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Incendios

Desde Valdizarbe: "La huerta y el jardín son un mal menor"

En Valdizarbe las llamas dejaron una zona teñida de negro y a los vecinos, el susto en el cuerpo y cierto alivio porque los daños no fueron mayores

Pablo San Martín muestra el terreno afectado en Obanos por el incendio del sábado, que quemó la casa de al lado y prendió el jardín y una terraza con césped artificial de la suya Eduardo Buxens

Un paisaje ennegrecido acompaña a quienes circulan por la autovía en Valdizarbe, y se extiende hasta las primeras casas que conforman las localidades de Legarda, Uterga, Muruzábal, Obanos y Puente La Reina. El fuego apenas penetró en los pueblos, lo que dotaba ayer a sus calles de una apariencia de cierta normalidad. Pero la situación era poco ordinaria. Y las conversaciones de los vecinos versaban de manera inevitable sobre los momentos angustiosos que habían vivido el sábado, la desesperación que sintieron al ver cómo las llamas cercaban sus viviendas. Sobre la falta de sueño por pasar la noche vigilantes ante posibles rebrotes y con el susto en el cuerpo.

En Obanos calificaban de “caótico” lo vivido. “Pasé mucho miedo, el aire era tan caliente que no se podía respirar. No hemos dormido nada”, admitía este domingo Inés Arean Meilan, que reside en el municipio desde 1998. Cuando el incendio empezó a hostigar Obanos, Arean se encontraba trabajando en el centro de Villa Loarre y en su casa comían siete familiares, entre ellos su nieta, de apenas 3 meses. Llamó a los bomberos, pero estaban “desbordados”, señalaba antes de añadir que “hicieron lo que podían”. Arean se encargó de que la familia se traslara al domicilio de sus consuegros en Mendigorría: “En ese momento lo que menos me importaba era la casa, quería que salieran mis hijos, la nieta, mi padre. Pero todos están bien, y ya está”.

En términos similares se expresaba Pablo San Martín Beguiristain, que restaba dramatismo a lo ocurrido: “La huerta y el jardín son un mal menor”. Desde su terrado a pie de calle, observaba la vivienda adyacente, quemada y que una pareja estaba edificando. San Martín, aparejador pamplonés de 47 años, también levantó la suya, con ayuda de su padre y su hermana, del gremio de la construcción. Allí vive con su hermano, su mujer y sus dos hijos. La familia había instalado un césped artificial en la terraza del piso superior que ayer ardió, aunque no afectó al resto de la casa, y el fuego también cubrió su terreno: “La piscina portátil es lo que nos ha salvado, hizo de cortafuegos”, indicaba. Apenas durmió; pasó la noche haciendo de retén porque “cada hora volvía a prender” alguna llama en los alrededores. San Martín se mostraba preocupado por “cómo se gestiona este tema”, si las ayudas al valle van a llegar rápido.

PEREGRINAJE HACIA SANTIAGO

El tejado de un edificio algo más adentrado en el pueblo también se prendió. Por su lado pasaban a media mañana dos peregrinos de Ciudad de México y residentes en Estados Unidos. “Oímos que había incendios, pero no sabíamos que se estaba quemando este lugar”, alegaba José Díaz, de 45 años. Se despertaron a las 5 de la mañana para llegar a Obanos. Abad Barrera González se mostraba sorprendido por la falta de actividad: “Me pregunto dónde está la gente, donde hay humo el fuego puede avanzar. Es una tristeza, son unos paisajes muy hermosos”.

A medio kilómetro, en Muruzábal, imperaba el silencio. El fuego no llegó a abrasar las viviendas, aunque las amenazaron hasta por tres flancos distintos. “Vimos mucho riesgo. Vino muy rápido y no teníamos medios, estuvimos entre los vecinos con mangueras delgaditas”, rememoraba Juan Zubicoa Ventura.

A sus 64 años, aunque había participado en ocho campañas, cinco como vigilante del observatorio de incendios, “nunca podía haber imaginado” que su municipio terminaría rodeado por las llamas. “La cosecha tenía que haberse prohibido”, añadía en un comentario que reproducían los vecinos de las distintas localidades de Valdizarbe. Se preguntaban si podía haberse evitado. Si el Gobierno de Navarra tenía que haber impedido esta actividad a principios de semana como hicieron otras provincias en riesgo, para que no ardieran casas como las del hijo de Antonio Larumbe Ansoáin, en Legarda.

El fuego se acercó a Legarda y quemó una casa en la que no residía nadie. Los vecinos pasaron la noche pendientes de los posibles rebrotes de las llamas Eduardo Buxens

En la vivienda no residía nadie. Las llamas lamieron la fachada y el tejado de la situada enfrente, de la hermana de Larumbe y en la que habían nacido varios miembros de la familia, y que colinda con la del legardés. “La tarde fue muy agitada, pasamos un mal rato. Se crea un nerviosismo que no sabes ni a dónde vas”, explicaba. Su primera preocupación fue alejar a sus tres perros, de 15, 3 y 1,5 años, de la finca más dañada. “Me parecía algo de película, este chandrío no lo hubiera imaginado nunca”, repetía Larumbe, que el 30 de junio cumple 80 años. Su vecina Nieves Martínez recordaba también con congoja la jornada: “Fue muy rápido y cuando nos desalojaron había llamas por todas partes”.

DE LA ACOGIDA AL DESALOJO

En Puente La Reina, que había empezado la tarde del sábado como lugar de acogida, terminó inmerso en las mismas labores que otras localidades de Valdizarbe y evacuaron los barrios próximos al foco. “Los vecinos estaban con el corazón en un puño, con mucho nerviosismo”, relataba el alcalde, Ohian Mendo. Ante la cercanía de las llamas, los puentesinos se organizaron para hacer cortafuegos y refrescar la zona. Siempre, detallaba el alcalde, con “flexibilidad”, bajo las indicaciones de las autoridades.

Hacia la medianoche, todos pudieron volver a sus viviendas, aunque se quedaron pendientes del desarrollo de los incendios. No se produjeron daños personales ni en casas, aunque los alrededores amanecieron teñidos de oscuro. “Nos hemos levantado con mucha tristeza de ver más o menos un 75% de nuestro término completamente calcinado”, lamentaba Mendo. Situaciones así, argumentaba, son “imprevisibles”.Un poco más al norte del valle, en Uterga, revivieron ayer la inquietud del sábado. Estuvieron al borde de un nuevo desalojo, aunque terminó por suspender. Los bomberos habían pedido por la tarde ayuda a los vecinos para talar los árboles de lo alto del Perdón.

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