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Fundación social

María José Beriáin, presidenta de la Fundación Koine Aequalitas: “La violencia psicológica no te mata como la física pero te entierra en vida”

Impulso para lograr la igualdad entre hombres y mujeres en la empresa, para facilitar el acceso al mundo laboral de las féminas más vulnerables o de los jóvenes emigrantes. Son algunos de los objetivos de esta fundación social, que cumple ahora veinte años y que preside esta farmacéutica, catedrática de Nutrición y Bromatología en la UPNA

María José Beriáin Apesteguía, de 61 años, preside el patronato de la Fundación Koine Aequalitas desde 2012. Esta entidad, sin ánimo de lucro y que significa ‘comunidad e igualdad’, trabaja en cuestiones sociales (mujer, discapacidad...) J. A. Goñi

María José Beriáin modula su discurso con un tono de voz dulce. Entrañable. Que provoca confianza y empatía en quien la escucha y a quien relata sus peripecias vitales y profesionales. Quizá porque es una mujer científica y que ha ocupado puestos de responsabilidad en un mundo en el que han predominado los hombres. O también porque ha aportado a su trabajo más técnico una pátina social que lo barniza con un mayor compromiso. María José Beriáin Apesteguía (Bilbao, 1961 y de ascendencia navarra, de Espinal y Mendigorría) preside desde hace una década la Fundación Koine Aequalitas, una entidad sin ánimo de lucro que cumple ahora sus primeros veinte años y que se dedica a facilitar la inserción laboral y social de los colectivos más vulnerables (mujeres, emigrantes, personas con discapacidad, jóvenes...) 

Doctora en Farmacia por la Universidad de Navarra y catedrática en Nutrición y Bromatología en las Escuelas de Ingeniería Agronómica y Biociencias y de Ciencias de la Salud en la UPNA, María José Beriáin insiste en que “nunca” se ha sentido discriminada por ser mujer. Pero, asegura, ha tenido siempre un gran apoyo en su marido, el abogado pamplonés Mariano Benac Urroz. Ambos son padres de dos hijos: Mariano (32 años) y Julen (26), también abogados. “Forman toda una estirpe familiar. Yo me he quedado sola en el mundo de los alimentos”, bromea. Con motivo del veinte aniversario de la fundación y de la celebración este miércoles del Día Internacional de Mujer, Beriáin repasa algunos de los lugares comunes sobre esta realidad que aún muestra una “brecha social”.

Aunque ya llevan veinte años impulsando proyectos sociales en Navarra, no todo el mundo conoce la fundación Koine Aequalitas. Preséntela en unas líneas...

Hace dos décadas, un grupo de profesionales del campo de la innovación social se reunió para promover iniciativas. Y yo caí aquí como una científica. Entonces, empezaron a explicarme asuntos de su campo de trabajo social que yo desconocía y que siempre me han parecido muy interesantes. Comencé como voluntaria en los proyectos en los que podía ser más útil y desde hace diez años, presido el patronato. Sigo aprendiendo y mi visión de la vida ha cambiado porque he dejado de ser la misma.

¿A qué se refiere?

A que lo social se ha proyectado en todas mis facetas y ahora pongo más ímpetu en la solidaridad, la justicia, la defensa del débil, la igualdad de oportunidades y en contribuir a que nuestro mundo cambie aprovechando el talento de las personas. Ahora trabajo de esa manera. También en la universidad, con mi familia, mis amigos... En la fundación desarrollamos proyectos para empoderar a las mujeres en el mundo de la empresa, para facilitar la inserción laboral de las féminas con algún tipo de discapacidad, para que los jóvenes que procedan del amparo del sistema (menores no acompañados que ya cumplen la mayoría de edad) se formen y trabajen... Nuestro objetivo es facilitar el desarrollo social, mejorar la calidad de vida de las personas y conseguir que todo el mundo tenga igualdad de oportunidades. De hecho, Koine Aequalitas son dos palabras griegas que significan ‘comunidad’ e ‘igualdad’.

Usted, como mujer y científica en unos años en los que las féminas todavía ocupaban pocos puestos de responsabilidad, ¿ha tenido algún problema? ¿Ha protagonizado desigualdades?

Yo, nunca, ni en casa ni el trabajo. He tenido una pareja que ha desempeñado siempre todos los trabajos en casa. De hecho, yo he ido a la compra muy pocas veces (se ríe). Pero es complicado y requiere esfuerzo y trabajo. Hay una época en la vida, en la que los niños son pequeños, en que tenía que trabajar por la noche en casa... ¡Gracias a que a esa edad tienes fuerza y energía! En los años noventa, terminé metida en un grupo de trabajo con otros seis señores para crear la Asociación de empresa familiar de Navarra, de la que soy fundadora. Y no tuve ningún problema. En la UPNA, fui la responsable de la Oficina de transferencia de resultados de investigación (OTRI) y creé el Isfood (el Instituto de innovación en la cadena alimentaria). Pero soy consciente de que sigue habiendo desigualdades y que la brecha de género aún es mayor cuando hablamos de mujeres con vulnerabilidad social. Entonces, la igualdad aún es un sueño. No existe.

¿A qué mujeres se refiere?

A las emigrantes, con baja calificación, alguna discapacidad... Según la teoría de la interseccionalidad, el mundo está dirigido por hombres blancos, heterosexuales, con estudios y sanos. Todo lo que salga de este perfil suma vulnerabilidad. No es lo mismo una mujer blanca con estudios que una negra sin ellos. Por eso, la apuesta del patronato fue seleccionar a una mujer para dirigirlo y contar con una plantilla mayoritariamente feminizada (de quince personas, solo hay cuatro hombres). El 90% del equipo, además, posee estudios especializados en igualdad de género. Pero también intervenimos con hombres. Por ejemplo, en el programa con jóvenes emigrantes, procedentes de una cultura diferente en la que la mujer tiene otra posición, se ha trabajado con ellos en la igualdad de género y en una masculinidad distinta.

PERDER LA DIGNIDAD

Una iniciativa muy ilusionante, aunque la realidad es tozuda. Y la violencia machista sigue creciendo. Con catorce mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año... ¿Por qué cree que siguen ocurriendo estos feminicidios?

Por la falta de esfuerzo en educación y el cambio de cultura. La violencia machista es un problema que afecta a todas las capas sociales, razas, nivel de estudio... No hay diferencia porque los celos son algo patológico y el amor romántico sigue mitificado. Las mujeres podemos hacer todo lo que queramos pero algunas siguen aceptando una bofetada del que consideran el amor de su vida. Seguimos conviviendo con ese rasero. Por eso, hay que invertir en la detección y la prevención temprana para evitar estos comportamientos ya en la adolescencia. Los educadores y los padres deben ponerse las gafas para ver la realidad y contar con las herramientas necesarias. En algunos centros escolares, se han implantado proyectos desde Primaria y nos dicen que resultan interesantes.

La violencia física es la punta del iceberg pero, ¿qué ocurre con el hielo de debajo?

El chantaje emocional, el desprecio, los insultos... son igual de graves que los golpes. Aunque no te lleven a la muerte, te entierran en vida. Y no sabemos cuántos suicidios provoca la violencia de género. Hay muchos casos de violencia psicológica que están fuera del sistema porque son muy complicados de detectar y de intervenir.

¿Qué habría que hacer?

Muchas mujeres son conscientes de que están en un callejón sin salida pero no toman la decisión de romper con esa pareja por no tener los medios económicos suficientes. Si sabes que vas a tener un divorcio conflictivo, que no te va a pasar la pensión, que tus ingresos no son muy altos, protagonizas una situación muy complicada y poco a poco, vas perdiendo la dignidad. A este respecto, hemos impulsado un proyecto interesante para capacitar a las mujeres del entorno rural a trabajar en empresas, comercios o en el área de rehabilitación de viviendas. Desarrollamos la iniciativa en Falces para demostrar que las mujeres podían hacer trabajos considerados tradicionalmente para hombres y tuvo mucho éxito (el 20% fueron contratadas). Es fundamental que las mujeres tengan una independencia económica.

Otro de los proyectos que han impulsado es con mujeres con discapacidad...

Trabajamos específicamente con mujeres con enfermedad mental con el proyecto ‘Activando’. Se enseñan competencias personales, laborales, digitales... Que vienen reflejadas en un canal de Youtube y a través de Instagram. La enfermedad mental para una mujer es un estigma muy grande y tiene que salir del armario. Aunque tengan una patología grave, pueden desarrollar una vida completamente normalizada porque siguen un tratamiento y están estables. Aquí tienen un apoyo. Trabajamos con el diagnóstico médico y no todos los diagnósticos derivan en discapacidad. Aunque no pertenezco a este campo, he aprendido mucho. También para mi trabajo en la universidad.

¿Y en qué se ha traducido?

Te voy a exponer un caso concreto. En la primera promoción del grado de Innovación, un alumno me contó que su hermana tenía una discapacidad, que le provoca disfagia (dificultad para tragar). Hace ocho años, empezamos a desarrollar este tema y su trabajo fin de grado (TFG) lo hizo sobre este asunto: el de los problemas de las personas con parálisis cerebral y el atragantamiento. Hasta entonces, existían unos polvos con los que se espesaban un poco los líquidos y se les daban con cuchara. Pero se les apartaba y no tenían igualdad de oportunidades. El otro día, este chico leyó su tesis doctoral sobre este tema y hemos logrado un avance enorme. Ya hay empresas interesadas en el tipo de alimentos que hemos impulsado: una especie de geles que se tragan fácilmente (moviendo solo la lengua) y con una firmeza para que no se ahoguen y el producto vaya directamente al estómago y coman siempre purés. Hemos impulsado un gran trabajo técnico en lo social para generar una red de ayuda. Es lo mejor de este patronato: trabajar con profesionales de todos los ámbitos, conectar ideas y personas.

“Vengo de una familia de mujeres y nos tocó luchar”

Asegura que nunca se sintió relegada por ser mujer. ¿Cómo fue su infancia y su vida familiar?

Yo pertenezco a una familia un poco especial. Mi padre sufrió un ictus cuando tenía 56 años. Mi madre, que nació en Mendigorría, nunca había trabajado, aunque le hubiera gustado. Pero tras el ictus de mi padre, ella tuvo la oportunidad de asumir las tareas de la empresa de él. Y se empoderó que no veas, Mi hermana y yo, junto con ella, formamos una familia de mujeres a las que nos tocó luchar. Y mucho. Fuimos haciendo ese cambio cultural, de manera natural. Las dos fuimos a la universidad porque para mis padres era lo normal. Con el paso del tiempo, he estado sentada en una mesa de trabajo con diez hombres. No sé cómo lo verían ellos pero para mí eran solo personas trabajando.

Esta situación que expone no es similar en todos los países ni clases sociales...

Lo sé de primera mano porque hace cuatro años llegó a mi vida una chica hindú: Rasmi. Solicité a un programa de la Unión Europea investigadores de todo el mundo y de entre veintiún candidatos, la elegí a ella. Que ha sido casi como mi hija. Ya hemos presentado su tesis y ha escrito en revistas de primer nivel. ¿Por qué la vida la puso en mi camino? Ella pertenece a una familia de un nivel cultural medio alto pero tiene hermanas casadas muy jovencitas. No quiere volver a la India. Ha hecho dos estancia doctorales en Texas (Estados Unidos) e Irlanda y le gustaría trabajar en el mundo de la empresa. Para mí ha sido todo un aprendizaje. Una muestra más de que lo social y lo científico van unidos.

¿Cuál ha sido la situación con los jóvenes que dejaron de ser ‘menas’?

De los quince menores del programa ‘Acompañarte’, diez ya están trabajando en hostelería.

DNI

​Farmacéutica y gestora María José Beriáin Apesteguía (Bilbao, 1961) tiene ascendencia navarra (Espinal, Cirauqui, Mañeru y Mendigorría). Doctora en Farmacia por la Universidad de Navarra, es catedrática de Nutrición y Bormatología en la UPNA, donde ha ocupado cargos de gestión y fue candidata a rectora en 2019. Casada con el abogado pamplonés Mariano Benac, son padres Mariano (32 años) y Julen (26), también letrados.

María José Beriáin modula su discurso con un tono de voz dulce. Entrañable. Que provoca confianza y empatía en quien la escucha y a quien relata sus peripecias vitales y profesionales. Quizá porque es una mujer científica y que ha ocupado puestos de

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