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Educación y espacios (I)

Clara Eslava: “El patio debe ser también un espacio educativo, como el aula”

Experta en urbanismo y espacios de juego, esta pamplonesa cree que los patios escolares actuales responden a ‘modelos educativos pretéritos’

Clara Eslava: “El patio debe ser también un espacio educativo, como el aula” DN

La infancia de Clara Eslava Cabanellas ha dejado una profunda huella en su profesión y su manera de entender el mundo. Sus juegos entre pinceles y caballetes, sus experimentos con arcilla o la lectura de los trabajos de su madre se convirtieron en el leit motiv de su día a día. “He vivido en un entorno muy creativo marcado por una educación en el arte interdisciplinar”.

Hija del pintor y escultor pamplonés José Antonio Eslava y de la pintora y profesora de Magisterio en la UPNA Isabel Cabanellas, Clara Eslava tuvo claro que quería ser arquitecta. Titulada por la Universidad de Navarra en 2000, enseguida encontró las conexiones entre arquitectura, arte, pedagogía y educación. Y escribió su tesis doctoral sobre La huella de la infancia en el proceso creativo y el peso que los recuerdos de los primeros años desempeñan en los artistas. Casada con el también pamplonés y arquitecto Miguel Ángel Tejada Fresán fundaron el estudio Eslava y Fresán (Madrid), donde viven con sus dos hijos, dos chicos de 10 y 5 años.

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¿Qué recuerdos tiene del patio de su colegio en Pamplona?

Primero estudié en un centro público que ya no existe, San Juan, entre Pío XII y Monasterio de Urdax. Era un colegio pequeñito en un chalet y lo recuerdo como algo maravilloso. Tenía un jardín delantero con setos y unos caminitos que parecían laberintos. Allí no podíamos jugar pero lo hacíamos (risas). El patio trasero estaba lleno de árboles, arbustos y un pequeño frontón, que el único espacio pavimentado, donde solíamos jugar a las cuatro esquinas. Yo tenía 6 años pero lo recuerdo perfectamente. Después, pasé al CP Vázquez de Mella y el patio me pareció totalmente gris.

Precisamente es uno de los colegios más antiguos de Pamplona. Se inauguró en septiembre de 1936, al comienzo de la Guerra Civil, y poco ha cambiado...

El edificio (diseñado por el arquitecto municipal en los años treinta, Serapio Esparza San Julián) responde a los modelos vigentes en esa época: grandes ventanales y mucha luz por motivos de higiene. Entonces existía una gran preocupación por la salud porque había mucha tuberculosis y aún no se habían generalizado los antibióticos. Diez años después seguimos con los mismos motores: la preocupación por la salud, en esta caso no tanto personal sino del planeta, y la importancia de la naturaleza (construir espacios con plantas, agua...)

Pero esta realidad de la que habla no se plasma en los patios de los colegios...

Eso ocurre porque los espacios presentes siguen respondiendo a modelos pretéritos. ¡Pero la arquitectura no puede ser un corsé en el que nos pleguemos! Por ejemplo, las escuelas de San Francisco (1905) han llevado a cabo algunas iniciativas innovadoras, como abrir las puertas de las aulas al pasillo. Porque los cambios no vienen solo por el patio sino por todos los espacios, también interiores, y por impulsar nuevos modelos educativos.

¿A qué se refiere?

A que no puede ser que las aulas sean un espacio donde hay que estar quieto y callado; y que, al salir al patio de recreo, los niños vayan gritando como locos. El patio también debe ser un espacio educativo pero para eso se necesita la implicación de los profesores: no sirve que solo estén controlando a los niños ni que los consideren como el enemigo sino que tienen que basarse en la confianza. Y en las aulas, deberían poder moverse e interactuar con los otros. Si los niños exploran el espacio de manera infinitas, ¿por qué no les ofrecemos espacios más ricos?

Por lo que dice, no hacen falta grandes inversiones...

¡Claro que no! No podemos pensar que un colegio es como la casa de tu abuela en la que no se puede cambiar nada. ¡Nadie sigue con tomas de electricidad de 125 voltios! Habrá que cambiar...

¿Hay una apuesta oficial?

Desde hace cinco años, no más, está surgiendo una tímida sensibilidad e inquietud por parte de las Administraciones.

La infancia de Clara Eslava Cabanellas ha dejado una profunda huella en su profesión y su manera de entender el mundo. Sus juegos entre pinceles y caballetes, sus experimentos con arcilla o la lectura de los trabajos de su madre se convirtieron en el

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