Pamplona: ¿ha crecido la inseguridad?
Sucesos recientes y los posteriores cruces de declaraciones entre representantes políticos, han puesto sobre la mesa el debate acerca de la seguridad en las calles de la capital navarra. Puede participar y dejar su opinión entrando en diariodenavarra.es
- Diario de Navarra
La pandemia ocasionada por la COVID-19 ha surgido drásticamente, transformando de manera radical aspectos fundamentales de nuestra vida diaria, entre los que se encuentra la seguridad en las ciudades. Y estos cambios también se han producido en Pamplona, en donde el impacto de la pandemia ha tenido consecuencias en la criminalidad, observando disminuciones y aumentos de los índices de delincuencia y cambios en la percepción de la (in)seguridad ciudadana que nos invitan a la reflexión y a la realización de un análisis en mayor profundidad.
Podemos preguntarnos si realmente somos capaces de afirmar que Pamplona es o no una ciudad segura, a día de hoy. Veamos qué ha ocurrido, en qué etapa nos encontramos y hacia dónde nos dirigimos. Las medidas de seguridad pública adoptadas como consecuencia de la situación sanitaria tras el comienzo de la pandemia (confinamiento, toque de queda y otras de similares características), han disminuido la violencia y los homicidios en las calles de todo el mundo, así como otras conductas violentas como robos, agresiones sexuales, tráfico de drogas… y que son la causa de una mayor sensación de inseguridad.
Esta disminución se ha producido durante el confinamiento y las medidas especiales de control de la pandemia. Posteriormente, y conforme se iban levantando las medidas extraordinarias de seguridad sanitaria, hemos visto que nuevamente el delito ha aumentado, al incrementarse la tensión producida por el propio confinamiento, por las medidas restrictivas y porque las personas, ante las expectativas del final de estas medidas y mejora de la situación general relajan sus controles internos y pueden tomar decisiones sesgadas llevando a cabo actitudes más arriesgadas. Y este aumento es muy posible que se siga produciendo hasta que lleguemos a los índices basales de los que partimos antes de esta situación de pandemia y alerta sanitaria, hasta que se normalicen los niveles de criminalidad, y nos encontremos en una situación similar a la que teníamos antes de comenzar la pandemia, a los índices delictivos habituales para nuestra ciudad, siendo estos estables, y siendo Pamplona una ciudad segura y con un alto índice de calidad de vida.
Podemos ver que es difícil de determinar en qué momento nos encontramos. Con los datos, las cifras oficiales de las que disponemos hoy en día es complicado realizar una radiografía exacta, resultando interesante la realización de una encuesta de seguridad pública sobre victimizaciones delictivas y otras percepciones de seguridad, y a partir de lo obtenido, adaptar las políticas públicas a los cambios que, como hemos señalado, se están produciendo en nuestra ciudad. Parece claro que los índices de criminalidad están volviendo a los existentes antes del comienzo de la situación de crisis sanitaria, y este hecho puede aumentar la sensación de inseguridad al llevarse a cabo, como vemos en las últimas semanas, conductas delictivas violentas muy alarmistas, por la forma en la que se producen y por las consecuencias de las mismas en las víctimas. Parece por lo tanto, fundamental, que se sepa diferenciar entre aumento de la inseguridad objetiva y la sensación de inseguridad, teniendo que atenderse ambas situaciones por parte de las instituciones, ya que es imprescindible que las políticas vayan encaminadas también a mejorar la percepción de la (in)seguridad ciudadana, de nuestra ciudad. Todo parece indicar que volvemos a la situación de seguridad ciudadana y de índices delictivos anteriores a la pandemia, siendo como somos una ciudad segura y con una muy buena calidad de vida. Sin olvidar que, durante este tiempo de regreso a la normalidad, deberemos seguir realizando medidas especiales de detección, prevención e intervención de la delincuencia, manteniendo la seguridad y fomentando la convivencia.
Nahikari Sánchez Herrero Doctora en Criminóloga. Profesora del Grado en Criminología UNED Pamplona y Presidenta de la Asociación Profesional de Criminólogos de Navarra
En los últimos meses se ha generado una discusión sobre la seguridad en Pamplona. En mi opinión, eso es bueno ya que se pone en la mesa un debate sobre la seguridad como un valor social, en el que toda la sociedad participa de los aciertos y los errores de la administración en esta materia. Tenemos que partir de la base de que la seguridad es un derecho fundamental ligado directamente a la libertad.
Pero, ¿cuándo una sociedad se plantea la percepción de la falta de seguridad? La respuesta es fácil: cuando ve comprometidas acciones tan simples como sentirse segura a la hora de dar un paseo por una zona determinada, dejar nuestros hijos menores un poco de autonomía y salir solos, pero sobre todo, se pregunta por el hecho de cómo una sociedad de primer orden como la navarra puede tener problemas de inseguridad en sus calles.
Los medios de comunicación y los comunicados oficiales de las distintas policías que actúan en nuestra capital, nos hablan de peleas, robos, agresiones sexuales, tráfico de drogas, etc., ya sea en forma de denuncia o información directa de las autoridades.
Como siempre, la sociedad, en materia de seguridad, no percibe ninguna problemática hasta que esta se hace latente en forma de problemas reales en la seguridad pública, percibiendo que su entorno relativamente seguro y predecible se desestabiliza en formas delincuenciales de alta o baja intensidad.
En este contexto es cuando se hace tangible la inseguridad ciudadana como un problema social y el miedo a los delitos cometidos en espacios públicos, antes seguros, se traslada a las personas que los sufren, pero también a su entorno y a los distintos ámbitos sociales como pueden ser el trabajo, centros educativos y zonas de ocio.
Vivimos en un mundo que cada vez demanda más seguridad y no hablo solo de seguridad ciudadana, hablo de seguridad en los comercios, en las transacciones económicas, en la sanidad, en nuestras relaciones sociales y si nuestras autoridades no la proporcionan, la sociedad se vuelve insegura y vulnerable al miedo.
La sociedad percibe la seguridad ciudadana de dos formas: la objetiva y la subjetiva. La primera es la tangible, la que manda a un chico de 18 años al hospital después de recibir una paliza por el mero hecho de pasar por una determinada zona, o la detención de un joven con más de 100 antecedentes policiales y que sigue delinquiendo sin temor alguno a las repercusiones de sus actos. La segunda, la no tangible, nos habla de la sensación de inseguridad que se transmite entre los ciudadanos tras conocer sucesos violentos o delincuenciales en su entorno más próximo. Esta segunda es más peligrosa por su efecto líquido.
Está claro que en estos momentos nos enfrentamos a un problema muy real, los fríos datos así lo indican, pero sobre todo nos enfrentamos a sensaciones que antes no se vivían de esta forma. La delincuencia generada por jóvenes que se mueven en el arco de los 14 a los 24 años es un problema que tenemos sobre la mesa, un problema del siglo XXI que no podemos afrontar con herramientas del siglo pasado.
La presencia policial en las calles es lo que más demanda la sociedad cuando se encuentran problemas reales de inseguridad, pero las personas que nos dedicamos al análisis de esta materia de seguridad sabemos que esas herramientas son solo el último eslabón de una cadena que abarca desde el estudio delincuencial de las distintas zonas y como la sociedad reacciona ante esos hechos, hasta la elaboración de mapas delincuenciales según geolocalización del delito.
Gustavo Galarreta. Analista en Seguridad y defensa
La pandemia ocasionada por la COVID-19 ha surgido drásticamente, transformando de manera radical aspectos fundamentales de nuestra vida diaria, entre los que se encuentra la seguridad en las ciudades. Y estos cambios también se han producido en Pampl
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