Miel Otxin tiene las horas contadas

"Soy bailarín”. Las piernas arrastraron a Txomin Sarasibar, quien fuera alcalde deLantz, al zortziko de la una menos diez de la tarde. En dos círculos concéntricos alrededor de los txistularis Fermín Garaikoetxea, Fermín Salaberri y Javier Irisarri, comenzaron a bailar comensales del almuerzo recién concluido en la primera planta de la posada. Impulsado por la memoria, siempre selectiva de las emociones adheridas al corazón, Sarasibar se dejó llevar, a sus 79 años de edad, de la melodía que es pegadiza e inmortal en el repertorio de las tradiciones.

El primer zortziko marcó la transformación que experimenta la pequeña población, de algo menos de 150 habitantes, con el Carnaval y con la resurrección de Miel Otxin. La historia, elevada a categoría de leyenda por arte y magia del legado oral transmitido de padres a hijos, rescata su imagen durante tres días. Superada la reclusión obligada de tres años por la pandemia, regresó el domingo en su versión infantil. Este lunes mostró su porte altivo, descrito en sus más de 3,5 metros de altura, a la par que su caballo, Zaldiko, incordiaba una y otra vez a Ziripot por encararse y haberle delatado ante la justicia. Miel Otxin pagará esta noche sus afrentas a este lado de Belate con su desaparición, consumido en las llamas de la purificación. Tardará un año en regresar, de no haber contratiempo como el que ha mantenido a Lantz desde 2020 sin su representación más internacional desde que en 1964 los hermanos Julio y Pío Caro Baroja la rescataron del olvido en una filmación. Había “ganas”, como significó la alcaldesa, Isabel Baleztena.

“¡Hay tanta expectativa!”, expresó con entusiasmo y la debida precaución para que la fiesta rodase sin complicaciones. El pueblo estableció un dispositivo para organizar el acceso controlado al desván, donde cobra vida Ziripot envuelto en sacos de helecho. A eso de las dos de la tarde, la alcaldesa se asomó ligeramente por una de las ventanas de la posada. Al hacerlo, aparecieron los Arotsak (Herreros), antes de que la algarabía de los Txatxus anticipase la salida de Miel Otxin, su Zaldiko y el bueno de Ziripot. El recorrido por el pueblo finalizó con el zortziko en el frontón, donde esta noche se impondrá la justicia. Miel Otxin cuenta las horas antes de fenecer en el fuego. 

Dice Iñaki Ariztegi Calzado que “txatxus y herreros hay muchos”, pero que “Ziripot y Zaldiko solo hay uno”. A sus 39 años de edad, empleado en Kayaba, insufló de aliento al segundo de ellos, con el mismo espíritu y energía que lo hizo la primera vez, de eso, hace una década. Comparte el mismo rol con Luis Mariñelarena Saralegi, en las cuatro salidas de mayores de ayer y hoy. Su padre, Esteban, ya lo hizo décadas atrás. “Son personajes sufridos, pero se hace con pasión”.

Ander Esain Olagüe, operario de 30 años en una empresa del valle de Egüés, encarnó a Ziripot, al igual que lo hiciera en la edición de 2018. “Alguien tiene que hacer de Ziripot. Es un orgullo. Es algo bonito”, declaró poco antes de que su apariencia quedase oculta en el icono de la bondad en el Carnaval de Lantz. Este lunes, como tantas otras veces, siguió el ejemplo de su tío, Juantxo Olagüe, que, curiosamente, ayudó en la víspera a vestir a su hijo, Oier, del mismo personaje.

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