El camino más negro
Vecinos que han estado a punto de perder su casa, bomberos, peregrinos, ciclistas, técnicos de telefonía... Testimonios a lo largo de una etapa del Camino de Santiago (El Perdón-Puente la Reina) diferente por el efecto de las llamas
- Iván Benítez
Imagine por un momento que su pueblo se encuentra cercado por las llamas, lenguas de fuego que sobrevuelan los árboles avivadas por el bochorno y el viento. No se puede respirar por el humo y todo se ha cubierto de naranja. Arden los campos de cereal y los pinos. Sus hijos están en casa y telefonea al 112 de Emergencias y no responden. Y si lo hace la respuesta que recibe es que no hay efectivos. Entonces, después de la llamada, arde la barrera de pinos que crece a escasos dos metros de su piscina de lona. Y de las copas de los árboles, el fuego salta a la casa del vecino. Prende el tejado y vuelve a volar. Esta vez se cuela. Logra defenderse como puede con cubos y mangueras, siempre apoyado por el aliento de sus vecinos y dos amigos que han salido de Donamaría para llegar a tiempo y salvar su vivienda. Pero sus hijos siguen ahí cerca y hay que ponerlos a salvo. Los niños solo quieren salir del pueblo con su padre, que los mete en el coche y deja atrás su hogar a punto de quemarse. Los pequeños se quedan con los abuelos y lo ven partir de nuevo en dirección hacia el fuego. En ese camino de vuelta, llama un amigo y le dice que ha cortado con un cuchillo la lona de su piscina y los 10.000 litros de agua han actuado de cortafuegos.
Esto sucedió el sábado por la tarde al este de Obanos, en el Camino de la Cruz, frente a Muruzábal. Esto es lo que vivieron Noelia Hualde, Pablo San Martín y sus dos hijos, Adriana, de 9 años, y Lucas de 5.
Noelia se encontraba ayer arropada por los dos amigos de Donamaría, Nati Mutuberria y Fran Rodríguez, cuando, de repente, se topan con una visita inesperada. Nada menos que María Chivite. La presidenta del Gobierno de Navarra llega por la mañana a la localidad para reunirse con los alcaldes de la zona de Valdizarbe y reiterarles que desde el Ejecutivo van a trabajar de manera inmediata en la recuperación de las zonas afectadas por los incendios de la mano de los Ayuntamientos.
Después de conversar a solas unos minutos y aún sorprendida por la visita de la presidenta, Noelia no disimula lo que siente. “Me ha preguntado qué tal. Me hubiese gustado preguntarle por qué no permiten tener cortafuegos alrededor de los pueblos y más aún cuando estamos en el mes de junio más caliente de la historia de Navarra. Nosotros podemos mantener limpio lo nuestro, que es lo que nos piden desde el Ayuntamiento. No sé muy bien qué es lo que hay que hacer, pero, joder, cuando cae un copo de nieve en esta tierra se movilizan decenas de quitanieves en la carretera... Está bien que venga la presidenta y compruebe lo que ha ocurrido, pero me gustan aquellos”, prosigue, dirigiendo la mirada hacia tres técnicos de telefonía que trabajan en la cuneta del Camino de Santiago. “Me gustan los que están currando ya, quienes nos ponen los postes de la luz y telefonía...”. En Legarda y el propio Obanos se ha quemado el 95% del término municipal.
“SOLO PODEMOS REZAR, NO HAY BOMBEROS”
Al recordar lo sucedido el sábado por la tarde, le viene a la cabeza la conversación telefónica con su marido. Ella se encontraba trabajando en Uterga.
“Cariño, nos come el humo, nos tenemos que ir. Y no hay bomberos. No van a llegar. Hemos llamado al 112 y nos han dicho que no hay efectivos y que no pueden hacer nada”, soltó a quemarropa. “¿Y qué nos queda?”, continuó preguntando ella. “Solo podemos rezar”.
A Noelia también le sobrevienen los rostros de sus vecinos intentando salvar la hilera de casas de su calle, porque el fuego las amenazaba desde las mismas puertas. “Estábamos rodeados en Obanos. Y nadie se fue. A mí me salvó la casa la gente del pueblo. Fue una pasada. Rajaron la lona de la piscina y cayeron 10.000 litros de agua de golpe. Hicieron de cortafuegos”. Las llamas alcanzaron la terraza en el preciso momento en el que aparecieron los bomberos. En un principio, no podían acceder porque el humo lo envolvía todo. Un golpe de suerte hizo que el viento cambiase y se abriera una ventana de aire. Así pudieron sofocarlo.
Noelia y Pablo han decidido permanecer en su casa. Sus hijos siguen con los abuelos hasta hoy (por ayer). “Nos pasamos todo el día mirando por la ventana. Esperando el fuego. Pensando que va a venir otra vez. Y si lo hará desde el Perdón, desde Ujué...”, se emociona. “Sí es verdad que aquí poco queda por quemar. No te puedes imaginar lo que ha sido esto. Eran lenguas de fuego que volaban”. Después de conseguir apagarlas a las diez de la noche, el Ayuntamiento de Obanos organizó retenes de vecinos por el pueblo. “Y cuando nos sentamos en el suelo, en la acera, todos reventados, sin comer sin beber... empezó a arder una casa por el tejado. De locura”, concluye.
Los técnicos de telefonía siguen cambiando postes quemados. Empezaron el lunes y de Obanos a Muruzábal han sido 28. Unas tres horas por poste.
“ESTAMOS DESBORDADOS, PERO ES NORMAL”
Un retén con dos camiones y cuatro bomberos del parque de Cordovilla vigilan el Alto del Perdón mientras Noelia Hualde reposa su mirada sobre la baranda de casa. Perimetran, remojan, dan vueltas una y otra vez. El fuego se ha estabilizado este 21 de junio y la carretera hasta aquí sigue cortada al tráfico. Solo pueden acceder trabajadores de servicios de extinción, periodistas y ciclistas, como Txema Sierra, 63 años, que pone pie en la cuneta para comprobar de cerca que no es un espejismo lo que tiene delante. “Qué desastre. Está todo quemado desde Ciriza. Entran ganas de llorar”. El termómetro a las 10.38 horas de este martes marca 24 grados. “No lloras de milagro. Es desolador. El problema es que conozco muy bien cómo era todo esto y no voy a volver a verlo como antes”.
Por detrás de Txema avanza renqueante un grupo de doce ciclistas peregrinos norteamericanos. Todos forman parte de la familia Byrne, que celebra el 70 cumpleaños de Daniel. Proceden de Nueva York y vienen principalmente alentados por la película The way. No tienen ni idea de la recomendación lanzada por el Gobierno de Navarra el día anterior.
Tal y como informaba ayer este periódico, los caminantes se habían visto obligados a interrumpir su peregrinaje a su paso por Navarra. Pero eso sucedió hasta el lunes, porque el martes la ruta jacobea recuperó su pulso. O eso parece. “Un Camino un poco negro”, describe un joven peregrino australiano llamado Riley. “Esta siendo una locura. Está todo quemado”.
“NO TENÍA QUE HABER COSECHADO EL SÁBADO”
En la cuneta del puerto, en plena bajada, dos bomberos del retén se han desplazado con el camión para refrescar algunos puntos humeantes. El martes uno de ellos estaba en Leoz. “He perdido la noción del tiempo. Todo esto es inabarcable. Estamos sobrepasados”, reconoce. “Estábamos tan desbordados que tuvimos que priorizar los núcleos urbanos”. Con 16 años de experiencia, nunca había vivido una situación parecida. “Y aún no hemos tenido tiempo de analizar lo que está ocurriendo con los compañeros. Pero se analizará”.
Otros dos bomberos permanecen en el mirador de la sierra. “La sensación desde aquí arriba es que el fuego es muy grande”, describe uno de ellos, de 55 años y más de 30 de experiencia. “El sábado no se tenía que haber salido al campo”, lamenta. A su lado, interviene el otro: “Estamos desbordados. Pero es normal que no haya medios suficientes para todo lo que ha pasado. Lo que está claro es que se podía haber previsto que había ciertas cosas que no se deberían haber hecho, como cosechar esos días tan fuertes de calor. Pero que salte todo a la vez y de esta magnitud... Es normal que nos desborde”.
Han dormido poco desde el sábado. “Pero estoy bien de ánimo. Ni te lo planteas. Sencillamente, lo haces. Sobre el análisis futuro, en cuanto a ciertas políticas tendrán que tenerlo en cuenta. Y respecto a lo que ha pasado en algunos pueblos, quizás hay que replantearse la forma de cultivar. Hay ciertas cosas que debemos cambiar”. Con 22 años como bombero, confiesa que ha vivido muchos incendios grandes, pero todos al mismo tiempo, nunca. “Por eso estamos sobrepasados. Y es normal ”. Antes de proseguir con el trabajo, hace un último apunte: “En las primeras horas, solo en el parque de Cordovilla, se nos llamó y había más 40 profesionales que perdimos el culo por estar en los incendios. Sin pensar en nada más. Gente que cortó parte de sus vacaciones, etc. Es muy complicado contener un fuego de verdad con las condiciones que hemos vivido. Es para verlo...”.
El Camino más negro sigue su curso hacia Puente la Reina. El peregrino australiano, Riley, ha llegado y se fotografía junto a un camión cisterna que ardió por completo el sábado por la tarde por el fuego que amenazó la parte sur de la localidad. Resopla. Todos quieren un recuerdo con el camión. La cristalera del escaparate de un concesionario también reventó y otro vehículo quedó calcinado. De pronto, aparecen dos hombres. Son los responsables de la empresa de transporte.
“La cisterna tenía cinco días y estaba preparada con 27.000 litros de vino”, dice Andrés López, el más joven. “Con la que tenemos liada con el gasoil, que nos suceda esto ahora”. El conductor del camión no vive lejos y se presenta en el lugar para conversar con los jefes. Se llama Andrei, tiene 40 años y lleva solo tres meses conduciendo camiones. Llegó el viernes de Francia, aparcó cerca de la empresa, y el domingo debía volver a la carretera.
En este paréntesis, el sábado, llevó a su hija de cuatro años a Pamplona a celebrar su fiesta de cumpleaños. “Lo estábamos celebrando cuando me llamaron para avisar de que retirara el camión porque se lo iba a tragar las llamas. No me dio tiempo. Estaban todas las carreteras cortadas. Cuando conseguí llegar ya era tarde. Ahora no me encuentro bien. Está siendo muy duro”.
Imagine por un momento que su pueblo se encuentra cercado por las llamas, lenguas de fuego que sobrevuelan los árboles avivadas por el bochorno y el viento. No se puede respirar por el humo y todo se ha cubierto de naranja. Arden los campos de cereal
Diario de Navarra
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