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Obituario

José Luis Lizarraga, in memoriam

José Luis Lizarraga

Alguien me enseñó, hace ya unos años, cuando mi mocedad daba paso a la madurez, que nacer es el primer paso que damos para morir. Verdad absoluta. Pero, ¡qué mal viene siempre cuando llega!

La muerte, con su manifiesta indolencia, inoportuna siempre, por muy anunciada que sea, que diría aquel conocido escritor colombiano, se empeña en recordarnos que estamos en este mundo de paso, que el día más insospechado podemos resultar adjudicatarios del billete de ida sin vuelta. Y cada uno de nosotros, podemos decidir si pasamos por esta vida de puntillas, sin hacer ruido y dejando nuestro recuerdo a los seres más cercanos o poner nuestro granito de arena para contribuir a que este mundo sea un poquito mejor, cada cual en el ámbito que crea oportuno.

En este grupo se encuentra José Luis Lizarraga (6 de mayo de 1958-9 de febrero de 2023). Músico por vocación y convicción, melómano por definición, persona que deja un gratísimo recuerdo en el mundo de la música, especialmente coral, en Navarra.

No es el propósito de este escrito detallar sus estudios, logros y conocimientos. Pero, por contextualizar, diremos que fue miembro del Orfeón Pamplonés durante más de veinte años, miembro de la Sociedad Gastronómica Napardi, director de la Coral de Aoiz y persona clave en la Escolanía Loyola.

Impulsor del coro de la AGAO (Asociación Gayarre de Amigos de la Ópera) y director del mismo durante más de diez años, supo difundir la ópera y crear una afición que perdura en la actualidad. Aquel coro que surgió hacia el año 1993, para el tercer montaje de la AGAO, continúa su andadura, a pesar de haber experimentado diferentes cambios en su nombre a los largo de su historia. Entre los programas de aquellas primeras óperas en los que podemos leer esas pequeñas biografías de los artistas implicados, encontramos a Lizarraga como director del “Coro Julián Gayarre”, actualmente llamado Coro Lírico de AGAO, que suponía para Lizarraga, aquello de lo que más orgulloso se sentía. Hace apenas dos meses charlé con él por teléfono para preparar un artículo sobre este coro y podía sentirse ese orgullo en cada palabra que pronunciaba: “¡Conservo todo ─me decía─ todos los programas y videos. Más de diez producciones con la AGAO!”

Yo lo conocí allá por 1998, cuando yo era un, no demasiado, convencido estudiante de piano, más seducido por los gorgoritos laríngeos que por el teclado blanquinegro. La profesora que entonces tenía, me animó a presentarme ante Lizarraga, quien en esas fechas preparaba con el coro de AGAO la ópera “Rigoletto”. Me presenté, me aceptó y canté la inmortal ópera de Verdi. Pero, sobre todo, conocí a una persona entrañable, de sonrisa permanente, de una pasión por la música contagiosa y de un humor que provocó risas, chascarrillos y, en definitiva, un buen ambiente coral que, sin duda alguna, quedará para siempre adherido a las paredes de los camerinos del Teatro Gayarre, escenario de aquellas óperas en las que participábamos gente aficionada, como él; gente, en gran medida, aficionada gracias a él.

Vuela alto, maestro Lizarraga. La ópera, en Pamplona, sonará siempre a ti.

Alguien me enseñó, hace ya unos años, cuando mi mocedad daba paso a la madurez, que nacer es el primer paso que damos para morir. Verdad absoluta. Pero, ¡qué mal viene siempre cuando llega!

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