'Huertas solidarias de Sangüesa', una ventana a la solidaridad
Un punto de encuentro entre hortelanos y voluntarios de la zona para la recogida de cientos de kilos de producto fresco con destino a quienes más lo necesitan
- Aser Vidondo
Una, otra, otra... y a cada cual más grande. Diecisiete calabazas, de entre 13 kg y 18 kg, van asomando sobre la repisa del gran ventanal esperando a ser recogidas. Hortalizas criadas con mimo, con tesón diario y con la mirada puesta en el prójimo que, en un momento, cambian de manos. Del hortelano, a quien más lo necesita, a través del buen hacer voluntario. Es la esencia sencilla, pero mágica, de las ‘Huertas solidarias de Sangüesa’. Una iniciativa social que, en sus seis primeras campañas, ha recogido 40 toneladas de alimentos aportados por vecinos de la zona.
Una pequeña furgoneta blanca es la que ha acarreado, desde Cáseda, el cargamento de calabazas hasta el local de recogida. Ubicado a pie de calle, en el Centro de Atención Ciudadana (plaza San Vicente Paúl), abre cada tarde de jueves, de julio a noviembre, gracias al voluntariado. Y cada día se recibe género. Este año, en la séptima campaña, se reparte entre el comedor social París 365 y la Fundación Xilema.
“En la base de todo esto está el anonimato y el arrimar el hombro”, explica el hortelano de 73 años recién llegado, que prefiere no dar su nombre y quien asegura colaborar con la iniciativa “desde el primer año”. “Me gusta el campo, me cuesta poco hacer esto y, si a alguien le viene bien, yo soy feliz”, explica llanamente. Entretanto, traslada con buen ánimo las calabazas hasta el ventanal abierto del local, donde dos voluntarios se encargan de pesarlas y anotar las cantidades recibidas para su posterior distribución. “¡A dónde vas sin calabazas!”, ironizan. “Pues en la huerta se han quedado aún 50 o 60 más. Me dio una venada y puse 100 plantas”, responde.
Joaquín Grau, sangüesino de 63 años, y Raquel, de Yesa y de 46, son los encargados de la recepción esa tarde. “Al final de la temporada se recogen hasta 30 productos diferentes, desde azafrán a peras, pero el peso fuerte recae en las hortalizas”, señala el primero, que participó en el nacimiento de la iniciativa y que colabora con ella desde entonces.
Su compañera, que se sumó “hace 3 años”, recalca el “buen ambiente” y el que sea “una acción positiva y que deja a todos contentos”. El producto fresco recogido el jueves se traslada el viernes a Pamplona. “Además, por cada kilo La Caixa da un dinero para la asociación de niños enfermos de la comarca, y también se donan a través de nosotros los excedentes de la carrera Juan Miguéliz Leyre Trail”, añaden.
<div class="tit_blue">En equipo</div> Minutos después, la actividad regresa al local, de apenas 20 m2. Un nuevo cargamento, esta vez transportado en un pequeño camión desde un terreno de Baratiñones de Sangüesa, espera a ser descargado. Pimientos verdes, tomates, patatas, calabacines y dos enormes calabazas. La báscula de marca Zenith, que data de finales de los años 50, arroja un pesaje de 32 y 46 kg de estas últimas.
“Nos divertimos más que trabajamos, de verdad”, afirman los recién llegados con la carga, los autodenominados ‘Hortelanos valientes’. En su caso, todo lo que cultivan en una finca comunal de “casi dos robadas” cedida por el Ayuntamiento se destina a la iniciativa. “Somos 8 más un ‘becario’ de Bilbao que viene en vacaciones. Todos sangüesinos y de más de 60 años”, ironizan Andrés, Javier, Arturo y Benjamín, que aluden también al carácter anónimo de este proyecto. “Aquí igual de importantes somos todos”.
“Nos juntamos hace 5 años y uno nos enseñó al resto. Atendemos la huerta todo el año y vamos la mayor parte de las tardes. De tomate, este año sacaremos unos 2.000 kilos, y en total aportaremos a la iniciativa 4.500 de producto”, auguran.
Pepino y calabacín en julio, tomate en agosto y septiembre, y calabazas en octubre, conforman principalmente su producción, que se amplía a otras hortalizas como acelgas, pimientos, alubias o habas. “Estas las sembraremos para El Pilar para recogerlas al año siguiente”, afirman mientras, curiosos, se acercan a conocer el pesaje del día.
Adentrada ya la noche, la ventana del local se cierra arrojando un volumen de producto recogido de 397 kilos. Es el balance del jueves 3 de octubre, escasos días después de que la iniciativa recibiera un nuevo reconocimiento, el del Ayuntamiento sangüesino dentro de las jornadas de Elogio a la pocha. Un premio que se suma a otros de ‘buenas prácticas’ del Gobierno de Navarra y de la ONU, y a un agradecimiento público del París 365.
La tierra, en pleno siglo XXI, sigue dando alegrías. Tal y como declamó en ese reciente homenaje el propio Joaquín Grau, también poeta: “Hortelanos, casi hoy extinguidos, que aman su labor / Maestros de labranza, de la laja, la poda y el injerto / Que han custodiado las simientes como tesoros / Todos ellos guardianes de un saber antiguo / Últimos mohicanos de una tierra asediada”.
Una, otra, otra... y a cada cual más grande. Diecisiete calabazas, de entre 13 kg y 18 kg, van asomando sobre la repisa del gran ventanal esperando a ser recogidas. Hortalizas criadas con mimo, con tesón diario y con la mirada puesta en el prójimo qu
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