Rubén Moreno, el masajista deportivo pamplonés con discapacidad que tiene unas manos únicas
Con 30 años, derriba una vez más la barrera de la discapacidad en el mundo laboral y opta a dos importantes premios concedidos por la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME)
- Iván Benítez
Suena el timbre pero no abre nadie. El tono de la llamada desconcierta. Se escucha aquí y más allá. De hecho, parece acercarse caminando hasta el número 14 de la calle Tajonar de Pamplona. Rubén saluda desde la acera de enfrente. Alza el brazo izquierdo mientras el derecho lo apoya en un bastón de trekking. Barba oscura, sonrisa tímida, largas zancadas. Solo han pasado tres minutos de la hora acordada. “He vinculado el timbre al móvil por si viene algún cliente a la consulta cuando estoy fuera”, aclara, con satisfacción, girando la llave del local. En la fachada hay un rótulo azul: Rubén, Centro de masajes.
El atardecer tamiza en dorado el interior. Huele a eucalipto. Un pequeño vestíbulo con un espejo y un armario comunica directamente con la sala de masajes. Un grafitti de una flor de loto blanca y una planta verde de bambú rompe la sobriedad desde una de las paredes. “Quería luz y paz. Un momento zen de los masajes”, explica el motivo del mural. A la derecha, según se entra, en la única estantería, ha repartido estratégicamente diplomas que recuerdan su labor como mejor autónomo con discapacidad. En todos los galardones sobresale la misma etiqueta: “discapacidad”. Rubén se encoge de hombros. “No oculto nada a mis clientes”, deja claro. También hay cinco fotografías. En dos de ellas posa orgulloso con la propietaria del restaurante Europa, Pilar Idoate, en otra con Simón Simoes, Míster Navarra, y la última corresponde a un ciclista amateur, Arturo Domínguez, disputando una carrera. Junto a esta imagen reposa el trofeo y una medalla de la última Quebrantahuesos. En este cuadrilátero de esfuerzo, en la última balda, destaca el premio que le entregó en 2018 el jurado de los Premios de Reconocimiento al Trabajo Autónomo de Navarra. En cada rincón florecen detalles. Llama especialmente la atención la disposición de cinco botes de aceites perfectamente alineados y personalizados con su nombre. Y una placa dedicada por sus clientes que dice: “Por tu sacrificio y amistad, te mereces todo lo bueno que te pase en esta vida y en tu consulta. Todo lo bueno está por llegar”.
Uniformado con la chaquetilla negra de trabajo, Rubén regula la altura de la camilla y se sienta en ella. Entonces, comienza a hablar. Pero se bloquea al tirar de la mano de la niñez. Sus primeras palabras consagran la memoria de su padre, Javier. Y tiemblan. “Yo tenía dos años y medio cuando murió de cáncer. Lo siento. De mi pasado no recuerdo nada. Solo sé que no ha sido fácil por mi discapacidad intelectual del 50%”. Su sonrisa vacila, se quiebra, remontando rápidamente al viajar mentalmente a Hacinas, el pueblo de su padre. Un refugio estival donde caía en brazos de sus abuelos, Jesusa y Lucio. “Allí jugaba y me protegían. Era feliz”.
Fue en 2013 cuando Rubén Moreno comenzó sus estudios de quiromasaje en Pamplona. En 2017 llevó a cabo un curso para convertirse en especialista en masaje deportivo. Después realizó un Máster en Terapias Manuales y Complementarias y obtuvo el título del Instituto Superior de Estudios. En 2019 logró el segundo puesto en los premios como empresario autónomo en la categoría de personas con discapacidad (otra vez la etiqueta).
Durante un tiempo trabajó alquilando locales en diferentes barrios de Pamplona, hasta que en 2021 decidió comprar el suyo. “Somos un colectivo bastante discriminado a todos los niveles”, respondió en una entrevista en 2019 tras quedar finalista en la categoría Empresario Autónomo por la Inclusión Laboral. “Los pocos puestos de trabajo que he desempeñado antes de abrir mi negocio han sido con unas condiciones muy malas, sin garantías y poca estabilidad”. Sigue manteniendo aquel discurso, añadiendo algo más: “Hay que mejorar la inclusión y ayudar más a los autónomos. No es normal que paguemos una cuota tan alta”.
Este año, las costuras de la ilusión han saltado por los aires. Porque Rubén opta al premio Pyme o empresario autónomo por la inclusión laboral de personas con discapacidad y, a su vez, ha sido nominado a los premios CEPYME en la categoría de empresario autónomo del año. Es decir, competirá en la final con personas sin discapacidad en un acto que se celebrará el 28 de marzo en el auditorio del Banco de Santander. “Poder quitarme esta etiqueta y ser nominado a empresario autónomo ya es un premio”, expone, rotundo, con la mano izquierda en el bolsillo y la derecha en la cintura, un gesto de su padre.
A las seis de la tarde, el timbre del centro de masajes Rubén Moreno vuelve a sonar. En esta ocasión, un culturista de 25 años, Daniel Román, saluda con un apretón de colegueo. “Hoy vengo con molestias en el cuello”, comenta, tumbándose bocabajo. “Soy técnico y estoy todo el día forzando el cuello, trabajando con destornilladores, siempre mirando arriba… Hay días que me duele hasta la cabeza”. Las manos del masajista se impregnan de aceite. “Estoy preparando mi primer campeonato y los entrenamientos cada vez son más exigentes”. Las falanges intervienen con destreza sobre un muro de músculos. “Rubén me comentó que tenía una discapacidad y hablamos sobre ello, pero en ningún momento he pensado en dejar de venir. Sus manos son únicas”. Rubén escucha e interviene. “La sociedad nos pone barreras desde niños por miedo y desconocimiento”, lamenta. “Nos tienen siempre en una burbuja sin permitirnos tomar decisiones. Supongo que por miedo a que nos pueda ocurrir algo”. Se queda pensativo. “Si desde niños no se nos trata con normalidad se nos genera mucha inseguridad”, suelta, quizá a modo de advertencia. Antes de finalizar la sesión, el culturista quiere añadir algo. “En los institutos se trata muy mal a estas personas. Yo lo he visto. “¡Mira al raro!”, les increpan. Hay mucha inconsciencia del daño que se les hace...”.
El siguiente cliente es Arturo Domínguez Calvo, 24 años. “Nos conocimos a través de las redes sociales. Rubén promocionaba su negocio a través de Instagram, buscaba deportistas para trabajar con ellos y coincidía que acababa de sufrir una lesión ósea. Así que me puse en sus manos”. Rubén tardó un tiempo en hablarle del cliché que le persigue desde niño. “Pero, eso no es ningún problema”, le tranquilizó. “Sus manos tienen horas de trabajo y fuerza. Además, es inquieto, inconformista, siempre en movimiento, como sus manos”. Ciclista y masajista han formado un equipo. “Así que mis premios son suyos. Me está ayudando tanto... Mis padres están muy agradecidos”.
Un par de semanas antes de que Rubén viaje a Madrid junto a Ibai Maestre para presentarse a la doble candidatura de los galardones CEPYME, Arturo lo nota especialmente inquieto. “Todo esto supone mucho”, reconoce. “En esta ocasión, ha derribado una nueva barrera. Ya que no está nominado por su discapacidad, sino por ser mejor autónomo del año. No conozco a nadie igual. Va por libre. Es único”.
Ibai Maestre cuenta que acudió a la consulta de masajes por primera vez hace algo más de un año por un problema lumbar. Se lo recomendó un amigo. “Me avisó de que tenía alguna discapacidad, pero no me importó”. En la actualidad, además de cliente son buenos amigos. Hasta tal punto que le acompañará a Madrid a la doble nominación. “La discapacidad no impide que se puedas hacer un buen trabajo”.
Al abordar de nuevo la niñez, Rubén menciona a tres de sus profesoras de Primaria e Infantil del Colegio Público Ezkaba de Ansoáin. “Si he sido capaz de iluminar una sola infancia, estoy satisfecha”, dijo la escritora sueca Astrid Lindgren. Y esta es precisamente la labor invisible que han implementado estas tres maestras jubiladas, al igual que otros tantos profesionales de la educación y de organizaciones como COCEMFE Navarra o el CREENA (Centro de Recursos de Educación Especial de Navarra), que han iluminado los pasos de tantas infancias.
Al calor de una infusión en la terraza del Iruña -cae la tarde en la Plaza del Castillo de Pamplona-, María Jesús Escartín, Charo Astráin Elizalde y Mikele Cantín Luna recuerdan aquellos años. “Fuimos de los primeros centros de integración en Navarra”, adelanta Mª Jesús, quien parece estar visualizando en el interior de la taza el dibujo que Rubén coloreó tras la muerte de su padre con dos años y medio. “Pintó una banda azul con ceras y me dijo: ‘Es mi padre, en el cielo”.
Para Charo esta discapacidad se traducía en un retraso en la comprensión y expresión. “Llevaba una metodología individualizada, pero se relacionaba con todos, jugaba, disfrutaba, venía feliz a clase”. Asimismo, Mikele le recuerda con una sonrisa, integrado, pacífico, riguroso en sus explicaciones antes de iniciar las vacaciones de verano y viajar con su madre a casa de sus abuelos a Hacinas. “Todo lo que vivía con su familia en verano lo sentía con tal intensidad que a la vuelta nos lo contaba”. Han transcurrido más de veinte años. “Hay niños y niñas de los que no te puedes olvidar. Y él tampoco se olvidó de nosotras. Pasó al instituto y venía a visitarnos cuando tenía libre”. Hace tiempo que no coinciden con su exalumno y se animan a darle una sorpresa. Al descubrirlas en la puerta, a Rubén se le escapa una sonrisa nerviosa. “Muchas gracias por venir. Muchas gracias por todo, de verdad”. Mª Jesús, Charo y Mikele entran al local y conocen a Simón Simoes, Míster Navarra.
Simón Simoes y Rubén viajarán juntos a la gala de Míster España que se celebrará en Tenerife a finales de junio. Además de masajes recibe tratamientos de belleza y experiencia, explica, puesto que ha participado en un certamen anterior. “Hemos formado un buen equipo. Rubén es una personas ejemplar tanto en lo personal como en lo profesional. Demuestra pasión, dedicación, constancia y el trato con otras personas es tan especial...”.
Anochece. Toca despedirse. Rubén abraza a sus profesoras y pide al periodista que contacte con su prima, Paloma Pérez. En realidad, prima de su padre. Ella será la portavoz.
“Rubén es tan parecido a su padre que en el pueblo le llaman Javier”, cuenta Paloma por teléfono. “Javier desprendía tanta ternura, bondad y optimismo... Le diagnosticaron leucemia. Estuvo ingresado año y medio y en todo momento mantuvo la esperanza”. Murió un 7 de julio. De ahí que el sueño de Rubén sea lanzar el chupinazo. “Estoy segura de que mi primo no lo ha tenido nada fácil y que se han reído mucho de su discapacidad, aunque no nos lo haya transmitido. Para llegar hasta aquí ha sido muy importante el papel de sus abuelos, Jesusa y Lucio, que le han ayudado en todo. Rubén es un guerrero”.
Desde la federación de discapacidad COCEMFE Navarra han ayudado a Rubén Moreno a dar ese salto de montar su propio negocio a través del servicio de empleo AVANZA, que cada año gestiona unos 500 empleos. Seis de cada diez personas con discapacidad en edad de trabajar no tienen empleo en Navarra según el último plan de discapacidad.
“Si montar un negocio ya es un reto, hacerlo cuando tienes una discapacidad es un reto mucho más difícil, comenzando por la dificultad del papeleo, los trámites, el alquiler del local...”, explica Ikerne Arizkuren, responsable de empleo de COCEMFE. “Y continuando por los prejuicios sociales a los que se enfrentan. Por eso nos hace mucha ilusión que su negocio se haya consolidado y que esté nominado a este reconocimiento, más aún, compitiendo con personas sin discapacidad, ya que ayuda a romper esos prejuicios y supone un estímulo para otras personas”, subraya, destacando la importancia del trabajo para este colectivo. “El trabajo para una persona con discapacidad es más que un trabajo, le aporta independencia, autonomía, relaciones sociales y mucha autoestima”.
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