Tres mujeres en un hogar navarro para redescubrir sus capacidades
En el último año el departamento de Derechos Sociales ha concertado 15 plazas para cinco viviendas con apoyos de baja intensidad
- Paloma Dealbert
Las tres entraron al piso por primera vez envueltas en la incertidumbre. Con dudas sobre su capacidad para vivir por su cuenta y llevar una rutina lo más similar posible a sus vecinos. Pero Gladys Peñafiel Silva, Marimar Cañas García y Rosa Vásquez Armesta aseguran que no se arrepienten de la decisión de mudarse a una de las denominadas como viviendas con apoyos de baja intensidad. La Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica en Navarra (Cocemfe Navarra) les proporciona la ayuda que les permite desarrollar su autonomía para exprimir su libertad. Las trabajadoras de la organización visitan el piso de lunes a viernes durante unas tres horas cada días. Una laboral similar a la que desempeñan las seis entidades que gestionan las otras cuatro viviendas concertadas por el Ejecutivo foral.
UN LUGAR SEGURO
Cañas y Vásquez fueron las primeras en llegar, en agosto del año pasado, a la que ahora es su casa. Lo hicieron derivadas por Igualdad y aunque les costó un poco adaptarse, confiesan, se llevan bien, “como hermanas” y el piso se ha convertido en su hogar. “Tengo menos temores, siento una tranquilidad cuando vengo a casa de que nadie me va a preguntar ni a dar [golpes] ni a tirarme algo. Si yo tenía media vida, me han dado la otra media”, afirma Marimar Cañas.
En una de las paredes del salón, los pétalos de unas flores de cartulinas coloridas recogen las palabras seguridad, amor, dignidad, equipo... términos que han descubierto y recordado desde que residen en este piso adaptado de Barañáin. En las visitas de la técnica en atención directa de Cocemfe, Iztiar Goñi, “se registra una serie de objetivos que tienen para alcanzar a corto o medio plazo”, explica la trabajadora. También intentan gestionar los asuntos administrativos o médicos de cada una, así como su organización temporal y otros obstáculos puntuales que puedan surgir.
Las tres compañeras entraron a la vivienda con una autoestima ínfima y heridas emocionales que están aprendiendo a suturar. Rosa Vásquez no conseguía solicitar información, expresar sus deseos y necesidades, decir que no. Había trabajado de interna en una casa hasta que la mujer que cuidaba murió y luego estuvo en una habitación alquilada, en condiciones cuestionables, hasta que conoció a la que fue su pareja. “Parece que en lugar de ir hacia delante fui para atrás”, lamenta. Con el tiempo le diagnosticaron lupus y epilepsia, entre otros problemas de salud que desconocía cuando llegó a España sola, hace 13 años, desde su Perú natal.
En los últimos meses ha empezado a abrirse, es capaz de pedir ayuda cuando lo precisa y se ha adaptado bien al piso, aunque fue la última en instalarse: “Para mí ha sido algo muy bonito, necesitaba una estabilidad. Ya me siento más segura, me daba miedo salir. Tengo un sitio donde venir, compartir. Vengo de trabajar, tengo mi propia llave, si están ellas las saludo, me hago mi comida, lo que yo quiera, no tengo que pedir permiso a nadie…”.
Marimar Cañas, de 43 años, también se confinaba en el hogar hasta hace unos meses: “Iba con mucho miedo, me sentía observada, obsesionada con que en alguna esquina estaba el maltratador. Te encierras en tu mundo”. Cuando salía la acompañaba siempre su pequeño chihuaua, Billy. “Él es mi bastón, mi otra pierna, la que está cojita, y mi ojo ciego”, describe. Poco a poco, añade, es capaz de ausentarse sola.
Cañas, nacida en Soria, tiene reconocido un 66% de discapacidad. Ha pasado por 41 operaciones desde que sufrió un accidente de tráfico a los 19 años. Se muestra satisfecha de su evolución, y pese a que reconoce que tiene dificultades para retener las calles de la ciudad, se está sacando varios cursos: “Me están fortaleciendo en decir que puedo. Pocas veces digo no puedo, aunque lo haga de otra manera, lo llego a hacer”.
FIN A LA SOBREPROTECCIÓN
También Gladys Peñafiel tuvo un accidente, pero a los 17 y en Ecuador, y le dejó múltiples fracturas, como en la pelvis y la rodilla, y atrofia en la columna. Con 61 años, y una movilidad reducida, cuenta con la incapacidad permanente total. Los numerosos problemas de salud, expone, la hicieron disponer de “un cuidado minucioso” por parte de sus familiares.
De una primera dependencia pasó a la sobreprotección al llegar a Navarra, dos décadas atrás. “Tuve cáncer de pecho en 2009 y el tratamiento fue hasta el 2012. En 2014 solamente estaba en una silla, tirada. Dejaban la llave debajo de la alfombrilla para que las personas que venían de la Iglesia me hicieran los cambios posturales, me dieran de comer”, relata. Residió en las casas de sus sobrinas hasta que una última operación de rodilla le impidió subir escaleras. “Es la primera vez que vivo sola, era un mundo que no conocía. He ido descubriendo poco a poco que las muletas me tenían atada de pies y manos y me he propuesto decir ‘el no puedo no es para mí’”, admite.
Se ha demostrado a sí misma que es capaz de asumir tareas cotidianas. Como no aguanta mucho de pie, no preparaba la comida. En Barañáin ha adquirido un andador que le permite sentarse para cocinar o trasladar su plato a la mesa. Los productos de limpieza los traslada de una habitación a otra en un cubo con ruedas. “A nada que se les ha apoyado un poquito, las ganas que tenían de superación, de ser capaces y llevar su vida adelante. Cada una de ellas ha dado un cambio espectacular”, asiente Cintia Rodríguez, coordinadora del programa y terapeuta ocupacional.
Las personas con discapacidad cada vez más tienen la oportunidad de desarrollar su autonomía e intimidad. En Navarra hay ya 191 personas con discapacidad que se alojan en una vivienda con diferentes niveles de apoyo; un 23% del total que cuenta con una plaza en los distintos recursos de la Comunidad foral. El resto, 635 navarros, se aloja en centros residenciales. No todos los pisos funcionan del mismo modo; la persona de apoyo puede convivir en el domicilio o acudir de forma periódica para ayudar a cada usuario a desarrollar su proyecto de vida y a trabajar aquellos aspectos que favorezcan su inclusión y participación social. De este modo pueden experimentar una mayor libertad y dar luego el salto a la vida independiente.
En el último año el Gobierno ha añadido 15 nuevas plazas concertadas; 8 para personas con discapacidad intelectual y el resto, para las que cuentan con discapacidad orgánica o física. Así, cada una de las 5 viviendas con concierto se ubica en la Comarca de Pamplona y la gestiona, de forma respectiva, Anfas, la asociación Síndrome de Down, la microcooperativa de iniciativa social A Tu Lado, la Federación de Asociaciones Cocemfe Navarra y la Unión Temporal de Empresas integrada por Acodifna, Adacen y Aspace. Contempla una inversión de 760.157 euros en 3 años. En la nueva licitación de Derechos Sociales prevé aumentar en 4 los pisos tutelados disponibles en Pamplona.
23 viviendas concertadas para personas con discapacidad física o intelectual en Navarra.
635 plazas residenciales distribuidas a lo largo de 13 centros de Navarra.
5 pisos se enmarcan en las viviendas concertadas con bajos apoyos, que gestionan siete entidades navarras.
Las tres entraron al piso por primera vez envueltas en la incertidumbre. Con dudas sobre su capacidad para vivir por su cuenta y llevar una rutina lo más similar posible a sus vecinos. Pero Gladys Peñafiel Silva, Marimar Cañas García y Rosa Vásquez A
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