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Inmaculada Martín Serrano, la última salesa de Pamplona

Fue la última monja en ingresar en el convento de la Visitación de María de la calle San Francisco, la futura sede de la Mancomunidad. Y la última en salir. Ahora vive en Vitoria y regresó a Pamplona para contar cómo era la vida en el convento y ayudar así a diseñar las visitas guiadas abiertas a los ciudadanos

Inmaculada Martín Serrano, la última salesa

Inmaculada Martín Serrano tenía 24 años “recién cumplidos” cuando cruzó la puerta del convento de la Visitación de María, en la calle San Francisco de Pamplona. Ingresaba en la congregación de las Salesas entregada a una vida en clausura. Para siempre. Fue en 1981. Veintidós años después, ella y las otras cinco religiosas que quedaban en la casa fueron trasladadas a Vitoria. La escasez de vocaciones desembocó en el cierre. La hermana Inmaculada fue la última monja en entrar al convento. Y la última en salir.

Nació en Guadalajara, pero se siente “profundamente navarra”. “Viví allí ya antes de entrar al convento y quiero mucho a esa tierra”, explica desde el monasterio de la Visitación de María en Vitoria, donde comparte clausura con otras 21 religiosas. Su proyecto vital y espiritual pasaba por quedarse en Pamplona. Entró para no salir nunca, convencida de su decisión, en la que se reafirma 38 años después.

Había en aquellos inicios de la década de los 80, dieciocho monjas en Pamplona. Y la cifra se mantuvo tiempo porque, “si bien no hubo nuevas vocaciones, en siete años no murió ninguna”, recuerda Inmaculada.

Cuando la congregación cerró la casa quedaban seis monjas en el convento de la calle San Francisco, en el corazón de Pamplona, tan cerca de la capilla de San Fermín, donde el Casco Viejo se abraza con el Ensanche y ellas vivían ajenas al bullicio de la ciudad, entregadas a una vida de oración, trabajo y formación.

Las seis fueron trasladadas a Vitoria. En estos dieciséis años, tres de ellas han fallecido y viven las otras tres. “Una murió el mismo año, como superiora, era muy sentenciosa, muy espiritual, muy buena”, detalla Inmaculada. Ella es, con 62 años, la más joven de las tres, y casi también en el convento, aunque celebra las vocaciones que ha habido en los últimos años, sobre todo procedentes de Perú. Y en este punto quiere añadir un matiz: “Varias de esas vocaciones, siete, se enlazaron cuando estábamos en Pamplona, aunque llegaron ya en Vitoria, es como si fueran nuestras y ahora hay quince jóvenes”, apunta risueña.

ASESORA EN LA VISITAS

Inmaculada escogió vivir interna cuando tomó los hábitos. “Había dos posibilidades, podía ser también externa, que son las que salen a hacer os encargos u otras gestiones a la calle; yo no salía”, explica. Sin embargo, sí volvió a cubrir hace poco tiempo los kilómetros que separan Vitoria de Pamplona. Fue la elegida por la madre superiora para asesorar a los técnicos contratados por la Mancomunidad en las visitas guiadas que se han llevado a cabo desde el mes de abril, casi 70 en total, en las que han participado más de 2.000 personas. “Estuve allí ayudando un poco, enseñando las estancias del convento y nuestro modo de vida”, sostiene. Sus explicaciones han sido un legado para sostener el pasado del edificio, la pequeña historia de la ciudad, allí donde quede escrita. El futuro es esboza ahora, y el inmueble albergará la nueva sede de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona.

Inmaculada se ocupó de distintas labores durante su estancia en Pamplona. “Había una hermana que me seguía a mí, y estuvimos tiempo juntas, lo mismo en la huerta, que lavando o cosiendo o en la cocina. Y luego pasé 22 años en la enfermería, ayudando con las hermanas mayores, desde el 97, y continué en Vitoria hasta 2017”, describe su labor. En los últimos años ha estado en la lavandería, y especialmente en el refectorio, el comedor del convento, y en la cocina. Se maneja bien entre pucheros, desvela. “Una cocina y la otra ayuda, y nos vamos turnando para preparar las comidas del día.

También ahora hacemos algo de repostería, y para fuera rosquillas... pero solidarias, como una forma de caridad”, añade. Para afrontar los gastos del convento la comunidad de Vitoria se dedica a los bordados, a mano y a máquina. “Tenemos aún encargos”, cuenta Inmaculada en un tiempo en que las congregaciones sondean otras ideas de negocio ante el declive de oficios tradicionales como la costura o la encuadernación.

La hermana guarda muy buen recuerdo de Pamplona. “Nos querían tanto...y la misa de los domingos por la tarde se llenaba”, desgrana y se despide con una frase de San Francisco de Sales.

<div class="tit_blue">18 coventos en 31 países</div> La congregación de las Salesas, fundada por Francisco de Sales, cuenta actualmente con 18 monasterios en 31 países, y cada uno de ellos funciona de manera autónoma. El de Pamplona abrió en 1902, obra del arquitecto Florencio Ansoleaga. En 2003 se apagaron las luces del convento. Ese año fueron trasladadas a Vitoria las seis últimas hermanas. Un año después el edificio se vendió a la fundación Caja Navarra. El precio que se barajó entonces oscilaba entre los 3 y los 4 millones de euros, aunque la entidad no facilitó el monto al cerrar la operación. Lo que sí adelantó fue su intención de destinar el inmueble a sede de su fundación, así como a habilitar en él una exposición de arte, un centro tecnológico financiero y otras actividades que finalmente no fraguaron. En 2010 lo compró la Mancomunidad, en 4,5 millones, con el fin de instalar allí su sede, y en la última década han avanzado, aunque lento, los trámites con este fin. Está previsto que el proyecto, ya redactado, se licite en octubre, con un coste de 15,5 millones. El edificio cuenta con un grado de protección 2.

Inmaculada Martín Serrano tenía 24 años “recién cumplidos” cuando cruzó la puerta del convento de la Visitación de María, en la calle San Francisco de Pamplona. Ingresaba en la congregación de las Salesas entregada a una vida en clausura. Para siempr

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