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Tradición ferroviaria

Javier se jubila y su hijo Ismael le releva a los mandos del tren

El cirbonero Javier Lozano Moreno se prepara para jubilarse como maquinista, mientras su hijo, Ismael Lozano Gil, de 20 años, concluye los estudios para estar listo y examinarse como maquinista en lo próximos meses. Casos como el de este padre e hijo son ya excepciones en Navarra

Javier Lozano Moreno y su hijo, Ismael Lozano Gil, en la estación de Renfe en Castejón Blanca Aldanondo

Si la vida se asemeja a un viaje en tren, con paradas donde suben unas personas y bajan otras, la historia de Javier e Ismael es la de un padre y un hijo que este año coinciden en la misma estación. Javier Lozano Moreno (4-12 -1962) se jubilará el próximo octubre como maquinista de Renfe, su empresa durante cuatro décadas. Mientras este cirbonero se prepara para apearse del mundo laboral, su hijo Ismael Lozano Gil (25 -03 -2002) está punto de concluir la formación como maquinista en la escuela de Renfe en Miranda de Ebro y coger el testigo a los mandos del tren.

Los casos de relevo generacional en el mundo ferroviario de Navarra son cada vez más escasos, prácticamente excepciones. Lejos queda cuando hace medio siglo en Castejón 535 familias vivían del ferrocarril. En la actualidad, entre Castejón y Pamplona -las dos residencias de destino de Renfe en la Comunidad foral- hay 35 maquinistas, pero más de la mitad está de paso, en formación en trenes de cercanía para luego pedir traslado, según informan desde el Sindicato Español de Maquinistas Ferroviarios (Semaf).

La tradición ferroviaria se ha perdido mucho en Navarra. Da pena. Soy el único maquinista de Cintruénigo. No ha habido más en los cuarenta años que llevo en Renfe. Mi hijo, cuando termine los estudios, será el siguiente en el pueblo”, comenta orgulloso Javier. Pero ninguno de los dos son los primeros ferroviarios de la familia. La saga tendrá su tercera generación en Ismael porque Javier heredó la vocación de su padre, Gregorio Lozano Poyales, quien trabajó en Renfe (el origen de la empresa se remonta a 1941-) pero no como maquinista, sino en la sección dedicada al mantenimiento de vías y pasos a nivel.

Ismael confiesa que lo suyo ha sido un cambio de vía de última hora. Cuando el año pasado estaba a punto de finalizar en la ETI de Tudela un FP Superior de Robótica y Automatización Industrial, decidió presentarse a la prueba de acceso a los cursos de maquinista que imparte Renfe. “Era hacia final de abril y ya estaba acabando las clases prácticas en Cober, una empresa de instalaciones eléctricas de Cintruénigo. Nos presentamos unos 800 en toda España para unas 350 plazas que Renfe sacaba para sus escuelas. Fui a probar suerte, para ver cómo era la prueba, por si otro año me interesaba, pero creo que de tan relajado que fui aprobé”.

Ismael no lo dudó. “No tenía pensado ser maquinista, pero es una profesión bonita, aunque conlleva una enorme responsabilidad. Me animé, sobre todo, porque quiero una estabilidad laboral”. El joven se quedó sin verano. A principios de junio terminó los estudios de FP y ese mismo mes comenzó el curso en la escuela de Renfe en Miranda de Ebro. “Es un curso muy intenso, con mucha carga normativa y técnica, y hay que echarle horas y horas de estudio. Ahora, estoy en la parte práctica, conduciendo trenes con la supervisión de otro maquinista”.

El primer viaje de pasajeros de Ismael fue un tren de cercanías en Irún y, en las últimas semanas, ha conducido trenes Alvia, como el de la línea entre Miranda de Ebro y San Sebastián. “Llevo 164 de las 260 horas de prácticas exigidas. Los primeros viajes estaba muy tenso. Acababa el turno de cuatro horas como si hubiera hecho una maratón. La carga mental pesa mucho, quieres hacerlo todo bien, la responsabilidad...”

Curiosamente, su padre no ha llegado a ponerse al frente de trenes de alta velocidad. Javier cuenta que, antaño, eligió “la mili” que duraba tres años en los que se recibía formación de Renfe como maquinista. “Empecé el servicio militar en 1982 y, de ahí, salí ya siendo maquinista”, recuerda. Casado con Consuelo Gil Cacho, su primer destino fue Pamplona. Durante cinco años, se dedicó a realizar maniobras de trenes. “Agregaba o quitaba vagones. O llevaba los trenes hasta empresas como Perfil en frío y a la antigua Seat, ahora Volkswagen, que ha sido una impulsora del tren por la cantidad de coches que se sacan por el ferrocarril”, recuerda. En cuanto pudo, Javier solicitó su traslado a Castejón para poder residir en Cintruénigo y se ha dedicado durante años a conducir trenes de cercanías, sobre todo entre Zaragoza y Pamplona. “Me he sentido muy feliz. Lo peor fue una avería en Campanas, en la que tuvimos que esperar horas a que a otro tren nos remolcara”.

Ismael escucha atento a su padre durante la entrevista. “Siempre me dice que me sienta orgulloso de ser maquinista”. Entonces recuerda que cuando era un niño se subía al tren con su padre, que lo acomodaba en los primeros asientos del primer vagón. Luego, pasaban juntos el día en Zaragoza.

- “Papá, cuando saqué la plaza, yo te llevaré también en el tren y te invitaré a almorzar”.

- “¡Ojalá, hijo!”, responde Javier con una amplia sonrisa.

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