Endometriosis: un calvario de dolor, sangre y visitas a urgencias
Nerea Osés, de 42 años; y Marisa Alama, de 45, tienen endometriosis desde su primera regla a los 11 y 12
- Sonsoles Echavarren
Nerea Osés Redondo le vino la regla con 11 años y vivió cinco en un auténtico infierno. Un calvario de dolores abdominales insoportables, sangrados que no se contenían de ningún modo, mareos, desmayos... Una situación similar experimentó en la misma época Marisa Alamán Aguirre, que no podía ni caminar diez minutos por la calle, ni mucho menos practicar gimnasia, cuando le venía el periodo, que le llegó a los 12 años. Las dos pamplonesas tienen hoy 42 y 45, respectivamente, y sufren de endometriosis desde su adolescencia. A pesar del calvario que han atravesado y de que muchos médicos coincidían en que eran prácticamente estériles, las dos son madres. Nerea tiene dos niños, de 4 y 2 años; y Marisa, tres, un chico de 14 y dos mellizos (chico y chica), de 11. “Hemos pasado muchas horas en urgencias y sufrido la incomprensión de gente a nuestro alrededor”, insisten.
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Las dos han peregrinado por un montón de especialistas (ginecólogos, endocrinos, aparato de digestivo, psicólogos...) hasta dar con el diagnóstico. En el caso de Nerea fue a los 16 años; y en el de Marisa, a los 30. “Me puse muy mal -relata Nerea-. Me desmayé, vomitaba, tenía fiebre... Al principio, pensaban que era apendicitis pero el apéndice no estaba inflamado”. Tras dos días “gritando de dolor” en urgencias, llegó una ginecóloga que aseguró que era un problema en los ovarios. “Me operaron y me limpiaron los ovarios y el útero. Y empecé a tomar anticonceptivos”. Los dolores cesaron, recuerda, pero cuando quiso dejar de tomar la ‘píldora’ para ser madre le aseguraron que no iba a poder “de manera natural”. “Pero me quedé embarazada dos veces. Con la lactancia prolongada, he estado cinco años muy bien y ahora me han puesto un DIU (dispositivo intrauterino) y ya no tengo dolores”. Eso sí, continúa su relato, presenta una sensibilidad química extrema, por lo que le dieron la incapacidad en su trabajo como socorrista y monitora de natación. “Ahora me gustaría encontrar otro trabajo en otro sector”. Nerea Osés aplaude el apoyo que le ha prestado siempre su familia (padres, pareja, amigos...) “Suerte que mi madre me creyó, porque me veía con las hemorragias, y les decía a los médicos que no estaba loca”.
EMBARAZOS DE RIESGO
El caso de Marisa Alamán es algo diferente al de Nerea. Como todos. Porque cada endometriosis es distinta. Como cada mujer. Desde que le vino la regla con 12 años, solo recuerda dolor y hemorragias. “De mi casa al colegio, no tenía más de diez minutos andando. Me ponía un támpax súper y dos compresas. Pero, a pesar de todo, en cuanto llegaba me tenía que cambiar. Y, claro, ¿cómo iba a practicar Educación Física así? Pero me daba vergüenza decírselo al profesor”. En su caso, como en el de Nerea, cuenta que más de una vez se mancharon la ropa en el colegio y tuvieron que anudarse jerseys, chaquetas o abrigos a la cintura para disimular la mancha.
“Mi madre pasó por lo mismo que yo - cuenta- aunque entonces no se hablaba de endometriosis. A ella la operaron y me entendía porque, además, era sanitaria”. Cuando Marisa cumplió los 15 años, le diagnosticaron ovarios poliquísticos (entonces nadie le habló de la endometriosis) y le recetaron anticonceptivos, que tomó hasta los 30. “En varias ocasiones los intenté dejar porque no me parecía normal tener que tomarlos tanto tiempo seguido. Pero cada vez que los dejaba lo pasaba fatal. Volvía el dolor insoportable y la hemorragia”.
Aunque finalmente, cuando decidió intentar ser madre, no tuvo más remedio que abandonarlos. “Me decían que iba a tener muchos problemas para quedarme embarazada pero no fue así”, cuenta. Aunque añade que sus dos embarazos (uno único y otro gemelar) acumularon mucho riesgo. Y se sumaron la diabetes gestacional (exceso de azúcar en la sangre), la preclampsia (tensión alta) o la colestasis (una afección en la que se obstruye el flujo de la bilis en el hígado). “¡Fíjate que tomaba quince pastillas diarias!”, apunta esta mujer que gestiona un apartamento turístico. Por si fuera poco, entre los dos embarazos, la operaron por laparoscopia (tres incisión en el abdomen) para “limpiar” el endometrio extendido por todo el abdomen. “Mi endometriosis era de grado cuatro (el más alto) y tenía adherencias por el intestino. Me ‘rasparon’ demasiado y tuve una hemorragia, por la que estuve ingresada una semana”.
Los dos años tras el segundo embarazo fueron “muy buenos” pero regresó un dolor que no la “dejaba vivir”. “Estaba todo el día en urgencias pero no me resolvían nada. Me ponían paracetamol, cuando necesitaba analgésicos mucho más fuertes”. En un ingreso le colocaron el mismo DIU que a Nerea y desde entonces “vive sin dolor”. “No sé cómo estaré por dentro pero no tengo dolor y para mí eso es suficiente”.
Nerea Osés Redondo le vino la regla con 11 años y vivió cinco en un auténtico infierno. Un calvario de dolores abdominales insoportables, sangrados que no se contenían de ningún modo, mareos, desmayos... Una situación similar experimentó en la misma
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