El curso que empoderó a Inma
Es una de las participantes en el premiado programa de la Mancomunidad de Servicios Sociales de Noáin “Entre nosotras”. Valora lo que le ha servido para su vida
- Cristina Aguinaga
A Inma Arboniés, madre de tres hijos varones, un comentario de uno de sus ellos respecto a la imposibilidad de ponerse una prenda de color rosa sin recibir insultos le terminó de abrir los ojos sobre la necesidad de poner herramientas para educarlos en igualdad. Para hacerles ver que hombres y mujeres no son diferentes. Ella lo tenía claro y ya trataba de inculcarles que es importante aprender a valerse por uno mismo. “Saber hacer cosas y no buscar la compañía de otro por necesidad. Estar por que quieres y con quien quieres, no por necesidad. Lo contrario te mete en un pozo”. Lecciones que da la vida y que ella ha aprendido acumulando vivencias, no siempre fáciles, en sus cuatro décadas.
Nacida en Pamplona, en 2007 recaló en Noáin y allí crecen sus hijos y despidió a su madre en 2018. Justo a tiempo para que “eligiera” el nombre del pequeño, que nació meses después. En Noáin ha participado en el programa “Entre Nosotras” que impulsó la Mancomunidad de Servicios Sociales de la zona. Se trata de un programa de capacitación y aprendizaje “para el empoderamiento de mujeres” que recientemente fue galardonado en la modalidad de buenas prácticas en ayuntamientos y entidades locales en el XXIX Congreso Anual de Servicios Sociales. Se trabajó con un grupo amplio de mujeres seleccionado por los diferentes programas del Servicio Social. “Mujeres diversas, pero con algo en común, la necesidad de realizar un proceso de cambio y transformación profunda. Mujeres que precisan adquirir herramientas que les ayuden en su vida”, explicaban en su día desde la entidad.
Inma Arboniés habla maravillas de ese curso. Tantas que no duda en aseverar que volverá si el programa se repite, como quieren las técnicas, en su zona. Ha interiorizado tanto las nociones que han impartido a un grupo “diverso” y con historias que le sorprendieron, que la conversación enseguida deriva a ellas. Para mostrar su evolución. “Ha sido precioso porque abre los ojos a la situación en la que está la mujer en la sociedad. Al final te das cuenta de que tu misma, sin enterarte, sigues por la rama del machismo. Que está ahí y que tenemos raíces y damos por normal cosas que no tienen que serlo ¿Por qué no van a poder llevar rosa si el arcoíris tiene tantos colores?”, vuelve al principio del relato.
En su caso el curso le ha servido para “empoderarse”, para adquirir, como dice el diccionario, el poder o la independencia para mejorar su situación. “Damos un paso al frente y vemos que la mujer es valiosa, capaz y sirve. Prácticamente es el pilar pero tendemos a dejarla por debajo. Fue un antes y un después para saber lo que siento, lo que merezco y lo que quiero”, aporta otras de esas lecciones que ha asumido. “Enriquece porque historias tenemos todas, pero hay que centrarse en la base y no hay que dejarse llevar porque la sociedad dice que no puedes. Hay que romper con eso de que el hombre es más y empezar con una misma, con el día a día, y no dejarte. Todos somos iguales, hombres y mujeres”.
Con una vida laboral centrada en los diferentes trabajos de la rama administrativa, ahora participa en un curso de capacitación para intentar abrirse nuevos caminos. A la vez que lo compagina con la labor de educar a sus tres hijos. Y con otro objetivo claro, además de la igualdad. Quiere que estén lejos de las pantallas, de los videojuegos o del teléfono móvil hasta que cumplan más años. “No me gusta que estén todo el día así. Ni que tengan móvil o videojuegos porque otros tengan. Sólo unas horas el fin de semana y el resto de los días nos centramos en las tareas, en juegos compartidos. ¡Somos responsables de la siguiente generación! ¡O nos hacen responsables! Hay que poner nuestro grano de arena y no seguir eternamente así. Los prejuicios o los pecados de los padres no deben de ser los de los hijos o hijas. Hay que ir por otros parámetros. Al abrir los ojos te fijas más y te das cuenta de lo que estamos haciendo y entra una sensación de tristeza”, ahonda en sus aprendizajes y en lo que quiere cambiar. Y concluye con otro de esos lemas que trata de inculcar en su papel como madre y como mujer. “El malo gana si el bueno no hace nada por evitarlo”.
Nombre: Inmaculada Arboniés Vargas.
Edad y familia: Pamplonesa de 41 años y madre de tres hijos varones de 10, 8 y 3 años, en su vida laboral ha trabajado como administrativa contable, comercial, dependienta... Ahora realiza un curso de capacitación en Pamplona. Reside en Noáin desde 2007.
A Inma Arboniés, madre de tres hijos varones, un comentario de uno de sus ellos respecto a la imposibilidad de ponerse una prenda de color rosa sin recibir insultos le terminó de abrir los ojos sobre la necesidad de poner herramientas para educarlos
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