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Ola de incendios

“¡Ha sido un desastre! El fuego vino directo de Eunate a Muruzábal”

Las llamas encontraron un aliado en un corredor de cereal para avivarse con rapidez, calcinar un cobertizo y aconsejar la evacuación de mayores

Un grupo de vecinos realiza una cadena con cubos para apagar los rescoldos humenates de una franja de terreno quemada en Muruzábal eduardo buxens

Cuando el viento cambió de dirección y dio una tregua a Muruzábal, un grupo de sus más de dos centenares de vecinos se afanaban por apagar rescoldos y humareda a la entrada del pueblo. Con cubos y mangueras, no hicieron sino repetir la misma dinámica que horas antes, en pleno fragor contra el fuego, llevaron a cabo para aplacar su avance sobre un seto de una urbanización que amenazaba con causar graves daños. La respuesta vecinal fue encomiable. El incendio se presentó en el pueblo sin aviso. “Vino directo de Eunate”, observó Marisa López en un receso de una tarde de sudor y lágrimas. “¡Qué desastre!. Esto no tiene solución”, se lamentaba ante el paisaje ennegrecido que se abría ante sus ojos.

Hacia el otro lado del pueblo, un cobertizo había acabado igualmente preso de las llamas. En su interior había un vehículo, que, a base de empujones, fue puesto en lugar seguro. De un brusco golpe, la puerta de la estancia acabó siendo derribada.

Cuando se adivinó el desastre, los vecinos se proveyeron de todo útil que les ayudase a frenar la angustia que avanzaba a la par que el fuego arañaba metros a la tierra fértil.

Isabel Enériz Larraya y su marido rociaron las paredes de su vivienda. El incendio se detuvo a 25 metros. En su caso, la amenaza provenía del foco desatado de Legarda. Con lo cual, hubo un momento en que Muruzábal se encontraba entre dos frentes.

La sospecha de que algo extraño estaba sucediendo en el exterior de la casa despertó a la mujer de su rutina. “Vi que había mucho humo y que en la fachada lateral del Ayuntamiento había como relumbre que no era normal. El fuego ha venido de repente”.

EXTINTORES DEL ALBERGUE

Kilómetros adelante, en el centro de Uterga (164 habitantes), a media tarde se había instalado una sensación de tranquilidad engañosa. No había sufrido los daños en sus campos como en la cercana Muruzábal, a la que prestó ayuda a la vista de las circunstancias, pero una ligera inquietud dispuso a sus habitantes a estar en alerta. A eso de las 18.45 horas, recibieron un aviso de la Guardia Civil por si hubiese un nuevo cambio de viento y la densa humareda que se contemplaba en la lejanía se acercase como presagio de incendio.

“El pueblo se ha volcado en la ayuda”, tanto con sus vecinos cercanos como en medidas de prevención. Por la parte baja, el fuego de primeras horas de la tarde se había quedado a 100 metros del centro residencial. En la superior, un retén de agricultores se dedicó a extender un cortafuegos con sus tractores.

Noelia Roldán Calvo, que regenta un albergue de peregrinos en la localidad bajo una fórmula de “negocio familiar”, como aclaró, se unió en el dispositivo de prevención con el aprovisionamiento de diez extintores del establecimiento.

Entre la humareda en la distancia sobrevolaba una duda en el vecindario: “¿Cómo es posible que coincidan varios frentes de fuego a la vez, entre las dos y las dos y media de la tarde?”.

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