Ángel Inda, el locutor que no podía acabar las frases
Ángel Inda se contagió hace un año de Covid 19. El virus le dejó secuelas, tuvo que aprender a hablar y recuperar la movilidad. Aún está en rehabilitación en la residencia de Erro, donde toca el órgano en misa y acaba de crear un coro
- Pilar Fernández Larrea
"Pasé de ser locutor de radio 40 años a no poder acabar una frase”. Ángel Inda, perfil polifacético, hombre de tantos oficios en la música, en el periodismo y en los recursos humanos, se recupera del virus del Covid19que en su cuerpo fue un zarpazo que engulló su capacidad de expresión y le limitó la movilidad. Se contagió hace un año y desde este enero vive en la residencia Amavir Ibañeta, en el valle de Erro, donde toca el órgano en la misa cada viernes y ha formado un coro que ensaya a diario.
Una visita a Urgencias por un problema que creía rutinario en la próstata desveló una bacteria en el organismo de Ángel Inda, que este mes cumple 80 años. “La tensión bajó de 13 a 6, quedé ingresado y me contagié de covid estando en el hospital. Superé la bacteria, pero el covid hizo estragos y desplazó al anterior problema, estuve 30 días ingresado en el hospital San Juan de Dios, varios en la UCI. Vi la muerte muy cerca y ahora no le tengo miedo. Los médicos corrieron para salvarme”, relata Ángel Inda una tarde soleada, cuando la nieve aún perfila en los montes del Pirineo. Su vida dio un giro, un quiebro que trata de enderezar con meses de rehabilitación y con mucho ímpetu. “Cuando enfermé organizaba como cada año el festival de habaneras para el mes de mayo. Pero todo eso ha quedado aparcado y me centré en la recuperación, de la mano de la fisioterapia. Mis 75 kilos no se tenían de pie, no terminaba las frases, buscaba sinónimos, pero tampoco así podía. Además, me faltaba aire, me afectó a la movilidad. Ahora mi vida es la residencia y quienes aquí habitan. Dicen que me van a hacer un homenaje. No quiero homenajes, el mejor sería que vengan a animar a este gente”, confiesa que ha buscado la soledad deseada, “la calma después de una actividad desbordante”. Alaba el buen ambiente de la casa, “familiar, de pequeño tamaño, con menos de 50 residentes, 22 sillas de ruedas, diez bastones y diez personas con gran dependencia y cocina propia que en un mes apenas repite platos”.
Ángel ha donado varios de sus instrumentos: un acordeón y un órgano. Le queda otro electrónico y la bandurria. Con él pone música la eucaristía que celebra cada semana Valentín Eguíluz, canónigo de Roncesvalles. Habilitan un coqueto altar presidido por un pequeño crucifijo y imagen de la virgen de Roncesvalles, en una mesa del salón del actos. Veinticuatro residentes, cuatro cuidadores y la médicaque atiende el centro, participan en la del 10 de febrero. A buen seguro más fieles que en muchas parroquias. En media hora acaba la misa entonando ‘Agur Jesusen Ama’. La voz de Nati Lapeire destaca sobre el resto. Natural de Valcarlos. Viste de luto en un rostro amable. Sabe que tiene muchos años, prefiere no recordar cuántos. Y luego canta a capela ‘Ama maite María’, agita recuerdos y emociona la tarde. Ella es una de las solistas junto a Maritxu Equísoain, “que borda” la jota ‘El jilguero’ o “la todoterreno Angelines Azcárate, natural de Eugi y afincada en Zubiri, un poco el corazón del coro”. El sacerdote anima a seguir cantando, ya no piezas litúrgicas. Aquello se convierte en una ronda desde Santurce a Bilbao... y la música despierta almas adormecidas, sonríen, aplauden. Viven.
“El padre Valentín nos dio el sobresaliente, así que nos hemos animado y ahora preparamos el Padrenuestro de Manuel Turrillas”, subraya Ángel Inda de la media hora que ensayan cada tarde. “Les gustan las rancheras, cantamos El Rey, Poder Volver, en fin, repertorio variado”.
Entretanto, Inda sigue su adaptación a los horarios de la residencia. “Tengo un problema con el reloj biológico sí. Me acuesto temprano aquí para las tres de la mañana ya he dormido suficiente”, describe que por lo demás está muy contento. “No conocía a nadie, pero me adapto bien”, trata de desterrar la imagen negativa que en ocasiones “algunos medios de comunicación o redes sociales ofrecen de las residencias para personas mayores”.
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