Las 6 demandas que reclama Erripagaña
12.000 vecinos y 6.300 viviendas que echan de menos dotaciones que faciliten su día a día. Guardería pública, un centro de salud o matricularse en la escuela de música de la localidad más cercana a sus domicilios. “Algo básico”, reivindican
- Noelia Gorbea
Toda la vida es cambio y no hay por qué temer algo que, por sí mismo, es natural. Y es que el hecho de necesitar, lo que sea, implica reflexión. Y cuando esa sensación repiquetea una y otra vez, no hay más opción que obedecer. Analogía que encaja a la perfección con la situación que atraviesa Erripagaña.
Asentado sobre el terreno que comparten cuatro ayuntamientos (Huarte, Pamplona, Valle de Egüés y Burlada), los vecinos se vuelven locos cada vez que un trámite llama a la puerta de sus domicilios. Y es que lo que podría parecer sencillo, como matricular a los más pequeños en el colegio en estos días de preinscripción escolar, no lo es en absoluto.
Basta detenerse una mañana de martes para darse cuenta de que los escollos son más complicados de lo que parece. Entonces, ¿qué es lo que realmente necesitan en este barrio?
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1. Centro de salud
Tres kilómetros. Es la distancia que debe recorrer Manuela Romero para acudir al médico. Como otros muchos, está adscrita al centro de salud de Sarriguren, ya desbordado de por sí. Como le sucede a Silvia, que vive en la calle Diego Salva Lezáun y se ha visto en la necesidad de contratar un seguro privado dada la dificultad que siente para contactar con un pediatra, también en Valle de Egüés. “Es un sinsentido porque el centro de salud del Ensanche nos pilla mucho más cerca”, apunta Manuela.
Recordemos que, aunque Burlada acordó ceder una parcela para el futuro centro sanitario (un solar de 2.500 metros cuadrados en la avenida Erripagaña, entre el lago y el parking para autocaravanas) en agosto de 2021, el gasto para su edificación no comenzará hasta 2024; lo que repercute directamente en que el centro de salud del barrio no estará concluido hasta dos años más tarde, ya 2026.
2. Escuela infantil
Es uno de esos servicios municipales esenciales que demanda cualquier padre, cualquier madre para poder conjugar vida profesional y personal. Pero, dada la complejidad administrativa, los vecinos carecen de esta alternativa. “Se han gastado millones de euros (cuatro) en un centro para Lezkairu y se han olvidado de nosotros”, lamenta Iñaki Alzugarai. De este modo, se ven abocados a guarderías privadas, con precios mucho más elevados a priori.
Como sucede con las subvenciones (comedor escolar), que dependen del empadronamiento. O en la posibilidad de acceder a una determinada escuela infantil. “Mendillorri, siendo más cercano a quienes viven en la zona de Burlada o Sarriguren, deja fuera a quienes no estén empadronados en Pamplona”, señala Laura Ibarra.
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3. Servicios municipales
Tesitura, la anterior, que también viven quienes buscan extraescolar. En la escuela de música Hilarión Eslava (Burlada), a pesar de ser la más próxima para los vecinos de Pamplona, “con tasas prohibitivas” para los no empadronados. “Han llegado a pagar 262 euros por ‘Instrumento ciclo 1’, frente a los 1.619 de los que no viven en Burlada”, pone como ejemplo Celia Nuin.
Incluso sucede algo parecido en el ámbito deportivo. “El campo municipal de fútbol de Erripagaña (UCD Burladés) se sitúa frente a viviendas pertenecientes a Pamplona (avenida de Erripagaña, frente al número 4). “A pesar de ello, es difícil obtener plaza en las escuelas deportivas de fútbol base a pesar de vivir enfrente porque la prioridad es para empadronados en Burlada”, esgrime Lucas Guzmán.
4. Ocio y comercio
Los vecinos dicen sentir “cierta envidia” con las diferencias de ocio entre unos y otros. “En Sarriguren ya cuentan con un segundo pumptrack, mientras que aquí no tenemos una sola dotación”, se quejan. De idéntica manera a la cantidad de bares o superficies comerciales (muchas más en la zona más próxima a la zona de la farmacia 24 horas). “Somos muchos los que optamos por comprar en Mendillorri”, afirma Milagros Zabalza.
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5. Un cambio: el PSIS
Para entender la situación, fue en 2011 cuando llegaron los primeros vecinos, llegando ya a 12.000 censados. “En 2010 se concedió un aumento del 30% de la edificabilidad que permitió a los ayuntamientos hacer ‘torres’ más altas de las previstas y con la modificación del PSIS de la parcela propiedad de Eleclerc se van a construir 500 casas más (entre la carretera de Sarriguren (PA-33), calle Copenhague y avenida Erripagaña)”, cuentan los afectados. “Los ayuntamientos se hacen los remolones para invertir”.
6. Policía, limpieza y villavesas
Asimismo, al estar asentado sobre cuatro demarcaciones, se producen situaciones “rocambolescas”, como las relacionadas con la seguridad, la recogida de residuos o el transporte urbano comarcal. “Pueden darse dos servicios de limpieza para una misma calle”, indican en el límite entre Huarte y Burlada. O incluso diferencia de riego y verdor al hablar de jardinería; señalización de carretera, asfaltado, actuaciones invernales... “Cada ayuntamiento hace la guerra por separado”, recalcan.
En este punto, muestran su preocupación por si localidades como Burlada o Sarriguren tienen plantilla suficiente para dar servicio a Erripagaña. “Sarriguren tiene unos 19 agentes, cuando según el ratio por población deberían ser entre 30 y 40”, entienden los afectados, que también hablan de problemas de conexión entre villavesas. “Eso sin hablar de las estaciones de bicicleta pública o los puntos de recarga de coches eléctricos, exclusiva de Pamplona”, añade Marcos Ramírez.
“Hay una desigualdad con las tasas de contribución: en 2022 fue de 0,3948% para Pamplona; Burlada, 0,338%; Huarte, 0,2555%; y Sarriguren un 0,22%”.
Milagros Zabalza, vecina
“Echamos de menos comercio. En Pamplona, optamos por ir a Mendillorri o a la zona de Burlada, en el extremo opuesto del barrio”.
Silvia, vecina
“Tengo seguro médico privado por lo difícil de acceder al pediatra, ya que me toca ir a Sarriguren”
Toda la vida es cambio y no hay por qué temer algo que, por sí mismo, es natural. Y es que el hecho de necesitar, lo que sea, implica reflexión. Y cuando esa sensación repiquetea una y otra vez, no hay más opción que obedecer. Analogía que encaja a l
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