019. Le gustó. El objetivo principal de la investigación era estudiar los conceptos básicos del vector viral. Al año irrumpió la pandemia que lo paralizó todo.

Tuvieron entonces un llamamiento para desarrollar un vector viral en forma de vacuna. Fueron meses intensos, “trabajando día y noche, duro psicológica y físicamente, con Boston desierta”. Fueron rápido, “pero no tanto como otras farmacéuticas mucho más grandes”. Luk Vandenberghe creó un consorcio enfocado a la vacuna y Nerea, la investigadora con más experiencia, se quedó al frente del laboratorio, sin descuidar otras tareas. “La experiencia fue increíble, tuvo sus peajes, pero muy buena”, reflexiona. No llegaron a comercializar la vacuna, pero el director se tomó una excedencia en este objetivo y ofreció a Nerea liderar el laboratorio. En ello está desde enero, cuando pasó de postdoc a Instructor, o facultativa, el nivel de profesor junior en la Universidad de Harvard. “Ya no me pongo guantes, ahora mi tarea consiste en buscar becas, pedir financiación, escribir artículos..., aunque el objetivo final es siempre la investigación, no con las manos, sí con la cabeza”, el discurso de Nerea no pierde un ápice de entusiasmo. “Ahora tengo otras responsabilidades, pero cuando más disfruto es hablando con la gente del laboratorio”, señala que el siguiente paso sería el de profesora asistentey poder contar con un laboratorio independiente. “Mi objetivo es desarrollar el máximo posible aquí y volver a España con un puesto de investigadora académica”.

Entretanto continúa con su vida en Boston, donde vive con su pareja, el pamplonés Jaime Ibarrola Ulzurrun, bioquímico e investigador como ella, pero en el ámbito de la Cardiología. Dedican parte de su tiempo a la asociación sin ánimo de lucro ECUSA, que agrupa a científicos españoles en Estados Unidos. También con su paisana Naiara Perurena. “Ella lleva un carrerón, pero es muy discreta en la exposición pública”, sostiene Nerea. Colabora en MECUSA, la comisión de Igualdad donde tratan de derribar estereotipos con el proyecto ‘Ellas son ciencia’. “Siempre es igual, se vincula un científico a una persona mayor, de porte serio, hombre...”, subraya. Considera que “hay mucha gente buena, muy bien formada con responsabilidad por el trabajo, pero es difícil volver a España por las limitaciones”, lamenta.

Su horario laboral discurre de 9 a 17 horas. “Nunca lo cumplo. Empiezo a las 8 y hasta que acabe, aunque en verano disfruto del buen tiempo, en invierno hace mucho frío”, apunta que “en Boston hay mucha gente internacional, diferentes culturas y a veces es difícil hacer buenos amigos cuando no compartes tantas cosas. Por eso la mayoría son españoles, al principio parece que somos muy diferentes entre el norte y el sur, pero eso se difumina cuando después de las reuniones de ECUSA comemos una paella y echamos la tarde al sol”, sonríe. “Además de tantos sitios increíbles que hay por conocer. En dos semanas iremos a Hawai”, avanzaba a mediados de agosto. En octubre, cuando cumplirá 31 años, visitará a su familia en Leitza, sus padres, su hermana... sus raíces.

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