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El 0,56% de los alumnos navarros están identificados con altas capacidades

El porcentaje real es mayor (10%) pero la mayoría no ha sido detectada

Imagen de una hilera de pupitres en el aula de un centro escolar CEDIDA

Son niños que aprender a leer casi antes que a hablar. Pequeñas, muy interesadas por la ciencia y el universo que se aburren en clase. Y adolescentes que prefieren jugar una partida de ajedrez contra un contrincante desconocido antes que dar patadas al balón en el patio del colegio con sus compañeros de clase. Pueden ser tópicos. O no. Pero son algunos de los rasgos que dibujan a los escolares con altas capacidades

En las aulas navarras están identificados tan solo 673 (468 varones y 205 mujeres) de los 116.727 escolarizados, lo que supone un porcentaje del 0,56% del alumnado. Aunque familias y expertos coinciden en que el dígito real es mucho mayor (oscila entre el 10% y el 12% del total), ya que, lamentan, la mayoría de los escolares con altas capacidades no están identificados. Hoy se celebra el día mundial de esta realidad con la que conviven a diario niños, adolescentes, adultos y sus familias. Los responsables de la Asociación Navarra de Altas Capacidades (ANAC) solicitan una mayor formación de los profesores y los orientadores escolares y un protocolo más específico que obligue a la identificación cuando se precise en colegios e institutos.

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La presidenta de esta entidad, la abogada María Sola, madre de tres hijos, uno de ellos con altas capacidades, lamenta que cuanto más tarde sean identificados los menores “más talento se perderá”. Además, critica que las chicas aún están menos identificadas que sus compañeros varones (205 frente a 468). Solo el 30,5% del alumnos con altas capacidades son niñas. “¿Cómo es posible? Porque están más escondidas. Pero a ellas también les interesa la ciencia, la tecnología, el universo...” Insiste en que lo que ellas lleguen a ser se fraguará en la infancia. “También deben ser animadas, estimuladas y apoyadas en el desarrollo de su potencial”, subraya.

Respecto del momento del ‘despunte’, aclara que los menores con altas capacidades ya destacan desde que cumplen un año “o incluso antes”. “Son capaces de seguir un objeto con la mirada, aprenden a leer muy pronto, se hacen preguntas elevadas para su edad...”, enumera. La edad más apropiada para pasar los test de identificación, explica, son los 6 años (1º de Primaria) porque ya son capaces de sentarse, coger un lápiz y tienen madurez. “Pero se pueden hacer un poco antes, desde 3º de Infantil (5 años). Aunque cuanto más pequeño es el niño, más profesional debe ser la persona que les haga los test de identificación”.

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¿ORIENTADOR DEL COLEGIO?

¿Y quién debe pasar esta prueba? “Lo recomendable es que sea el orientador del colegio pero no siempre ocurre”, expone María Sola. Por eso, algunas familias acuden a psicólogos, pedagogos o psicopedagogos privados. En el caso de que tengan un informe externo, continúa su explicación, deben regresar con él al colegio para que orientador y docentes tomen medidas. “Es importante una identificación precoz pero, claro, también que se intervenga de manera adecuada”.

¿Las opciones? La primera y más habitual, el llamado enriquecimiento curricular. Que puede hacerse ampliando el currículo (“lo que no significa -insiste Sola- que se mande más tarea) o que se trabaje por proyectos (cada alumno de manera individual o con otro compañero de la misma edad y también identificado con altas capacidades).

En el caso de que estas medidas resulten insuficientes, sigue Sola el relato, se pasaría a la llamada ‘aceleración’ (adelantar un curso). “No es lo más habitual y solo se ejecuta en ocasiones excepcionales”, argumenta. Y aporta un dato significativo para la escuela y la vida: el 95% de los alumnos con altas capacidades son PAS (personas altamente sensibles). “Les molesta el ruido, las etiquetas de la ropa, son extremadamente empáticos...” Además, un tercio pasan por la vida sin conocer este diagnóstico, otro tercio conoce sus características y el tercer tercio fracasa en el colegio y el trabajo. Más de la mitad, añade, sufren acoso escolar. “Ni el sistema ni la sociedad están preparados para ellos”.

Son niños que aprender a leer casi antes que a hablar. Pequeñas, muy interesadas por la ciencia y el universo que se aburren en clase. Y adolescentes que prefieren jugar una partida de ajedrez contra un contrincante desconocido antes que dar patadas

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