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La vida en el Camino XX

Nuevos tiempos, nuevos peregrinos

2021 es Año Santo en el Camino de Santiago. Con ese motivo una larga serie de reportajes recorre las vidas y las historias de algunos peregrinos que recorrieron la Ruta Jacobea a lo largo de la historia y escribieron sobre ella

Representación de un peregrino del Libro de la Cofradía de Peregrinos de Senlis, (1690 - 1829). Francia. Senlis, Museo de arte y arqueología. DN

Con el paso de los siglos las peregrinaciones fueron cambiando, los peregrinos también. Las peregrinaciones a Santiago, como toda manifestación religiosa y como todo fenómeno social, presenta facetas diferentes, dado que los motivos que inducían a peregrinar en los siglos X a XII no eran semejantes a los que movían a otras personas a emprender la ruta de Santiago en los siglos XVI al XVIII, como tampoco son los mismos que los de los peregrinos del siglo XX.

De esta manera, tras siglos de extraordinario auge durante la Edad Media, época en la que Compostela se convierte en centro espiritual y cultural de Europa, a finales del XVI las peregrinaciones sufrieron un considerable retroceso. La aparición de la Reforma protestante europea, con figuras como Erasmo de Rotterdam y Lutero, supuso un duro golpe, pues significó la desaparición de gran número de fieles europeos, sobre todo de alemanes e ingleses, a la vez que los franceses se mostraron más reacios al apoyo de este fenómeno.

A esto se añade la actitud de la Inquisición, que sospechaba de cualquier persona extranjera, sobre todo alemana, que recorría la senda hacia Compostela, y de la picaresca, que provocaba que muchos vagabundos se aprovecharan de los peregrinos.

Testimonios y opiniones en contra de las peregrinaciones

Doctrinalmente, las prevenciones contra la peregrinación habían nacido con la peregrinación misma, dado que la larga ausencia de los lugares de residencia habitual encerraba muchos peligros. De esta manera, ya en el siglo XIII el predicador franciscano Bertoldo de Ratisbona, no solo se limitaba a condenar la peregrinación de las mujeres diciendo que estas llevaban consigo más pecado que indulgencias, sino que en uno de sus sermones menciona: ¿qué encuentras en Compostela cuando llegas allí?, ¡el cuerpo de Santiago que es un cuerpo muerto y un cráneo!, la parte mejor, está allá, en el cielo.

En este sentido la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis en el siglo XV, mencionaba: “Qui multo peregrinantur, raro sanctificantur / Quien a menudo ha peregrinado, raras veces es santificado”. Asimismo, el fraile predicador y reformador evangélico italiano Bernardino Ochino de Siena criticó en diversas cartas y sermones a las peregrinaciones, pues las consideraba superfluas,

Pero será Martín Lutero, religioso de la Orden de los Agustinos, responsable inicial de la controversia más decisiva en la historia de la Iglesia, el que tuvo gran influencia en la decadencia imparable de las peregrinaciones en el siglo XVI. Su oposición a las indulgencias, de las que creía que se hacía un abuso insufrible, afectó determinadamente a la peregrinación jacobea, dado que criticaba la forma de realizarla y lamentaba, por ejemplo, que se convirtiera en una ocasión para el pecado y se pudiera hacer por unas personas en nombre de otros a cambio de una cantidad de dinero. Afirma S. Noia, especialista en el mundo jacobeo germano, que en las obras de Lutero se recogen hasta 275 alusiones a la peregrinación compostelana y a sus significados.

Las advertencias de Lutero y otros reformistas tuvieron eco sobre todo en los países nórdicos y buena parte de Alemania. Si las peregrinaciones inglesas habían comenzado a declinar con la ruptura del rey Enrique VIII con la Iglesia romana (1537), las alemanas lo van a hacer de forma más lenta, pero también de manera inexorable, debido a la influencia de Lutero y la Reforma.

Asimismo, Erasmo de Rotterdam de acuerdo con su pensamiento, condenaba muchas formas de piedad popular y, entre ellas, las peregrinaciones en busca de ventajas materiales relativas a la salud o de indulgencias: “Hay quien llega a ir a Jerusalén, a Roma y hasta a Santiago de Compostela, en donde nada tienen que hacer”, afirma en su Elogio de la locura.

Nuevos tiempos, nuevos peregrinos

Al comenzar la Edad Moderna, por causas ideológicas, doctrinales, económicas o sociales, se altera un tanto la imagen tradicional del peregrino medieval y se introducen modalidades nuevas. La sed de aventura del hombre medieval encontrará ahora otros cauces de evasión como los descubrimientos, el comercio a larga distancia o las diversas guerras nacionales, que canalizarán la actividad de muchas gentes inquietas que en la Edad Media no tenían más horizonte que la peregrinación a los lugares santos.

En el siglo XV se había iniciado un nuevo tipo de peregrino caballeresco, para el que la meta piadosa del viaje era poco menos que un pretexto para tener ocasión de ver países y costumbres exóticas o frecuentar cortes extranjeras como ha podido verse en los relatos de los viajeros alemanes Sebastián Ilsung de Ausburgo, Küning von Vach, Jerónimo Münzer, el noble caballero Arnold Von Harff o el caballero francés Jehan de Tournay.

Por tanto, cesan los cortejos de caballeros o de ricos mercaderes, que veíamos en el siglo XV y aun en la primera mitad del XVI. Tampoco veremos acudir a Santiago a monarcas y príncipes extranjeros, y los españoles que hacen la peregrinación llegan accidentalmente, de paso para otros lugares. Tal es el caso de Felipe II, que hizo la peregrinación con la piedad en él habitual, pero lo hizo con ocasión de su marcha a Inglaterra donde iba a contraer matrimonio con María Tudor.

Una buena parte de peregrinos la constituyen ahora gentes de clase media, clérigos, y, sobre todo, gentes de condición modesta, artesanos y especialmente labradores. Estos, decía en el siglo XVII el canónigo de Roncesvalles, Martín Burges de Elizondo, hacen su peregrinación ordinaria con devoción y quietud, y entre ellos es importante el haber estado en Santiago de Galicia, y para prueba de esto llevan de retorno conchas sobre las mucetas, y plumas de gallo y gallina de Santo Domingo de la Calzada en los sombreros. Y en Roncesvalles hacen sus devociones en la iglesia principal y en los demás lugares píos, particularmente en la capilla del Espíritu Santo.

Falsos peregrinos. Peregrinos gallofos

A los peregrinos de modesta condición social se une una masa pintoresca de picaros, vagos y maleantes, que van de santuario en santuario haciendo profesión de su condición de peregrinos. Estos, en opinión del canónigo Burges de Elizondo, no son muchos en número, si se compara con los auténticos peregrinos, pero son los que más han de contribuir a desacreditar la peregrinación en todos los ambientes, y los que provocaron las medidas reguladoras de la peregrinación.

El subprior de Roncesvalles, Juan de Huarte, haciéndose eco de esta animadversión general resumía así el cambio operado en la condición de los peregrinos: “Con estas gentes la peregrinación antigua en estos tiempos está deslustrada, convertidos los buenos propósitos en malos o la devoción en risa. Los caminos, los santos hospitales y píos lugares que había en ellos, para acoger y regalar a los buenos, sirven ahora de cuevas de ladrones”.

El falso peregrino, el peregrino “gallofo”, aparece con la peregrinación misma; ya se fustigan sus tretas en el Liber Sancti Iacobi, pero en los albores de la Edad Moderna debió de multiplicarse su número a juzgar por las medidas restrictivas que se toman contra ellos en todas partes, lo mismo en Europa que en España.

Los textos de la época dan detalles sobre la contextura moral y psicológica de estos falsos peregrinos que son vagamundos, holgazanes, valdíos, inútiles, enemigos de trabajos y del todo viciosos, que ni son para Dios ni para el mundo, “que andan vagando sin querer trabajar... y andan hurtando, robando y haciendo otros delitos y excesos... y para poder hacer con más libertad lo dicho, fingen que van en romería a algunas casas de devoción... y se ponen hábitos de romeros y peregrinos”.

En este sentido, las palabras de Cervantes en Don Quijote son muy ilustrativas: cuando Sancho abandona el gobierno de la ínsula Barataria encuentra a un grupo de peregrinos extranjeros que cantan pidiendo limosna. Entre ellos viene disfrazado un antiguo vecino de Sancho, el morisco Ricote, que hubo de abandonar España al promulgarse la expulsión de los moriscos en 1609. Sancho ofrece para merendar pan y queso, pero los romeros sacan vino, aceitunas, jamón y hasta caviar y dice Cervantes: “Arrojaron los bordones, quitáronse las mucetas o esclavinas y quedaron en pelota, y todos ellos eran mozos y muy gentileshombres”. Está claro que bajo el hábito de peregrino se escondían personalidades muy distintas.

Relatos de viajeros

A pesar de ello conocemos también interesantes relatos de viajeros que, en su mayor parte, proporcionan junto al recuerdo de hechos y experiencias personales, datos geográficos, históricos y ambientales estrictamente relacionados con el viaje, así como la atención a los peregrinos en diversos emplazamientos.

Entre los viajeros de estas centurias modernas destacaremos a Andrew Boorde, viajero, médico, monje cartujo y escritor inglés que viajó dos veces a Compostela, la primera en 1532, publicándose su relato en 1547, una guía sumaria y una descripción de los principales reinos y regiones de la Europa renacentista. Curioso asimismo es el viaje realizado por Jacobo Sobieski de Janina, diplomático, viajero e hispanista polaco, que llegó a Compostela en 1611, siguiendo una costumbre entre la nobleza polaca, que era la realización de un largo viaje por Europa para perfeccionar su educación.

Domenico Laffi, clérigo boloñés es uno de los peregrinos más importantes en la historia jacobea debido a la obra que publicó tras su segunda peregrinación, en 1670, titulada Viaggio in Ponente, sin duda, el texto más importante y significativo de la literaturaodepórica italiana que además, ofrece gran interés para la historia del Camino dado que muestra cómo en la mitad del siglo XVII seguían vivas las instituciones nacidas al calor de la peregrinación y porque su itinerario coincide, con pequeñas desviaciones con el recorrido relatado por Aimerico Picaud en la Guía de peregrinos.

Destacan asimismo los relatos de un viajero francés, sastre de profesión Guillermo Manier; de Jean Bonnecaze, de Pardies-en-Bearn, que realizó una peregrinación a Santiago acompañado de tres amigos regresando después de múltiples peripecias y calamidades a casa de sus padres que le creían muerto; también procedente de los Pirineos Atlánticos, Jean Pierre Racq, peregrinó a Santiago en1789, así como el pícaro Nicola Albani que dejó bellas acuarelas de su viaje.

Vemos, en definitiva, un mosaico de diversos personajes transitando por las sendas compostelanas que muestran variedad de incentivos dado que, pese a la motivación inicial, que es la realización del Camino siempre han puesto de manifiesto otras apetencias humanas, entre ellas las de viajar por países desconocidos, entrar en contacto con otras culturas, conocer gente diversa o vivir aventuras tal y como apunta A. Pombo. Incluso L. Vázquez de Parga, reconocía que en muchas ocasiones, bajo la piadosa disculpa del viaje no había más que “un pretexto para la satisfacción de la curiosidad por conocer gentes y tierras extrañas para su humor inquieto de viajero, o más prácticamente, para el mejor desarrollo de sus negocios”.

Con el paso de los siglos las peregrinaciones fueron cambiando, los peregrinos también. Las peregrinaciones a Santiago, como toda manifestación religiosa y como todo fenómeno social, presenta facetas diferentes, dado que los motivos que inducían a pe

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