Gregorio Luri: “Nada es eterno, identidades más fuertes que la navarra acabaron desapareciendo”
Subraya el filósofo y ensayista azagrés que Navarra es un territorio con personalidad, historia y cultura. Incluso tiene una marca que ‘vende’. Pero avisa: no hay que dormirse. El riesgo de diluirse existe.
- Iñigo Salvoch
Gregorio Luri Medrano (Azagra, 1955) abandonó Navarra rumbo a Barcelona a finales de los años setenta para iniciar sus estudios de filosofía y pedagogía. Recuerda que para poder seguir metiendo la cuchara en los potajes de su madre durante las vacaciones, esta le hizo comprometerse a llevar con orgullo el apellido y el nombre del pueblo en el que había venido al mundo. Luri se crió en el seno de una familia de agricultores que tenía un ojo puesto siempre en el cielo y hoy es uno de los filósofos y pedagogos de moda en el país. Esto no le impide seguir presumiendo de solar y paisanaje. Nada más comenzar la conversación saca a relucir la capacidad y brillantez de grandes pensadores navarros, como Fray Diego de Estella, “quien transmitió toda su filosofía sobre la estética a San Francisco de Sales” y Malón de Echaide, “autor de una de las primeras loas al idioma español. “No deja de tener su gracia -agrega el azagrés- que esté escrita por un navarro”. Él, precisamente, acaba de publicar un libro ‘En busca del tiempo en que vivimos’, que se sustenta en el concepto de hombre transfinito del filósofo pamplonés Juan David García Bacca (1901-1992). Pero hoy toca hablar de la Navarra actual y de sus retos.
Crisis, pandemia, inflación, cambio climático...¿con qué ánimo debemos afrontar el presente?
Pese a que la filosofía a lo largo del siglo XX y de lo que llevamos del XXI no para de escribir ontologías del presente, el presente siempre nos presenta una dificultad y es que no sabemos nunca si fenómenos que nos parecen muy llamativos, son simplemente anécdotas que mañana desaparecerán y nadie las recordará o si han venido para quedarse. Dicho de otra forma, nunca sabemos si nos enfrentamos a un fenómeno nuevo o a algo moribundo; si estamos ante algo que ha dado todo de sí o ante algo que está incubando una crisálida. Y esa es una situación ante la que conviene ser muy humilde. El presente es siempre mucho más complejo que nuestros esfuerzos para comprenderlo. Por eso, el futuro siempre llega con sorpresas bajo el brazo.
Ahora que dicen que se está frenando el núcleo de la tierra, ¿no sería momento de bajarse junto a Groucho Marx?
Algunos medios nos regalan hoy un maravilloso ejemplo de frivolidad dogmática. Porque sí, también he leído eso de que el núcleo de la tierra se ha parado. ¿Pero quién escribe esas cosas? Hoy asistimos a dos fenómenos muy curiosos. De una parte, la sensación de que algo catastrófico está a punto de pasar. Cualquier peligro lo inflamos para convertirlo en el apocalipsis inmediato. Y segundo, que me parece más preocupante, es como si el hombre estuviera cansado de sí mismo. Un cierto cansancio antropológico que nos lleva a hablar de posthumanismo y transhumanismo, como si no hubiera otra salida.
¿Fue una estupidez decir aquello de que íbamos a salir mejores humanos de la pandemia?
El hombre tropieza mil veces en la misma piedra. ¿Qué aprendimos de la llamada gripe española de comienzos de siglo XX? ¿O de las dos guerras mundiales? Aprendimos poco por una razón muy sencilla, porque las nuevas generaciones llegan al mundo con total ignorancia del pasado. Y el papel de transmisión de tus experiencias a las nuevas generaciones siempre es complejo.
Hablaba de cansancio antropológico y quizás eso es consustancial al mero hecho de ir cumpliendo años. Pero, ¿es normal la falta de esperanza e interés de muchos jóvenes hacia el futuro?
Eso me llena de estupor. Pertenezco a una generación que a finales de los años setenta dejó Navarra para venirse a Barcelona con cuatro pesetas en el bolsillo. Vivíamos siete en un piso de Barcelona y no nos parecía ningún drama. Me resulta difícil de entender por qué a los jóvenes españoles les cuesta tanto salir a la intemperie. Las familias en vez de empujar hoy a las crías fuera del nido lo que hacemos es agrandarlo.
Le sale ahora el pedagogo. ¿Sobreprotegemos demasiado a los más pequeños?
A mí me gusta mucho fijarme en aquellas cosas a las que no les damos importancia, pero que me parece que son significativas. Una de ellas es que los niños actuales son la primera generación de la historia con las rodillas impolutas, que no han vivido aventuras, que no han subido nunca a un árbol. Y a mi modo de ver, la sobreprotección es una forma de maltrato.
¿Tiene que ver esta sobreprotección con en el miedo al futuro?
Sí, también. Pero el futuro siempre va a venir con problemas. La persona que sepa enfrentar serenamente las incertidumbres ya tiene algo ganado, mientras que la persona que solamente se enfrente a ellos histéricamente ya tiene algo perdido. Lo que me parece mal es que a los niños se les eduque únicamente en el miedo. Como si fuera más noble la náusea que el apetito.
¿Cree que tenemos hoy la mejor clase política para afrontar los grandes retos del futuro?
Donoso Cortes, que era un señor bastante exagerado, decía que los españoles tenemos tendencia a exagerarlo todo, que ya no hay políticos como los de antes. Pero tendríamos que ver la tumultuosidad de las sesiones de las Cortes en el siglo XIX y la primera parte del siglo XX: amenazas de muerte, parlamentarios que iban con una pistola al hemiciclo...
¿Sabe lo mal parada que sale la clase política en las encuestas?
Creo que en cierta manera es como si nos hubiéramos cansado de vivir bien. Hoy un pobre en un hospital tiene accesos a recursos que eran inimaginables para un rico hace 25 años. Es un hecho. La esperanza de vida, el bienestar... tenemos un gran número de factores que indican que no vivimos mal , pero todas las encuestas que se hacen en los países europeos hay una diferente respuesta a estas dos preguntas. Si se pregunta por el futuro colectivo, todo el mundo es pesimista. Si se pregunta por el futuro personal, se es más optimista.
¿No socava la democracia tanto exabrupto y la peligrosa tendencia de considerar ilegítimos gobiernos salidos de las urnas?
Eso políticamente es muy infantil. Los gobiernos son los que el juego constitucional permite que se establezcan. Pero esa histeria dura poco. Hay semanas que parece que estamos al borde del abismo, pero a los cuatro días nadie se acuerda de lo que se ha dicho. La actualidad caduca demasiado pronto. En nuestro caso es una suerte, porque nos permite olvidarnos con relativa facilidad de los agravios. Y esa tendencia al exabrupto en el fondo significa que quieres llegar más emotivamente que racionalmente al electorado, lo que a su vez significa que nuestros políticos no tiene un concepto muy elevado del electorado español.
NAVARRA, IDENTIDAD Y RETOS
¿Cuáles son hoy los desafíos para Navarra?
No disponemos de pozos de petróleo, ni valiosos recursos minerales, pero hay un elemento de una importancia enorme y que deberíamos valorar en toda su importancia. Y este es que la marca Navarra vende, se vincula a la calidad. Le podría decir que el primer trabajo en Barcelona me lo dieron por ser navarro: ‘¿Es usted navarro?, pues venga mañana’. Ser navarro está asociado a un cierto pundonor, al amor por el trabajo, a una cierta seriedad. Y no se trata de ensalzarnos. Eso también pasa con nuestros productos. Cualquier producto navarro se asocia a una cierta calidad.
Eso se da por hecho...
Pero nos lo tenemos que tomar en serio. Debiéramos levantar la cabeza de otros debates más provincianos y ser ambiciosos. Compararnos con aquellas regiones de Europa más dignas de ser imitadas. Estoy pensando en Baviera, pero podría decirle el norte de Italia, algunas regiones de Francia...
¿Qué pasos atrás podríamos dar que no debemos permitirnos?
Creo que las dos mayores empresas navarras son la Volkswagen y la Universidad de Navarra. Convendría cuidar a las dos. A Volkswagen, por todo lo que supone. Pero también creo que deberíamos liberarnos de cualquier prejuicio que tengamos sobre la Universidad de Navarra. A cualquier sitio donde vayas por el mundo te vas a encontrar con algún egresado que te habla maravillas de la ciudad y de Navarra.
Navarra ha sabido diversificarse en ámbitos en los que hoy es líder, como las renovables. ¿Cómo hacer posible nuevos chispazos?
En Azagra tenemos el Grupo Virto que se ha hecho a sí mismo y se ha convertido en una de las grandes empresas de la industria agroalimentaria, innovando gracias a los productos de calidad de toda la vida. Hay industrias punteras extraordinariamente dignas. Lo que hace falta es crear esa tradición, esa cultura. En Estados Unidos, cuando comparan sus resultados escolares con los de Singapur y Asia dicen: pero nosotros tenemos un capital humano que ellos no tienen, los ‘risk takers’, gente capaz de tomar riesgos creando empresas. Esa vocación empresarial hay que fomentarla desde la base.
Más de 70.000 navarros tienen hoy nacionalidad extranjera y otros muchos se han nacionalizado en los últimos años. ¿Qué retos plantea su integración y cómo cree que afecta este proceso a la identidad navarra?
Navarra no es un territorio sin personalidad, tiene su propia historia y cultura. Hoy te puedes encontrar con muchos jóvenes, que por supuesto son muy bienvenidos, pero que no tienen una conciencia de que esa cultura sea propia o de que esa tradición sea propia. Hay un riesgo evidente para la identidad navarra a no ser que nos tomemos en serio el reto de la natalidad. Pero parece que plantear esto es cosa de carcas. Le pondré un ejemplo. Nuestra historia y cultura son el eje, ese palo de las metas o graneros al descubierto que hay en nuestra zona norte. Al rededor del palo se podrán integrar todas las diversidades que quieras. Yo soy partidario de la integración, pero tiene que haber unos valores en torno a los cuales estés dispuesto a integrar. El reto es la frase que aparece en el escudo de los EE UU, 'pluribus unum' (de muchos uno). Cómo conseguir pluralidades que no se escindan en fracciones enfrentadas. La historia nos dice que no hay nada eterno, identidades políticas mucho más fuertes que la navarra acabaron desapareciendo con el tiempo.
Gregorio Luri Medrano (Azagra, 1955) abandonó Navarra rumbo a Barcelona a finales de los años setenta para iniciar sus estudios de filosofía y pedagogía. Recuerda que para poder seguir metiendo la cuchara en los potajes de su madre durante las vacaci
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