Fútbol sin gol de un buen Osasuna
El equipo de Arrasate lo hace todo bien, pero choca contra su falta de pegada, el VAR e Iván Villar
- Fernando Ciordia
Se quedó El Sadar con las ganas de ver goles. Disfrutaron los aficionados rojillos con el fútbol que ofreció su equipo, pero se marcharon a casa con ese gusto agrio de no haber podido empujar a la lona a un Celta que resistió como buenamente pudo. La noche del lunes acabó con una coctelera de sensaciones. Por un lado, las que dejó esa imagen tan positiva que mezcla intensidad y juego a fuego quemando. Por otro, la rabia de no haber obtenido más entre la falta de pegada, una decisión inexplicable del VAR que anuló un gol legal a Abde en el minuto 73 y una parada salvadora de Iván Villar a cabezazo de Pablo Ibáñez cuando el partido se acababa.
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Osasuna lo había hecho casi todo bien para alcanzar un triunfo que mereció. Expuso argumentos de escuadra fiable en sus opciones y siempre fue mejor salvo lagunas contadas de la segunda parte. Se podrá cuestionar que no tuviera colmillo en la determinación, pero no apetito. Se podrá criticar que faltó algo más en ese último tercio para derribar al Celta, pero no guión. Lo que ya se excedió de su control fue esa intervención final del meta celeste y, sobre todo, la deplorable resolución de González González a los mandos del videoarbitraje cuando se mostraron las líneas del inexistente fuera de juego del Chimy. Un motivo más para dudar de la fiabilidad del VAR, un descrédito cuando se cuenta con el arma de la tecnología y se cae en una confusión tan innecesaria que puede costar puntos. Así al menos lo mostraron las imágenes. El gol de Abde, que puso el centro cruzado para que dejara pasar su compañero, era válido.
ENCHUFADOS
Osasuna encaró la noche a altas revoluciones, señal de que los estímulos estaban vivos en pleno paréntesis copero. No quiso esperar nada para someter a un Celta que pasó una primera parte encerrado en su campo sin remedio. Desde el inicio hasta el descanso, los de Arrasate enarbolaron la bandera de la velocidad con un fútbol preciso y de aceleraciones que iba encendiendo a sus hinchas. Faltó sacar el filo en el área porque todo lo demás se iba confeccionando de forma correcta.
Moi Gómez cogió la batuta de la dirección para mover el juego, ofreciendo esa sensación de estar cómodo para marcar los tiempos que quería. Abde comenzó enchufado. Su recital de regates se activó de inmediato. De pronto, se vio la ambición de un Osasuna que no dio respiró a un rival que llegaba a El Sadar con ese temido perfil ofensivo. Los dos exponían una alineación repleta de futbolistas de ataque. Pero la rojilla, similar a la que ganó en Copa, ganaba esa batalla del balón con una intensidad soberbia.
Se jugaba únicamente en campo celeste. Osasuna defendía hacia adelante asumiendo sus riesgos. David García y Aridane estaban fortísimos ante Iago Aspas y Larsen, desesperados en líos con acciones ajenas al propio juego.
El problema para los rojillos fue no traducir ese claro dominio en algo más. En esa salida en tromba, habían llegado dos ocasiones. Un disparo de Budimir tras un buen control en carrera que sacó Iván Villar y un tímido remate de cabeza de Aimar Oroz en el área pequeña que no cogió ni fuerza ni dirección.
Osasuna estaba siempre arriba. Paciente en sus posesiones. De un lado al otro. De atrás hacia adelante. Manu Sánchez se asomaba por un costado. Moncayola, por el contrario, asentado como lateral y con una rompedora potencia para soltarse con campo por delante. Torró recuperaba la jerarquía perdida en otros partidos. Si está así, es capital.
El Celta se veía obligado a jugar en largo. Gabri Veiga estaba tapadísimo. Tuvo que pasar media hora de partido para anotar su primera llegada a las cercanías de Aitor Fernández, con una acción de De la Torre.
Osasuna encadenaba pases y arrebatos de calidad, los de Aimar Oroz entre líneas y los de Abde metiéndose por dentro mientras dejaba atrás camisetas celestes con sus quiebros. El marroquí quería volver a marcar. Intentó su disparo que rechazó la defensa gallega, antes de que Budimir cabeceara un poco alto.
Eran posesiones largas siempre con intención mientras el Celta quería anestesiar el partido al ver que no le funcionaba su plan de ataque. Osasuna presionaba bien. Faltaba propagar esa calidad en las zonas reales de peligro. Tras una jugada coral, el Chimy probaba con un dardo exterior que se marchaba fuera. Cada uno seguía con su papel. Moi, siendo el ordenador del equipo y Abde, el aguijón punzante.
EL 1-0 QUE ERA LEGAL
El partido dejó de tener una única dirección en la segunda parte. El Celta estaba arreglando el desequilibrio y generó de repente la oportunidad más clara de la noche. Iago Aspas se marchó en velocidad hasta llegar a la línea de fondo y ver la aparición de Gabri Veiga. El joven talento celeste tenía todo a su favor para fusilar a Aitor y se trastabilló sin conectar el fácil remate que parecía. Respiraba un Osasuna al que luego le entraron las dudas. Era otro paisaje, el que coloreó un Celta más profundo y llegador.
Arrasate reaccionó para recobrar el control. Pablo Ibáñez era el hombre elegido para arreglar el descosido por dentro. Sus minutos fueron de valor. Moi pasó a la derecha y el Chimy a la punta de ataque. En este nuevo contexto Gabri Veiga dinamizaba al Celta para conectar con Aspas, que en el minuto 69 intentó un disparo a media altura que llevaba veneno.
Osasuna quería el intercambio de golpes. Le quedaba energía que quemar. Abde lanzó un centro endiablado que dejó pasar el Chimy y que acabó en la red de Iván Villar. El linier tenía el banderín levantado. El VAR confirmó que el argentino estaba ligeramente adelantado. No tocó la pelota, pero había intervenido lo justo para despistar al portero. Hasta ahí todo bien. El problema, tan grave, fue cuando se difundió por televisión la imagen de las líneas que se habían trazado. De Javi Galán salía del hombro y del Chimy más abajo, casi del codo. El gol debió subir al marcador.
La acción pasó inadvertida en el campo. Parecía que los rojillos recuperan nervio. Aimar Oroz era la luz del equipo cuando rondaba la zona de peligro. Arrasate buscaba soluciones con los Kikes una vez que Abde y el Chimy estaban agotados. Barja mantenía la chispa con sus centros. El Celta tampoco renunciaba a la contra.
Osasuna persiguió con insistencia su gol, que pudo llegar en la mejor ocasión navarra del partido antes de que se cumpliera el minuto 90. Kike García recogió un pase a medida de Moi para dejarle el balón de cabeza a Pablo Ibáñez, especialista en aparecer de segunda línea. El canterano se lanzó en plancha ganando la posición e Iván Villar hizo la parada de la noche con una estirada espléndida. No se lo creían los rojillos, más incrédulos todavía cuando en el vestuario vieron en las pantallas cómo había sido la resolución del VAR unos minutos antes.
Se quedó El Sadar con las ganas de ver goles. Disfrutaron los aficionados rojillos con el fútbol que ofreció su equipo, pero se marcharon a casa con ese gusto agrio de no haber podido empujar a la lona a un Celta que resistió como buenamente pudo. La
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