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Un año de la invasión rusa en Ucrania

Navarra, hogar de un iraní y una ucraniana

Sami Asgar (Irán) y Elena Sohor (Ucrania), pareja y padres de un hijo, luchan desde Pamplona contra un enemigo en común

Elena y Sami, con las banderas de sus países, Ucraniana e Irán, en el barrio pamplonés de la Rochapea iván benítez

Elena nació en Lviv, al oeste de Ucrania. Sami, en Teherán, al norte de Irán. Tienen 38 y 39 años, respectivamente, son pareja y tienen un hijo, Jesús, un pamplonés de 14 años. Los tres residen en la capital navarra.

Se conocieron un verano y “por casualidad”, relatan. Ella viajaba a Galicia para visitar a su madre. Paseaban juntas y decidieron acercarse a una feria artesanal. “Yo estaba trabajando, instalando casetas. Fue un flechazo”, evoca Sami aquel momento. “Cuando la vi supe que nunca más nos íbamos a separar”. Una mirada, una conversación, se dieron los teléfonos y una semana después ella tomó la iniciativa. “Me llamó”. Elena sonríe. “No sabía que era iraní. Fue cuando hablamos por teléfono y me dijo que era persa. ¿Persa? Pero, ¿dónde está eso?”, interpeló. Nunca pensaron que vivirían en primera persona una guerra y una revuelta a la vez en sus países.

GUERRA Y REVUELTA

Las protestas sacuden Irán desde la muerte en septiembre de una joven de 22 años llamada Mahsa Amini tras ser detenida por la Policía de la moral por llevar mal el velo. Desde entonces, hay cientos de fallecidos y miles de detenidos.

Mientras se suceden las revueltas en la tierra que vio nacer a Sami, en la de Elena la ocupación rusa se prolonga e internacionaliza. Un año después, la Ong Save the Children alerta que es necesario mantener un “enfoque humanitario” y no sólo “de tanques” en Ucrania. La organización recuerda que los menores ucranianos han tenido que pasar horas y horas refugiados en búnkeres en vez de en el colegio o con sus amigos y seres queridos. Calculan que han permanecido una media de 920 horas bajo tierra desde el 24 de febrero de 2022. Asimismo, Naciones Unidas estima que han fallecido más de 300.000 personas, entre rusos y ucranianos.

EL MISMO ENEMIGO

En este contexto, a pesar de la participación del gobierno iraní en el conflicto a través de drones con ojivas explosivas, Sami y Elena dicen sentirse unidos y muy fuertes. “La población ucraniana e iraní lo estamos”, subrayan.

Según una investigación de la cadena norteamericana CNN Irán, Irán proporciona a Rusia cientos de drones para que los utilice en su guerra. Muchos de los cuales han tenido como objetivo la red eléctrica y las instalaciones energéticas ucranianas con efectos devastadores. Los ataques con drones, así como las descargas de misiles rusos, han dejado a la población civil ucraniana de todo el país sin calefacción, electricidad ni agua corriente durante los gélidos meses de invierno.

“Desde el primer día Sami me ha apoyado tanto al empezar la guerra... Y lo mismo hago yo con la revuelta que se está viviendo en su país”, observa. “Estamos viviendo días muy duros porque Ucrania está siendo constantemente atacada por drones iraníes. En cualquier caso, siempre hemos tenido claro algo: luchamos contra el gobierno ruso y el iraní. El mal es el mismo enemigo. Estamos organizando y participando continuamente en manifestaciones conjuntas por toda España. No hay que olvidar que el pueblo iraní se está levantando contra su propio gobierno”.

Sami lleva 18 años en España y su única hermana sigue en Irán. “Mi hermana arriesga su vida cada día. Somos conscientes de que la libertad tiene un precio”. Asimismo, Elena asegura que hay un nexo común de lo que sucede en Ucrania con Irán. “Quienes estamos luchando en Ucrania somos principalmente los jóvenes. Y lo mismo sucede en Irán. Los jóvenes no quieren vivir como lo han hecho nuestros padres. Y ya no hay vuelta atrás...”.

LA VIDA EN IRÁN

Sami solo ha vuelto una vez a Irán y lo hizo para presentar a Elena a su familia. “Y me sorprendió que no podíamos ir de la mano. Si te pueden hasta matar por dar un beso en público y por no cubrirte el pelo. Por favor, estamos en el siglo XXI...”. Elena gesticula, se enciende sin elevar demasiado el tono. “Pero la población es tan diferente al gobierno en mi país”, continúa hablando Sami. “No hay que confundir a la gente con la dictadura del gobierno. No nos van a volver a engañar a las nuevas generaciones. Tenemos información de nuestra propia experiencia. Hemos viajado y hemos comprobado lo que hay en el mundo. No hay vuelta atrás. Irán es un país muy rico pero el dinero solo lo emplean en comprar armamento. Queremos ser libres, sin hacer daño a los demás. Estamos en este mundo para vivir. No para que las mujeres vayan en un autobús en la parte de atrás y para que sean apartadas de la sociedad continuamente. Llevamos 42 años así, cuando mi madre podía antiguamente ir con minifalda... Vamos a luchar y si no lo consigo yo, lo conseguirán nuestros hijos”.

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Elena nació en Lviv, al oeste de Ucrania. Sami, en Teherán, al norte de Irán. Tienen 38 y 39 años, respectivamente, son pareja y tienen un hijo, Jesús, un pamplonés de 14 años. Los tres residen en la capital navarra.

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