La Rochapea arranca de nuevo tras la riada
Comercios que, tras un fin de semana agotador, echan el resto para volver a abrir al público. Peluquerías, gimnasios, restaurantes... Poco a poco, el engranaje comienza a girar otra vez
- Noelia Gorbea
La vida volvió a brotar como ese primer esqueje tan valioso de cualquier cosecha. Lunes 13 de diciembre. Arranca la semana en Pamplona, con su particular ir y venir de tareas y actividades. Un ajetreo tan convencional como necesario, y que no sería ni digno de mención sino fuera por una particularidad. La Rochapea volvía a latir. Poco a poco pero con un potente sistema de asistencia ventricular: la de toda esa gente anónima que no ha dudado en devolver la sonrisa a quienes en menos de 24 horas perdieron una parte de ellos mismos en esos negocios que quedaron anegados tras desbordarse el cauce del río Arga, en una riada ya calificada como histórica.
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URGENCIA PARA ALQUILAR UN TRASTERO
Esa solidaridad desmedida era la que sacaban a relucir, comercio sí y establecimiento también, en todos y cada uno de los puntos donde el agua se llevó más que objetos materiales. “Es increíble las manos que se volcaron en ayudarnos a sacar cosas del almacén, auténticas cadenas de gente que ni siquiera conocíamos y que no dudaron en arrimar el hombro sin nada a cambio”, remarcaba Sergio Larraz, gestor de compras de Fisio Médica Actual, uno de los múltiples comercios afectados por el incremento del caudal. Situado en la plaza Sancho Abarca, los agradecimientos brotaban por doquier.
De la misma manera que aparecía sin remedio ese contrapunto de pena por lo vivido desde el viernes. “Ver que no puedes hacer nada, que el agua entra y ya no hay remedio. Hubo compañeros que estaban tan afanados en salvar parte del material que incluso sufrieron inundaciones en sus coches”, contaba Sergio, acompañado por David Layana y Gorka Bakaikua. Con la marca de un metro de agua como seña de identidad, los responsables de la tienda no habían tenido más remedio que alquilar “de urgencia” un trastero en Beriáin para llevar el material para que, cuando se pueda, tase el perito. “Tenemos otra tienda en la calle Amaya y, por suerte, podemos trasvasar clientes y pedidos, pero aquí tenemos rato”, calculaban.
Dentro de este contexto, los presentes insistían en la idea del tiempo que se pierde cuando sucede una catástrofe semejante. “Es tiempo para inventariar y tiempo que dejas de facturar”, estimaba David. Y así, con un sinfín de viajes en camionetas, sillas eléctricas, scooters y una larga lista de material estropeado ya se encuentra en Beriáin. “No tenemos servidor, ni ordenadores, los plomos se saltan, la alarma suena cuando quiere, el suelo está abombado... Dan ganas hasta de irse de aquí”, sentía Sergio. No obstante, tras 20 años en la Rochapea y ese agradecimiento a quienes que les han ayudado, la decisión no irá a más. “Perdimos mucho dinero el año pasado con el Consorcio, a ver esta vez... Algo tendremos que pensar porque, nos guste o no, el río volverá a desbordarse”, creía Larraz, quien sabe que no puede poner fecha a la apertura de su establecimiento. “Ojalá fuera mañana”.
LA ENERGÍA DEL TATAMI
Allí estaban ellas, mano a mano. Miren León, propietaria del gimnasio León, y su compañera Ángela Vallés. Limpiando sin parar y con una energía que desprendía positivismo. Con unos desperfectos evidentes, entre los que estaban máquinas mojadas, suelos abombados, colchonetas inservibles, sacos de boxeo con restos de lodo... Las amigas ya tenían fecha de apertura. “Notificaremos a los socios que pueden venir desde esta misma tarde (por ayer), que tenemos que ir cambiando cosas poco a poco, pero que el servicio lo ofrecemos. A los que somos deportistas no nos pueden parar un mes”, sonreía Miren.
Con más de 30 medallas internacionales a sus espaldas y la humildad por bandera, Miren tenía tiempo hasta para bromear. “Tendremos que cambiar el suelo por completo, pero como tenemos gente fuerte, ya pediremos ayuda para mover las máquinas del gimnasio”, proponía sin dejar de alabar el esfuerzo de Ángela por salvar la mitad del tatami. “La otra mitad está en la basura, pero se afanó tanto que luego no podía salir y estuvo esperando a los bomberos”. Y con decenas de nombres en la cabeza, Miren solo tenía palabras de agradecimiento para toda la gente que les había ayudado durante el fin de semana. “Una paliza”, asumía. Y, con ese rayo de luz, los veinte centímetros de tarima que salvan la sala de spinning lograron detener la balsa de agua y derivarla hacia la parte trasera del local. “Menos mal porque estas bicis son delicadas...”, suspiraba.
TRASVASE DE CLIENTES DE VILLAVA A ROCHAPEA
Como si nada hubiera pasado. Así se encontraban empleados y clientes de Landare, asociación de consumidores de productos ecológicos. Una tienda ordenada se abría ante los ojos de un sector de la Rochapea que bregaba entre escobas y cubos de agua. “Tenemos la suerte de que el suelo es de baldosa y lo único afectado son las puertas”, resaltaba Susana Armendáriz, la encargada. “Se nos ha estropeado poco género. Otra cosa lo que nos ha sucedido en Villava (poseen otro comercio en la calle Río Ulzama), donde los destrozos son mucho mayores. De hecho no hemos podido abrir ni podremos en varios días”, explicaba mientras trataba de organizar la ‘avalancha’ de clientes que tendrán que acudir al barrio. “Tenemos suerte de poder tener ese soporte”, decían quienes llevan trabajando más de 16 años en la Rochapea. “Es increíble el auzolan de ayuda, especialmente en Villava”, recalcaba Susana.
UN NEGOCIO CONSTRUIDO CON ESFUERZO
Ella, con su esfuerzo y persistencia. Ella, con ayuda de su marido y del respaldo incondicional de una clientela a la que está claramente agradecida. Ella, Mía López, es la que ayer se afanaba en organizar parte de su peluquería para poder volver a ponerse en marcha hoy mismo. De hecho, no eran pocas las clientas que ya le preguntaban si podían pedir cita. “Hoy imposible, tenemos mucho que recoger”, respondía. Y así, con ayuda de su empleada, Janire Viñas, y de una vecina y amiga, Noelia Alonso, el establecimiento de esteticien iba tomando forma. “Estamos acumulando todo en una bajera que tenemos al lado para poder dar parte al seguro. Hay cantidad de máquinas estropeadas: lavadoras, secadores, lavacabezas, sillones empapados, marcos, puertas, el revistero, productos por doquier, mascarillas...”, enumeraba con impotencia. Tanta ha sido la tensión acumulada que Mía no ha sido capaz de conciliar el sueño en todo el fin de semana. “Me dio un ataque de ansiedad y tuve que ir al centro de salud. Ya estoy mejor pero el cuerpo se queda tocado cuando pasa algo así”, admitía. Eso sí, el respaldo del barrio le ha animado sobremanera. “Te das cuenta de que eres parte de esto y es importante”, se sinceraba.
CUANDO LA EXPERIENCIA DE 2013 ES UN GRADO
Como una regata sin límite. Así fluyó la fuerza del río Arga dentro de Barantza Macrobiótica. Un establecimiento que aglutina restaurante y escuela de cocina y que ayer mismo ya estaba listo para abrir sus puertas. “Tengo la experiencia de 2013, y cuanto antes, mejor”, indicaba Tina Asensio, directora de la escuela y gerente. “La capitana”, se reía entre suelos de madera abombados. Rememorando lo complicado de este fin de semana, Tina repetía que desde el mismo viernes ya entraron a limpiar. “Esperamos a que bajara el caudal y nos pusimos a ello a destajo. De 2013 aprendimos que el agua no la puedes parar, por mucho que achiques, así que la clave ya la teníamos”, mantenía.
Dicho y hecho, tras dos días a contrarreloj, el local ya admitía a sus primeras clientas pasadas las once de la mañana. “Queda mucho por hacer y ver cómo organizamos el dinero del seguro cuando llegue, pero nos hemos sentido muy respaldados por la gente y eso te da una alegría absoluta en medio del caos”, insistía Tina. Como anécdota, recordaba que cuando sufrieron la otra gran inundación, apenas llevaban un mes abierto. “Fue muy muy duro”, reconocía. Ahora, como ese contrapunto necesario, la suerte sonreía de su lado. “Casualidad que cambiamos el suelo de la escuela de cocina para que fuese bueno y no de madera. Al ser un local en el que el agua se cae constantemente, decidimos hacer una buena la inversión, con parqué flotante y pegamento sellador. Está húmedo y al pisar sale algo de agua, pero nada que ver con el suelo del resto del local”, detallaba Tina dentro del establecimiento.
Y entre unas cosas y otras, el verdadero sentimiento: “He sentido esa solidaridad mucho más que la vez anterior”, afirmaba Tina.
En una primera valoración, el Ayuntamiento de Pamplona estima en más de 60.000 euros los gastos en limpieza, reposición de mobiliario y alumbrado tras las inundaciones. A esta cifra se suman los daños de particulares y empresas en Rochapeay Landaben; con más de 250 reclamaciones registradas por el ente municipal en comercios o bajeras, vehículos, viviendas y empresas. Asimismo, Enrique Maya se suma a la petición de declarar zona de desastre natural por las inundaciones.
La vida volvió a brotar como ese primer esqueje tan valioso de cualquier cosecha. Lunes 13 de diciembre. Arranca la semana en Pamplona, con su particular ir y venir de tareas y actividades. Un ajetreo tan convencional como necesario, y que no se
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