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OPINIÓN

Anticiclones invernales en el nuevo año

Enero ha comenzado al igual que diciembre con un tiempo de marcado carácter anticiclónico de jornadas secas, sin lluvia y nieve. Los anticiclones se están sucediendo uno tras otro con pocos paréntesis de tiempo lluvioso y nivoso, y las nieblas aparecen y desaparecen caprichosamente. Tiempo de altas presiones en que el anticiclón de bloqueo, convertido en un murallón infranqueable, impone su autoridad de forma persistente e impide la progresión de las borrascas atlánticas hacia Navarra que siguen trayectorias más septentrionales y alejadas de nosotros.


Se piensa que los días de anticiclónicos son todos iguales. De eso nada. Tiempo jugoso por su variedad y contraste entre las mañanas, las tardes y las noches.


Mañanas diferentes en meteoros diversos: nieblas; heladas y escarchas; rocío, las menos en invierno; espectaculares nieblas heladas, cencelladas; y frías y secas con un cierzo intenso que hace descender la sensación térmica a cotas bajísimas. Al mediodía o por la tarde, o bien nieblas densas en los lugares más propicios, normalmente cuencas y valles en donde se han agarrado, o cielo azul si se han disipado; situación en la que se marcan las estelas de los aviones, auténticas autopistas del cielo con un destacado trazo de tiralíneas. Y noches de atmósfera limpia con el firmamento poblado de numerosas estrellas, y una luna llena totalmente nítida como en días pasados; en ningún otro momento del año tan poderosa, tal como pregona el dicho popular, “luna de enero y amor el primero”.


Estas jornadas anticiclónicas secas, aunque son dominantes, es raro que persistan muchos días seguidos en esta época del año, como está sucediendo en esta ocasión. Lo más normal es que alternen en diciembre y enero con días de lluvia y de nieve. Pero si el anticiclón es potente y se acerca o supera los 1040 milibares en su centro, se afianza con fuerza y puede permanecer muchos días.


Los anticiclones invernales, muy frecuentes, dan lugar, a veces, a una espesa niebla que cubre el valle del Ebro y también, en algunas ocasiones, la cuenca de Pamplona. Se forman en las largas noches invernales, cuando el aire frío más pesado desciende de las montañas, se deposita en el fondo de los valles, y a nada humedad que haya, se condensa. Entonces tenemos una inversión térmica, es decir, el aire frío está en el llano y el cálido en las montañas, cuando lo normal es lo contrario.


No resulta difícil el pronóstico de aparición de las nieblas; lo más complicado es saber su intensidad y duración. El problema surge cuando se vuelven persistentes y prolongadas en el tiempo, pues originan cancelaciones de vuelos, accidentes de tráfico y aumento de los índices de contaminación. Navarra tiene un relieve favorable para su formación porque en su territorio se encuentran cuencas, corredores y valles (cuencas de Pamplona y Lumbier-AOiz, corredor del Arakil, valle del Ebro). Entonces son bienvenidas las rachas de viento que barren las nieblas a modo de escobas meteorológicas.


Cuando las nieblas duran todo el día dan jornadas de mal tiempo, pues el humo procedente del tráfico rodado de combustibles fósiles, de las industrias próximas a las ciudades y de las calefacciones, se retiene junto al suelo, y da lugar a una contaminación peligrosa. La red navarra de estaciones que miden la calidad del aire, cercanas a diez y bien distribuidas por el territorio, informan sobre los principles contaminantes: monóxido de carbono, CO; ozono, O3; dióxido de nitrógeno, NO2; dióxido de azufre, SO2; y PM10. Estas últimas son partículas en suspensión que abarcan una amplia variedad de sustancias dispersas en el aire, menores de 10 microgramos por metro cúbico y que resultan ser el problema de contaminación ambiental más severo, por sus repercusiones dañinas en las vías respiratorias.


En algunas mañanas anticiclónicas de invierno se observa la escarcha. Al no haber nubes, el sol calienta al mediodía y la temperatura sube; por la noche, con cielo despejado y viento en calma, el calor se pierde. Entonces la hierba de los jardines aparece blanquecina, y da la sensación de que haya nevado en una noche despejada; es la escarcha, meteoro parecido al rocío, que tiene lugar cuando el aire se condensa por debajo de cero grados y el vapor de agua se convierte en pequeños cristalitos de hielo.


Pero lo más llamativo de este pasado diciembre y comienzos de año es la escasa presencia de los temporales atlánticos invernales del norte y noroeste, este año de vacaciones, que hacen de este mes, cuando es normal, uno de los más lluviosos del año. Temporales de cuatro o cinco días de duración, con descenso de la cota de nieve, que nos suelen recordar que estamos en invierno y que dan lugar a días desapacibles de tiempo frío, con precipitaciones en forma de lluvia y nieve, e intenso cierzo.


Javier M. Pejenaute Goñi, es doctor en Geografía e Historia, especialidad climatología.

Enero ha comenzado al igual que diciembre con un tiempo de marcado carácter anticiclónico de jornadas secas, sin lluvia y nieve. Los anticiclones se están sucediendo uno tras otro con pocos paréntesis de tiempo lluvioso y nivoso, y las nieblas aparec

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