Monjes de Leyre: "Que el fuego no llegue al monasterio"
Salvo tres monjes que se han quedado “a cuidar la casa hasta el último momento”, la comunidad benedictina de Leyre, con veintidós religiosos de entre 22 y 91 años, preparó rápido algunas maletas para ser recibidos por los jesuitas de Javier
- Marcos Sánchez
Ignacio Esparza tiene grabadas las imágenes de un fuego violento devorando la vegetación y los ciervos en la orilla de la carretera tratando de escapar. Las presenció el miércoles, a bordo de un vehículo. Él se encontraba en Pamplona cuando una llamada de teléfono sobre las cuatro de la tarde le avisó de que regresara rápido. “Había una posibilidad bastante fundada de desalojar el monasterio por si el viento cambiaba de dirección”. Esparza tiene 28 años y es uno de los veintidós benedictinos que habitan en Leyre. El monje más mayor tiene 91 años. El más joven, 22. Efectivamente, prácticamente todos abandonaron el monasterio. Según difundió por medio de un mensaje el abad, Juan Manuel Apesteguía, tres monjes se han quedado allí “a cuidar la casa hasta el último momento”. Las llamas llegaron a estar a dos kilómetros. A última hora del día, un nuevo cambio del viento las alejó. Variación que Apesteguía atribuyó a la ayuda de las santas Nunilo y Alodia desde el cielo.
Los benedictinos organizaron todo rápido para salir, centrados primordialmente en recoger pertenencias básicas y tener mucho cuidado con los religiosos más mayores o enfermos. “Son los más desvalidos y hay que estar encima de ellos”, apuntaba Esparza. En la comunidad “no se lo creían”. Así lo describía el prior, Óscar Jaunsaras. “El padre abad estaba en Pamplona y, como teníamos un rezo a las tres y media, he aprovechado para decirles a todos lo que pasaba y que se preparasen una bolsa para pasar unas cuantas horas fuera y la documentación por si acaso”.
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Se desconoce si ese tiempo fuera del monasterio van a ser horas o días. Quizás mejor, cuántos días. “No sabemos cuándo volveremos. No se puede prever qué va a pasar porque el viento es caprichoso. Cuando nos han alarmado soplaba hacia Leyre, pero ahora sopla hacia el otro lado”, exponía Jaunsaras. Lo seguro es que los monjes van a pasar su exilio forzado en la Residencia y el Centro de Espiritualidad de los Jesuitas en Javier. Allí llegaron ayer a media tarde, gracias a vehículos propios y una ambulancia para los más delicados. “Por encima de los 80 años hay unos cuantos, pero sobre todo tres requieren de unos cuidados más especiales”, detalló Ignacio Esparza, agradecido a la hospitalidad jesuita y al buen trato de la Policía Foral, los bomberos y la ambulancia.
El humo se olía desde Javier, donde los benedictinos van a convivir con cuatrocientos escolares de distintos puntos de España alojados en la residencia durante unos días. “Sería una pena que la sierra se quemara. Una desgracia a nivel de naturaleza y desolador en cuanto a belleza del paisaje. Y esperemos que no llegue al monasterio, por lo que representa de historia y emblema para Navarra. Es uno de los pilares del Reino y un lugar de paz que hay que preservar”, manifestaba Esparza. La opinión de Óscar Jaunsaras, el prior, es que el monasterio no está en riesgo: “El fuego aún está lejos, pero da pena. La sierra es preciosa”.
El monasterio de Leyre no fue lo único en ser desalojado. También sus oficinas de asesoramiento turístico y obsequios, y el restaurante y la hospedería. En el restaurante, donde tres empleados ordenaron un poco la cocina y el salón antes de evacuar, comían trece personas según apuntó el responsable, Isaí Acosta. Por su parte, un par de personas iban a repetir noche y otras dos habitaciones iban a llenarse ayer en la hospedería. Planes truncados. Y las entradas previstas para hoy se cancelaron.
Ignacio Esparza tiene grabadas las imágenes de un fuego violento devorando la vegetación y los ciervos en la orilla de la carretera tratando de escapar. Las presenció el miércoles, a bordo de un vehículo. Él se encontraba en Pamplona cuando una llama
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