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Antonio Ibáñez Martínez de Morentin, Congregación de la Misión de los PP. Paules

Antonio Ibáñez Martínez de Morentin CEDIDA

Enterados del acontecimiento de Antonio Ibáñez Martínez de Morentin y sin poder digerir el impacto que nos causó su fallecimiento, nos pusimos de viaje rumbo a Jimanar-Telde (Las Palmas), lugar donde él vivía, para acudir al funeral de cuerpo presente, que se celebró el martes 3 de enero. Llegamos con el tiempo justo. Todos, sacerdotes y fieles, nos estaban esperando. Fue una gran misa de funeral. Muy solemne. Cantada, para esto ya se encarga el sacerdote compañero Ricardo, que tanto le gusta. Veintiséis sacerdotes, compañeros de todas las islas, el pésame emotivo del obispo de Gran Canaria, etc.

Presidió el funeral Santiago Azcárete, de Olite, jefe provincial o visitador, como así se le llama. Yo siempre digo que todos los sacerdotes tienen algo en común cuando hablan en los sermones o fuera de ellos, en la vida ordinaria. A mí me encanta oírles cómo se expresan, la lingüística clara que utilizan para transmitir los distintos mensajes evangélicos, el fondo de las palabras, etc.

Santiago Arcárate, el visitador, habló en esos términos. Hizo un sermón de altura. Repasó, con detalle, la vida de Antonio desde sus inicios en el colegio de Pamplona, como compañeros que fueron los dos hasta cursar la Teología y cantar sus primeras misas. Luego, los distintos y variados destinos que tuvo a lo largo de su carrera religiosa. Destacó en Antonio tres aspectos dignos de elogio: su fortaleza personal cristiana, su vida pastoral y, por último, su amor por las Islas Canarias, sus gentes, sus costumbres.

Antonio siempre se mostró muy activo, trabajando con intensidad su sacerdocio lo mismo en las parroquias difíciles que en las más asequibles donde ejerció su sacerdocio. A todas ellas llevó la palabra de Dios con firmeza, creando siempre grupos de catequesis que afianzaban su labor pastoral. Paralelamente a esto, fue llevando los trabajos de administración en numerosas casas donde ha ejercido. Ya con la enfermedad, no dejó de mostrarse activo en sus labores, algo que nos agradaba a la familia saberlo, como síntoma de su bienestar o mejoría.

Su vida pastoral fue intensa en los barrios, en la calle. Le gustaba la calle. Antonio tenía claro que su vida sacerdotal no estaba solamente en el templo. Campamentos con jóvenes de toda España o grupos de catequesis en las parroquias han sido sus fuertes a lo largo de su ejercicio pastoral. Junto a esto, no podían faltar los chiquiteos por los bares de Larraga ni las meriendas en el zurracapote con Juan Luis, José Luis, Perico (que en paz descanse), J. Vidarte, etc. También los días de campo, “barbacoas” con los de catequesis, que tanto le gustaba, todo con un único fin: inculcar en los jóvenes, a través de las catequesis, valores que él creía (la convivencia, amistad, el compañerismo, etc, que entendieran el sentido cristiano de las cosas).

Todo esto lo seguía haciendo en los últimos tiempos de su vida: vida pastoral en los barrios, según testimonios que hemos recibido. Hacía una vida bondadosa, siempre se mostraba caritativo, dando, si había que poner dinero, y nunca preguntaba para qué. Otros testimonios nos mostraban a Antonio algunas veces algo cabezón, en el mejor sentido de la palabra (según nos decían, casi siempre conseguía lo que quería), pero siempre con fe cristiana. Testimonios que mostraban, también, a un Antonio amigo de los jóvenes, colectivo del que siempre se rodeaba, según nos contaba un sacerdote compañero jubilado de una parroquia lejana a la de Antonio: para los jóvenes de su parroquia Antonio era “intocable”, lo querían.

Y así, todo esto le llevó a amar a esta tierra canaria y a sus gentes y por eso no quería salir de ahí. Él se sentía a gusto, seguro de sí mismo, arropado por sus feligreses, compañeros sacerdotes, catequistas, niños y niñas que acudían a las catequesis, los jóvenes, etc. Esto es lo que la gente transmitía, nos transmitió y es lo que yo vi. Antonio sembraba constantemente sin darse cuenta y recogía todo ese cariño, tambien constante de la gente. Claro que discutía, se enfadaba, si no no hubiera sido Antonio, pero su fe cristiana le llevaba a recomponerse a los pocos segundos. Como nos decía Angela, catequista y amiga desde hace muchos años, “Dios se lo ha llevado”. Todos lo recordaremos y le pedimos a Dios que recuerde a su hijo Antonio “A quien llamaste de este mundo a tu presencia, el día 2 de enero de 2023, concédele que, así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo, comparta también con Él la gloria de la resurrección”.

El autor es hermano del fallecido.

Enterados del acontecimiento de Antonio Ibáñez Martínez de Morentin y sin poder digerir el impacto que nos causó su fallecimiento, nos pusimos de viaje rumbo a Jimanar-Telde (Las Palmas), lugar donde él vivía, para acudir al funeral de cuerpo present

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