Vecinos de Lerga, desde Sangüesa: "Pensábamos que se quemaba el pueblo"
Dotaciones municipales de Sangüesa y Aibar acogieron a grupos de vecinos de Lerga, Gallipienzo y Eslava desalojados por el fuego
- Aser Vidondo
Con los móviles a mano aguardando noticias, con el corazón en un puño por la angustiosa situación y con todas las esperanzas puestas en los hidroaviones que continuamente sobrevolaban sus cabezas para apoyar la lucha de los bomberos. Así pasaban este lunes por la mañana las horas, sin duda más lentas que nunca, para los vecinos deLerga que, tras ser desalojados de sus casas el domingo por la tarde por la cercanía del incendio, habían sido acogidos en un albergue provisional de emergencias montado por Cruz Roja en el polideportivo de Sangüesa. “Nos dio el aviso la policía justo antes de comer. Cuando nos fuimos, la incertidumbre era total, pensábamos que se quemaba el pueblo”. Así resumía Ignacio Iriarte Marco, alcalde de esta pequeña localidad de la comarca de Sangüesa, sus propias sensaciones y las del resto de vecinos ante el avance de las llamas. Este lunes, tras haber podido volver por un momento a Lerga, se mostraba más esperanzado. El pueblo parecía a salvo, pero los daños eran grandes. “Se está quemando mucho terreno. La zona de pinares del Alto de Lerga ha quedado devastada”.
Lerga era uno de los tres núcleos de la comarca de Sangüesa desalojados entre la tarde y la noche del domingo por el incendio que azotaba la zona procedente desde San Martín de Unx. El casco antiguo de Gallipienzo y Eslava, los otros dos. Entre los tres suman unos 180 vecinos residentes de forma habitual, y para atender a quienes no disponían de casa en otra localidad, o de familiares o amigos que los acogieran, se habilitaron dos puntos de atención.
"ABATIDOS Y ANGUSTIADOS"
En el albergue municipal de Aibar, de 40 plazas y que suele emplearse para jóvenes, se alojaron por la noche 5 vecinos de Gallipienzo y 1 de Eslava. “Lo ofrecimos a los pueblos afectados del entorno”, indicaba Carlos Arbeloa Ibero, concejal de Aibar, quien añadía que “a media mañana, todo el mundo ya había dejado las instalaciones”.
Por su parte, en el polideportivo municipal sangüesino se instaló el citado albergue provisional de 50 camas y con espacio para mascotas a través de Cruz Roja Navarra, que cuenta con asamblea local y voluntarios en Sangüesa. Además de la propia acogida de desplazados, se ofrecía manutención y acompañamiento. “Llegan abatidos y angustiados, y la espera se hace larga. Han descansado lo que han podido”, refería Paqui Duque Escalona, técnica de Cruz Roja Sangüesa.
Allí pasaron esa primera noche un total de 15 vecinos de Gallipienzo y Lerga (una mujer de 96 años se remitió a la residencia), muchos de los cuales seguían a media mañana aguardando noticias. El Ayuntamiento, además de ceder instalaciones, aportó alimentos, y hubo “varios ofrecimientos vecinales para apoyar”.
“Salimos sin nada, con lo puesto. Policía Foral nos invitó a irnos sin prisa pero sin pausa”, relataban ayer en Sangüesa Nani Jiménez Marín, de 60 años, y Raquel Iriarte Marco, de 69, vecinas de Lerga. “Damos gracias por esa previsión y porque no haya habido pérdidas humanas. También por la gran acogida que nos están dando Cruz Roja y la gente de la zona”, añadían. Entre el “apoyo” que se brindaban unos a otros, sobrevolaban preguntas. “¿Volveremos? ¿Y qué nos encontraremos?”.
Agradecieron asimismo la presencia de una decena de jóvenes descendientes de Lerga que acudieron con la voluntad de colaborar en labores vinculadas a la extinción del incendio, pero que por la mañana aún no habían recibido permiso policial para acercarse al pueblo. “Obviamente no vamos a meternos en el meollo del incendio, pero sí podríamos apoyar refrescando zonas con agua, aportando materiales o preparando bocadillos para los bomberos que trabajan en nuestro pueblo”, relataban Nerea Ojer Jiménez y Javier Galar Martín, de este grupo de amigos de entre 21 y 29 años.
También le hubiera gustado aportar su granito de arena a Serafín Zabalza Zabalegui, vecino de Lerga de 69 años. “Si hubiera venido algún bombero al pueblo, podríamos haber organizado algún pequeño dispositivo local”, creía quien, en su juventud, ya contribuyó a apagar algún incendio en el entorno del pueblo. “Toca confiar en los bomberos y en el grupo de tractoristas que se han quedado colaborando y haciendo cortafuegos”.
“LA NOCHE EN EL COCHE”
En una de las camas del albergue provisional de Sangüesa descansaban también a mediodía Yolanda Maestu Urra, vecina de Gallipienzo Antiguo de 63 años, y su pareja. “El domingo por la noche vino Policía Foral al pueblo y nos desalojaron casa por casa. Nos remitieron a Aibar, pero no encontramos allí dónde dormir, así que pasamos la noche en la zona de Ayesa, en el coche, viendo avanzar las llamas. Luego, la Guardia Civil nos indicó para venir aquí”, afirmaban. Con “angustia y tristeza”, criticaban que “no se deja hacer uso del monte, y luego se llena todo de maleza y pasa lo que pasa”.
Desde el otro pueblo desalojado, Eslava, su alcalde, Ignacio Barber Zulet, que aguantaba en el lugar junto a varios agricultores con tractores, recordó que les avisaron para irse a las 9 de la noche y que “la gente reaccionó rápido, salían todos los coches en fila”. Además, afirmó sin tapujos que “la situación da miedo”.
Una percepción que se confirmaba después con hechos. A última hora de la tarde el fuego se acercaba peligrosamente a Gallipienzo Antiguo y se desalojaba también Gallipienzo Nuevo.
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