“La niebla nos rodeó y no parábamos de resbalar por la nieve”
Pasaron ratos de “gran nerviosismo” y también de “mucho” miedo. Solo se calmaron cuando llegaron los rescatistas. Dos de los jóvenes rescatados el martes cuentan su experiencia
- Diego Carasusán
La suya ha sido una aventura con final feliz, pero estuvo a punto de no ser así. Por ello este jueves, cuando recordaban las horas que estuvieron atrapados en el Moncayo esperando a la llegada de los equipos de rescate, los diez jóvenes murchantinos que protagonizaron el suceso todavía tenían el susto metido en el cuerpo.
Uno de esos jóvenes es Osama Khalil, de 16 años y estudiante en el Centro Integrado Politécnico ETI de Tudela, quien recordó cómo el día de ocio que había planeado junto a sus otros 9 amigos se torció al mismo ritmo que cambiaron las condiciones meteorológicas. “Queríamos pasar un día de fiesta en el Moncayo, comer allí y subir a la cima. Sobre las 13 horas estábamos disfrutando del sol, e incluso de calor... pero todo cambió cuando, a mitad de tarde, empezamos a ascender el monte”, explicó Osama. “De repente -apuntó el joven- la niebla nos rodeó y la nieve comenzó a cubrir el camino. No podíamos caminar. Nos resbalábamos continuamente y apenas veíamos más allá de unos metros”.
El grupo de 7 jóvenes que ascendió a la cima se había separado previamente de otro de 3 que se quedó más abajo, ya que había sufrido una caída sin mayores consecuencias. “Ellos habían llamado al 112 y contactaron con nosotros para avisarnos de eso y aconsejarnos que hiciéramos lo mismo. La situación se estaba poniendo cada vez peor, y pedimos auxilio”, recordó Osama.
A partir de ese momento comenzaron varias horas de espera y de muchas emociones. “Había momentos en los que nos reíamos, otros en los que teníamos mucho miedo, y otros que vivimos con gran nerviosismo. Todo se apaciguó cuando llegaron los rescatistas, a los que apenas veíamos por toda la niebla que se nos había echado encima”, indicó el joven.
Ya a salvo en la zona del Santuario del Moncayo, Osama se reencontró con su padre, que fue uno de los que acudió al lugar para seguir in situ el desarrollo del rescate. “Mi padre me dijo que no me preocupara, que había quedado todo en un susto, y que aprendiera de esta experiencia para no volver a caer en el mismo error”, recordó Osama, quien no descarta volver al Moncayo, “pero no sin antes equiparme convenientemente y sabiendo la época del año en la que se debe ir”. “El Moncayo es un lugar precioso, pero hay que tenerle respeto”, dijo.
APRENDER LA LECCIÓN
La misma falta de experiencia de Osama tenía su primo Zacaria Khalil, de 17 años y estudiante en el IES Benjamín de Tudela, quien también se encontraba en el grupo que ascendió hasta la cima. Según indicó este jueves Zacaria, vivió las horas de espera “con tranquilidad, porque confiaba en el equipo de rescate”. “La preocupación no era tanto por nosotros como por nuestros compañeros que habían sufrido el accidente. A nosotros nos sacaron antes y teníamos miedo por si les pasaba algo. Finalmente todo acabó bien”, apuntó el joven, quien aseguró que no volverá al Moncayo nunca más. “Después de lo que viví allí..., se me han quitado las ganas”, dijo.
Siguiendo in situ las labores de rescate desde la zona del Santuario estuvo Ibrahin Khazil, representante de la Comunidad Islámica de Murchante, quien no dudó en desplazarse hasta ese lugar en cuanto recibió el aviso de la desaparición de los 10 jóvenes. “Uno de los padres me llamó para decirme lo que había pasado. Eran las 19.45 horas, acabábamos de terminar los rezos, y me fui para el Moncayo”, recordó.
Desde allí, y junto a varios familiares de los jóvenes, Khazil estuvo en permanente contacto con el resto de padres que se habían quedado en Murchante y con el alcalde de la villa, Luis Sancho.
“La temperatura bajó bruscamente y sorprendió a los chicos que se vieron rodeados muy rápidamente por la niebla y la nieve. Fueron momentos difíciles, pero me tranquilizó poder estar en contacto permanente a través del móvil con la Guardia Civil”, indicó Khazil, quien aseguró que no pudo respirar tranquilo hasta que el último joven llegó al Santuario. “Entonces se vivieron momentos de mucha emoción, con algunos padres llorando abrazando a sus hijos”, señaló Khazil, quien quiso agradecer “la labor de los equipos de rescate y, también, de los responsables del bar del Santuario, que abrieron las puertas para ofrecer a los chavales bebida caliente y algo de comer”, indicó. Khazil espera que esta aventura “sirva a los chavales para aprender la lección”. Una aventura que, afortunadamente, tuvo este citado final feliz pasada la medianoche.
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