Javier Aoiz ‘El Templao’, profesional de la banca y amante de los paseos y el campo
- Javier Torralba del Frago
'El Templao', conocido por muchos, de nombre Javier Aoiz, y yo éramos amigos, muy amigos. Nuestra relación comenzó, más o menos, en marzo de 1985. Se había quedado sin acompañantes para la Javierada y me habló de juntarse a nuestro grupo. Allí comenzó todo.
Surgió entre nosotros una afinidad que nos llevó a unir nuestros paseos de los domingos por los campos de Tafalla. Con él redescubrí lugares y términos, me contaba anécdotas e historias familiares. Hablábamos con pastores, labradores y cazadores. Poco a poco, el interés que yo tenía en nuestro mundo rural se fue agrandando.
Era un buen compañero de caminatas. Duro y sobrio, no se quejaba jamás. Si salíamos de Tafalla, la parada para tomar una cerveza o un vino era obligatoria.
Trabajó duro para sacar a la familia adelante. Eran ocho. De él recibí sabios consejos y mejores ejemplos. Teníamos varias fechas marcadas en el calendario: la Javierada, la romería a Catalain con los descendientes de la Valdorba y el viaje a Ujué en septiembre.
Decidió retomar la “vuelta a Tafalla”, pocos años después de que hubiéramos interrumpido el recorrido que hacíamos cada año por los términos. Se encargaba de todo: comida, asistentes, ruta… Almorzábamos en Valdetina y, después de subir a la torre de Beratxa, comíamos en el Plano. La parada en la cafetería Vélaz para hacer cuentas y balance de la jornada era casi lo mejor del día.
A finales de mayo, subíamos a algún monte como final de curso, unas veces los dos solos y otras en compañía. Javier disfrutó en Izaga, Montejurra, Peña, Ioar o el Txanburu de estas excursiones extraordinarias. Era un andarín. Hizo su última Javierada ya cumplidos los ochenta años. Al llegar a la cuesta que asciende a Aibar, apretó el paso y nos sacó un montón de metros a los demás. Cuando llegamos al bar, ya tenía servida la bebida de todos en la mesa.
Ese mismo año, volviendo un domingo de Valgorra, se destempló y ya no volvió a ser el mismo. Era ameno y divertido. También serio en sus cosas. Recuerdo que una vez, en Santa Zita, un cazador nos estaba contando la cantidad de conejos que había matado en una jornada. Cuando terminó, Javier le preguntó: “¿Pero eso es palabra de cazador o de la otra?”. Supo aguantar con respeto y educación el mosqueo y la indignación de nuestro interlocutor.
Hombre de recia fe, compartí con él romerías, caminos y hasta cama en la casa donde dormíamos en Sangüesa antes de llegar a Javier.
Descanse en paz el hombre bueno, serio, alegre y gran amigo que fue Javier.
El autor es amigo del fallecido.
'El Templao', conocido por muchos, de nombre Javier Aoiz, y yo éramos amigos, muy amigos. Nuestra relación comenzó, más o menos, en marzo de 1985. Se había quedado sin acompañantes para la Javierada y me habló de juntarse a nuestro grupo. Allí comenz
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