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Educación y familia

Diana Oliver: "Cuidar a los hijos se ha convertido en un privilegio para unos pocos"

Sobre las madres que somos o queremos ser, los ‘privilegios precarios’ de las familias actuales y los malabares de la vida laboral y familiar habla esta autora. Mañana presenta su último libro en DN

La periodista Diana Oliver (Madrid, 1981), madre de dos hijos, escribe para El País sobre infancia, maternidad y salud. ADRIÁN CORDELLAT

Diana Oliver tiene 40 años, dos niños pequeños y el bolsillo lleno de incertidumbres. Y aunque deseó ser madre apenas iniciada la década de los treinta porque sintió su instinto reproductor, transita ahora por la maternidad como los funambulistas sobre el alambre en un circo. A menudo, sin red. Diana Oliver (Madrid, 1981) es periodista especializada en infancia, maternidad y salud y trabaja como autónoma, sobre todo, para el diario El País. Se siente una “privilegiada” porque ejerce “de lo suyo” y forma parte, como asegura, “de una clase media venida a menos” en la que estos privilegios son “precarios”. Como las maternidades. “Nos roban sin escrúpulos la mayor parte del día a cambio de sueldos insuficientes y la conciliación no existe. Porque no hay horas suficientes que abarquen tareas tan demandantes como los cuidados y el trabajo remunerado”. Sobre todas estas cuestiones (y otras como la híperexigencia, la culpa o la salud mental de las madres) reflexiona en su último ensayo ‘Maternidades precarias’ (Arpa, 18,90 euros). Mañana martes lo presenta en Pamplona, dentro de las actividades sobre educación y familia organizadas todos los meses por Diario de Navarra. La cita será a las 19 horas en las instalaciones de Cordovilla. La entrada es gratis previa inscripción por Internet en Mundo DN.

¿Qué son exactamente estas ‘maternidades precarias’?

El reflejo de la precariedad estructural a la que estamos sometidos y que tiene un impacto directo en nuestras experiencias. No se trata solo de una precariedad económica y laboral sino de cómo cuidamos o lo solas que estamos. Atravesamos un momento histórico que se nos supone fácil pero también tenemos nuestras propias dificultades.

A las que se refiere como “privilegios precarios”...

¡Claro! Es que yo puedo parecer una mujer privilegiada porque soy blanca, he ido a la universidad, trabajo ‘de lo mío’ y tengo un techo. Por eso, parece que no tenemos derecho a la queja y que siempre habrá alguien que esté peor. Pero todos nuestros privilegios son precarios. Porque cuando quieres cuidar no puedes. El cuidado de los hijos se ha convertido en un privilegio para unos pocos. Los demás tenemos que trabajar para sobrevivir, no llegamos a fin de mes, criamos con estrés, con incertidumbre y un agotamiento enorme. No disponemos de una red de familia cerca y las instituciones no ayudan.

A pesar de esta situación, usted siempre quiso ser madre pero se pregunta ¿somos las madres que queremos o las que podemos?

El deseo de ser madre está condicionado por un montón de factores (con quién lo somos, cuándo, cómo....) Llegar a alcanzar este deseo ya supone hoy todo un reto.

Precisamente, muchas mujeres aplazan la maternidad por el trabajo y cuando quieren ser madres ya no pueden y hay que recurrir a tratamientos. ¿Está mercantilizada la maternidad actual?

Y genera mucho sufrimiento en las mujeres. Los tratamientos de fertilidad provocan un desgaste físico y psicológico enorme. La Seguridad Social los contempla hasta los 40 años pero luego hay que recurrir a la sanidad privada (los precios mínimos están en los 5.000 euros y pueden llegar hasta los 40.000). ¡Son procesos muy caros que no todo el mundo se puede permitir! La solución no es que la maternidad llegue tarde sino que el sistema cambie y puedas ser madre cuando quieras.

FEMINISMO Y MATERNIDAD

¿Qué dicen las feministas?

El feminismo con el que yo, como otras autoras, estamos de acuerdo es el que, además de nuestra faceta creadora (literaria, artística...), reivindique también la reproductora. Tengamos hijos o no, ese poder está ahí. Vamos a poner el foco en la capacidad que tenemos de traer hijos al mundo. Vamos a protegerlo y a reclamar al feminismo ese valor enorme.

¿Las dieciséis semanas de baja maternal son suficientes?

En absoluto. Están pensadas solo para la recuperación física y para volver a trabajar como si no hubiera pasado nada. Al sistema, la maternidad le molesta porque consiste en todo lo contrario a la productividad acelerada en la que vivimos. Además, no todas las mujeres pasan por este proceso de la misma manera (pueden haber sufrido violencia obstétrica, depresión postparto...) Los primeros meses, los bebés tienen que estar con las madres y muchas viven la separación con dolor. ¡Parece que al feminismo le molesta nuestra biología!

Continuemos en la pista de circo y pasemos ahora de los equilibrios a los malabares. ¿Qué ocurre con la famosa conciliación?

¡Es una gran mentira! ¡No existe! Porque no se pueden hacer dos trabajos tan enormes (cuidar a los hijos y el trabajo remunerado) al mismo tiempo. No hay horas suficientes aunque se colabore a cuatro manos. Hay que repensar cómo trabajamos y vivimos.

UNA GENERACIÓN DE 'MILEURISTAS'

En el libro cuenta que su abuelo, carpintero, le construyó un escritorio en el lateral de un mueble modular y la animó a estudiar para mejorar. Pero fue a la universidad y sigue viviendo en la precariedad. ¿No podemos quejarnos? 

Nuestra generación (los nacidos en los setenta, los ochenta y también en los noventa) pudimos estudiar y trabajamos 'de lo nuestro'. Nuestras familias depositaron en nosotros muchas ilusiones para que tuviéramos una condiciones mejores que las suyas (nuestros abuelos vivieron una guerra, nuestros padres una posguerra y una dicatadura...) Sin embargo, no ha sido así. Al menos, no en nuestra clase social. Seguimos siendo 'mileuristas' después de veinte años trabajando en lo nuesto. ¡Yo no supero los 1.300 euros al mes! Y sostener una vida así, en una ciudad como Madrid, resulta muy difícil. Tenemos un mercado laboral muy complicado y es imposible llenar todas las semanas el carro de la compra. 

Usted reivindica el derecho a la queja...

¡Claro! Porque no lo hemos tenido fácil y hay que hacer visible esta realidad. Cuando nació mi hija mayor, en mi empresa hubo un ERE y decidí hacer autónoma porque me encanta mi trabajo. Pensé que así podría cuidar de mmi hija. Me esforcé mucho: dormía cuatro horas con la culpabilidad de no hacer bien ninguna de las dos cosas (ni cuidar ni trabajar). El otro día lo hablaba con unas amigas en el parque. ¡Estos últimos años he tenido un desgaste mental y físico tan enorme que llega un momento en el que ya no puedes más! Me ha pasado factura en el cuerpo (tengo la espalda hecha polvo de estar tantas horas delante del ordenador) y a nivel mental. Vale, he escrito este libro, hago colaboraciones para 'El País'. ¡Pero detrás de todo esto hay un esfuerzo titánico y de tiempo robado!

Además de que, apunta la conciliación no existe, habla también de la soledad de muchas madres. Sobre todo, al tener al primer hijo...

Se ha perdido la 'tribu' y las comadres que apoyan, lo que no ocurría en las generaciones anteriores. Había una red de primas, amigas, cuñadas, vecinas, de familias que estaban cerca. Ahora, las relaciones no son tan sólidas como antes y vivimos de puertas para dentro. Parece que tus hijos son solo 'tu problema'. Y todo pasa por la mercantilización. Contratas a alguien para que cuide a tus hijos o los llevas a la guadería, a las extraescoalres infinitas o a los compamentos, mientras tú sigues trabajando para poder pagar a esas personas o actividades. Y todo para no perder el trabajo y seguir aumentando la rueda de la precariedad. Es una pescadilla que se muerde la cola. Nosotras tenemos trabajos prearios pero ¿y las mujeres que cuidan de nuestros hijos? Debemos reflexionar sobre qué estamos haciendo. 

Una de las consecuencias de toda esta situación son los problemas de salud mental de las madres...

Hay mucho sufrimiento. Cuando nace un bebé, se hace un seguimiento del niño sano en el pediatra pero nadie hace un seguimiento de las madres. Parece que si todo ha ido bien y has tenido un niño sano, no te puedes quejar. Ahora la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de proponer que se haga ese seguimiento. ¡Veremos cuándo llega a España! Los problemas de salud mental de las madres (depresión, ansiedad, estrés...) no están en sus cuerpos sino en el sistema, en cómo estamos llegando a la maternidad. No tenemos referentes a nuestro alrededor y, muchas veces, el primer bebé con el que tenemos contacto es el nuestro. El momento más terrorífico de mi vida fue cuando llegué a casa del hospital con mi hija recién nacida. ¡No sabía qué hacer! Hay que ver cómo sostenemos a las madres. 

Para eso habría que desterrar el sentimiento de culpa. En el libro habla de varios (de la culpa por lo que se está haciendo, lo que no se está haciendo, lo que te hubiera gustado hacer...) Una culpa que, como dice, en las madres no caduca. 

Hay una realidad que te dicta cómo puedes ser madre y unas condiciones sociales y laborales. Lo que tú puedes hacer entra en conflicto con lo que te dejan. Siempre estamos luchando con la híperexigencia (la nuestra y la externa). Y eso nos hace que la culpa sea inevitable, que esté ahí porque no llegas a todo. Debemos ser más compasivas con nosotras mismas y rebajar nuestras expectativas. Pero también necesitamos más facilidades para ser madres y para cuidar. 

¿Y qué pasa con los hombres? Usted habla de la 'burbuja de padres que cuidan'...

Hemos avanzado muchísimo si miramos una generación hacia atrás. Actualmente, hay padres muy concienciados con lo que supone criar. Pero parece que todos los esfuerzos se van en alargar las bajas de los hombres y en los primeros momentos el bebé necesita más el cuerpo de la madre. Después, ya habrá muchas oportunidades de ir al pediatra, a las tutorías, de comprar ropa, de jugar, de preparar comidas... Necesitamos más recursos para que no seamos solo las madres las que sigamos asumiendo la carga mental. Y para que dejemos de cuidar con tantas dificultades. 

Diana Oliver tiene 40 años, dos niños pequeños y el bolsillo lleno de incertidumbres. Y aunque deseó ser madre apenas iniciada la década de los treinta porque sintió su instinto reproductor, transita ahora por la maternidad como los funambulistas sob

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