Comunidad energética: La unión hace la fuerza
Impulsada por las ayudas públicas y la determinación europea, la transición verde pasa por popularizar las energía renovable. Empresas como SPIE promueven las comunidades energéticas que simplifican las gestiones y reducen el coste
- Carlos Lipúzcoa
La compañía SPIE Energy Systems Ibérica, cuya sede está ubicada en Pamplona para dar servicio a todo el país, es la filial española de una de las empresas francesas más potentes del mundo de las infraestructuras energéticas. En origen, las oficinas de la capital navarra fueron creadas por la compañía alemana SAG en 2016, pero tres años después fue absorbida por el gigante francés, que buscaba ampliar su actividad a las instalaciones de autoconsumo y energéticamente eficientes. “No nos dedicamos a poner enchufes o hacer la electricidad de las viviendas”, recalca Daniel Martínez Lizarraga, director de SPIE Energy Systems Ibérica. La actividad en estos años ha estado centrada en poner en marcha todo tipo de proyectos de eficiencia energética tanto para la Administración Pública, con la que facturan el 50% del negocio, como para las empresas, un 33%, y los particulares, un 17% aproximadamente.
Son conocidos principalmente por estar detrás, junto con otras empresas, de la primera gran comunidad energética en la Comunidad foral, una iniciativa que aglutina a 29 municipios distintos y que supone la construcción de 57 instalaciones que suman 4 MW de potencia fotovoltaica. Con el nombre de ‘Navarra toda energía’, va a beneficiar a 6.000 hogares y pymes. “Es un proyecto en el que hemos resuelto la parte administrativa y la parte financiera. En octubre del año pasado se confirmaron las ayudas públicas por el 55% del montante, que suponen unos cinco millones de euros no solo por la infraestructura fotovoltaica sino además por puntos de recarga”, señala el responsable de SPIE. Ya se ha empezado a montar la primeras instalaciones y está planificado que se ponga en funcionamiento este verano, para septiembre a más tardar.
Con la experiencia ganada gracias a ‘Navarra toda energía’, ahora intentan replicar esta iniciativa a otros ámbitos tanto al sector industrial como comunidades de propietarios por toda España. De hecho, el personal de SPIE está trabajando en la puesta en marcha de otra gran comunidad energética en Guipúzcoa, que reúne a 20 municipios y supone 1 MW de potencia, y está asesorando a las Cámaras de Comercio en las gestiones de otros 14 proyectos repartidos por todo el país. El personal de SPIE también está involucrada en algunos grandes proyectos más del ámbito industrial a punto de eclosionar, según adelanta Martínez Lizarraga. El creciente interés por poner en marcha sistemas de autoconsumo fotovoltaico, alimentado por la abundante financiación europea, multiplicó por tres la facturación de la delegación española de esta empresa francesa en 2022. Y todo indica que, a tenor de los clientes en cartera para este ejercicio, acabarán este año volviendo a triplicar el volumen de negocio. “Son proyectos que tienen que estar acabados antes de septiembre en su mayor parte. O sea, que si seguimos en esta línea, podríamos incluso cuadruplicar la facturación de respecto a 2022”, añade el responsable de SPIE en España.
FALTA DE PERSONAL
Las previsiones de SPIE son que el mercado de autoconsumo fotovoltaico está en plena ebullición. “Creemos que este año va a terminar de despegar el autoconsumo compartido de comunidades energéticas”, se muestra convencido Martínez Lizarraga. El vigoroso crecimiento del sector tiene como inconveniente la “enorme” escasez de profesionales para atender la demanda y las empresas del sector no dan abasto. El responsable de SPIE en España reconoce que ellos están buscando más empleados tanto con FP superior como media que no hay forma de encontrar: “Ahora mismo podríamos incorporar a tres equipos más de instaladores, lo que representa unas doce contrataciones”.
Otro problema que ha conllevado la febril actividad del sector es la llegada de empresas de distintos sectores atraídas por la expectativa de beneficios, pero que no tienen experiencia en este tipo de proyectos. Frente a este intrusismo que puede provocar que los clientes terminen atrapados en laberintos burocráticos, Martínez Lizarraga afirma que empresas como SPIE son capaces de llevar los proyectos “a buen puerto”. “La parte administrativa de las subvenciones suele ser de las más costosas y no todos disponen de departamentos especializados para tramitarlas”, advierte. Sin embargo, reconoce que uno de los principales cuellos de botella para que las instalaciones de autoconsumo se pongan a rendir beneficios proviene de las operadoras eléctricas, a las que no les interesa acelerar la transición energética porque perjudica a sus intereses.
No es un fenómeno que afecto únicamente al mercado en España, ya que “en Europa también hay trabas” que ponen las eléctricas frente a un cambio de modelo, aunque en el resto del continente ya están intentando reorientarse para basar su negocio “en los datos” que provienen del consumo energético de los clientes. Por tanto, ninguna empresa capaz de gestionar proyectos de autoconsumo puede prometer plazos más cortos cuando la puesta en marcha de las instalaciones depende, en última instancia, de quienes salen perdiendo con el ahorro de los consumidores. “La legislación prevé que en un plazo de 2 meses debería estar funcionando una instalación de autoconsumo en el caso más desfavorable y lo habitual es que sobrepasen los 6 meses”, reconoce Martínez Lizarraga.
En cualquier caso, el responsable de SPIE está convencido de que, en no demasiado tiempo, se acabará imponiendo la cordura precisamente porque toda la regulación europea está orientada a favorecer el autoconsumo. Se trata de un terreno que también está abonado por los fondos de recuperación de la Unión Europea, que han conseguido que estos proyectos sean “todavía más atractivos”. Navarra cuenta con estímulos fiscales, como deducciones “del 15% al 30% tanto para las empresas físicas como para las empresas”. Al margen de las ayudas públicas y los incentivos, Martínez Lizarraga dice que, con los actuales costes, una instalación fotovoltaica “es siempre positiva”. La vida media de estas se sitúa entre los 25 y los 30 años y, incluso sin ningún tipo de ayuda, se amortizan “en 9 o 10 años”, plazo que se reduce a “3 o 4 años” gracias a las subvenciones. “Hay que tener en cuenta además que el mantenimiento es muy sencillo”, añade.
El rendimiento que se obtienen de las instalaciones de autoconsumo se acerca al 11% o 12% anual, un retorno mucho más favorable que “el 3% que da las letras”. Ello hace que los bancos estén muy interesados en financiar este tipo de proyectos, lo que allana bastante la cuestión económica para afrontarlos. Dejando a un lado el intento de las distribuidoras eléctricas de poner puertas al campo, la parte “más farragosa” de las instalaciones de autoconsumo está en la parte administrativa, un obstáculo que empresas como SPIE sortean mediante “soluciones paquetizadas” que se ajustan a las peculiaridades de consumo de cada instalación, ya sea un bloque de viviendas o una empresa. Pero la principal ventaja que obtienen quienes se integran en una comunidad energética diseñada por SPIE es la pequeña inversión que supone: “Hay que pagar 150 euros al empezar y luego una mensualidad de 9 euros. Los beneficiarios ven recortada la factura mensual en un 30%”.
Martínez Lizarraga reconoce que quienes optan por costear su propia instalación de autoconsumo pueden obtener ahorros de hasta “el 70%”, pero recuerda que para ello hay que hacer una inversión de miles de euros. Sea cual sea la fórmula elegida finalmente, el responsable de SPIE recomienda que se dimensione el proyecto “pensando a futuro” dado que la electrificación va a ir a más. Por ejemplo, hay que contar que en el plazo de unos años será común tener que cargar un coche de baterías o un sistema de aerotermia que sustituya a la calefacción de gas, así que siempre es mejor colocar “un inversor de corriente más grande” capaz de soportar un mayor número de placas. “La electricidad es actualmente solo un 20% de la energía que se consume Navarra, pero ese porcentaje va a ir a más en unos años”, destaca.
La filial española de SPIE Energy Systems, una de las seis empresas más importantes del sector de las infraestructuras energéticas en Francia, tiene su sede en el polígono de Areta en Huarte. Allí trabajan 30 empleados, una cuarta parte de ellos en oficinas en puestos de ingeniería y administración (recursos humanos y prevención) y el resto formando los equipos de instaladores, integrados por personal con distintos grados de FP y con algunos jefes de equipo. Abierta en 2016 por iniciativa de la compañía alemana SAG, en 2019 fue adquirida por la francesa SPIE, que también se hizo cargo de la filial española. “Se dieron cuenta de nuestra existencia tras la compra. Éramos tan pequeños que habíamos quedado por debajo del radar”, cuenta Daniel Martínez Lizarraga (Pamplona, 1987), el director de SPIE Energy Systems Ibérica en España.
Están detrás de la primera gran comunidad energética de España con 29 localidades navarras implicados y 57 instalaciones que darán servicio a unas 6.000 personas y pymes, un proyecto que esperan que esté operativo en los últimos compases de este verano. También son conocidos por la renovación del alumbrado público en muchos municipios de la Comunidad foral. El personal de la empresa da servicio a toda España y actualmente la compañía ha tenido que renunciar a algunos proyectos por la imposibilidad de atender la gran demanda que hay.
La compañía SPIE Energy Systems Ibérica, cuya sede está ubicada en Pamplona para dar servicio a todo el país, es la filial española de una de las empresas francesas más potentes del mundo de las infraestructuras energéticas. En origen, las oficinas d
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