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140 km de calzada romana al descubierto

Dos miembros de la Sociedad de Ciencias Aranzadi han trabajado durante años sobre el terreno para situar todo el trazado navarro de la calzada Tarraco-Oiasso entre Yesa e Irún

Juan Mari Martínez Txoperena señala un tramo de la antigua calzada romana Tarraco-Oiasso ubicado entre Sunbilla y Bera donde se puede apreciar el firme original Zubiria

Es una red viaria de 140 kilómetros entre Yesa e Irún con más de 2.000 años de antigüedad. Una calzada romana de la que se conocía su existencia por diversas referencias y cuyo recorrido exacto ha quedado ahora ratificado. “¡Estaba ahí, delante de nuestras narices, y aunque se había escrito sobre ella nadie le había hincado el diente!”. Lo dicen Juan Mari Martínez Txoperena y Rafael Zubiria Mujika con la satisfacción de haber conseguido identificar todo su trazado con evidencias e indicios, recogida de materiales, y documentación gráfica y arqueológica tras una intensa labor de campo. Miembros de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, de Espinal y 77 años el primero, de Lekunberri y 70 el segundo, se embarcaron hace 7 años en esta aventura que les ha llevado a adoptar la forma de pensar de los ingenieros romanos para poder ir definiendo por dónde discurrió la vía romana Tarraco-Oiasso en Navarra, “la primera construida en este territorio”.

“Es una calzada de época republicana y suponemos que este tramo se acabaría una vez pacificada la Galia, después del 56 a.C. Aunque, claro, un vial de esta importancia no se construía en un día”, explica Zubiria, quien junto con su compañero presentaba días atrás en Pamplona el libro ‘La vía romana Tarraco-Oiasso en Navarra y otros caminos mineros. Propuesta de su trazado en el territorio norte de los vascones’, editado por Aranzadi.

Este trazado forma parte de una ruta mucho más amplia, que comunicaba el mar Mediterráneo con el Cantábrico (Tarragona-Zaragoza-Irún). En el actual suelo navarro, la calzada accedía por el entorno de Yesa y pasaba junto a localidades como Liédena, Lumbier, Villaveta de Lónguida, Arre, Ventas de Arraitz y Santesteban (tras cruzar Belate), siguiendo luego ya el cauce del río Bidasoa hasta el mar.

Calzada romana Tarraco-Oiasso DN

En 2011, el descubrimiento por parte de Txoperena de 3 miliarios (grandes mojones de piedra que marcaban distancias junto a las calzadas) en una zona montañosa de Espinal dio paso a una investigación del trazado de la llamada calzada romana del Pirineo, unos 30 km entre Villaveta y el alto de Ibañeta, pasando por todo el valle de Arce. En torno a la misma aparecieron más miliarios (2 en Ibañeta y 1 en Zandueta), y Aranzadi ha venido excavando los yacimientos de Zaldua (entre Espinal y Burguete, que podría coincidir con la ciudad romana de Iturissa) y Arce. “Cuando la teníamos clara, en 2013 se organizaron unas jornadas de calzadas romanas en Burguete con mucha gente experta, y tras ello se hizo una publicación en la que se incluía nuestro trabajo. Pero como ya estábamos en marcha, empezamos a darle vueltas a seguir con el tema y apostamos por intentar definir el trazado de la Tarraco-Oiasso”, repasa.

Así, durante años fueron acercándose, especialmente los fines de semana, a recorrer los entornos por donde se esperaba que discurriese esta antigua calzada, y fueron completando su trazado “uniendo tramos”. En su recorrido, también apareció un miliario en Lizoain. “A veces volvías a casa contento de haber hallado un trozo que indudablemente era calzada. Otras, no tanto”, asegura Zubiria, añadiendo que las horas empleadas han sido “incontables”. “Muchas jornadas, a pesar de ir juntos a una zona, nos separábamos para cubrir más terreno”.

En esta labor, además del trabajo de campo, que ha sido la piedra angular del proyecto, pues “sin ello, todo es teorizar”, se han valido también de otras guías de apoyo. Destacan por ejemplo las fotografías de los vuelos aéreos de Ruiz de Alda de 1929 (“cuando aún eran visibles muchos caminos hoy desaparecidos, algunos con base de época romana)”, los mapas de relieve del terreno de la herramienta SITNA (“a veces no lo ves in situ, pero sí desde el aire; algunas huellas se mantienen pese al paso de los años”), yacimientos de época romana ya conocidos (“algunos descubiertos años atrás por Txoperena”), inscripciones de varios de los miliarios hallados, o referencias históricas como las que dejó escritas el geógrafo griego Estrabón.

“Pero sobre todo nos hemos guiado por la experiencia que ya acumulábamos en el tema, tratando de ponernos en la piel de los ingenieros romanos. Conociendo cómo trazaban las calzadas, podíamos descartar unos recorridos y apostar por otros: rutas sin grandes desniveles, de una anchura concreta, etc. Construían muy bien”, asegura Rafa Zubiria. Las calzadas, cabe recordarlo, se habilitaban principalmente para la circulación de carros tirados por animales. Se cimentaban con materiales gruesos (como cascajos de río) y se cubrían con gravillas y arenas finas.

En muchos puntos, “los caminos están totalmente desdibujados”. “Se usaron durante siglos, pero tras la caída del Imperio no tuvieron mantenimiento. Hay tramos en zonas llenas de maleza y campos de cultivo, o desaparecidos bajo carreteras, como ocurre desde Endarlatsa a Irún”.

Pero en otros lugares, la ruta es “muy evidente”. “Ocurre así en el puerto de Belate, donde siglos después el Camino Real de Pamplona a Fuenterrabía reaprovechó parte de la antigua calzada romana. Este es quizá el tramo más espectacular, donde la calzada se ve y se disfruta”, afirma. “A partir de Ventas de Arraitz, sube Belate, pero por una ruta más al oeste que la carretera del puerto. El punto más alto de toda esta calzada está aquí, a 900 m, en el collado de Txaruta. Se sube allí durante varios km con pendientes tan suaves que ni te enteras. Después, para bajar por la otra vertiente hacia Santesteban, casi a nivel del mar, parte del trazado de curvas está perdido”, explica.

Y añade que “otros puntos donde es fácil apreciar también con claridad tramos de calzada están en zonas de monte o campo, por ejemplo entre Yesa y Liédena, entre Villaveta de Lónguida y Urroz-Villa, o en la zona de Azpa (Valle de Egüés)”.

ENLACE CON OTRAS CALZADAS

Esta calzada Tarraco-Oiasso no era, lógicamente, la única en la zona, aunque sí se estima que fue “la primera en construirse”. En la zona de Villaveta de Lónguida, donde consta la existencia del yacimiento romano de Iturrotz (aún no excavado), enlazaría con la calzada del Pirineo antes citada, y que por el valle de Arce subía hasta el yacimiento de Zaldua (este trayecto se rescató y señalizó con carácter turístico años atrás). En Iturrotz, destacado nudo de comunicaciones, resaltan la confluencia de hasta 4 caminos, pues también parece que parte “una posible calzada hacia el valle de Izagaondoa”.

Asimismo, a la altura de Arre, “otra importante encrucijada de caminos”, la Tarraco-Oiasso coincidiría en su trayecto con la calzada Iter XXXIV (Astorga-Burdeos). Esta subiría hacia el paso de Ibañeta por un trazado similar al actual Camino de Santiago (Zubiri, Erro…). También se halló un miliario en Setoain (Esteribar), en el entorno de esta ruta que enlazaría a su vez con la calzada romana del Pirineo en Zaldua.

“Todo se fue configurando a lo largo del dominio del Imperio Romano, durante 400 años, y lógicamente hubo muchas modificaciones, caminos nuevos, variantes, etc.”, apunta Zubiria, quien realiza un positivo balance del proyecto. “Acabamos con la satisfacción de que el esfuerzo ha merecido la pena. Es un hito importante haber podido evidenciar el recorrido completo de una calzada romana”.

Ahora, y mientras Aranzadi continua con las excavaciones estivales en los yacimientos de Zaldua y Arce, Txoperena y Zubiria se han tomado un pequeño descanso, pero quizá no definitivo en esta materia. “Durante años recorrimos el supuesto trazado de la Iter XXXIV en el Pirineo pero no hallamos evidencias claras de su existencia. Cuando íbamos a desistir, apareció el miliario de Setoain en 2018. Quizá nos animemos a seguir investigando esta ruta de Arre a Espinal”, adelanta.

Caminos mineros e “intensa” romanización

Durante la investigación, Txoperena y Zubiria han podido documentar “varios recintos militares romanos, campamentos con función de vigilancia de los caminos y de las minas que explotaban”. De hecho, completan su trabajo con la descripción de tres caminos mineros del entorno del Bidasoa y del Pirineo occidental que “confirman la hipótesis de que el Imperio creó aquí un distrito minero”. “Los romanos explotaron minas de cobre, hierro, zinc, plomo… Y también de oro, en este caso en la zona francesa de Urepel”, dice Zubiria. Cuando definían el trazado de la calzada Tarraco-Oiasso, los investigadores se fueron topando con varios caminos aledaños que les provocaron “alguna que otra crisis”. 

“Había cosas que no nos cuadraban. Entendíamos que la calzada iba junto al río Bidasoa, y en la carretera antigua, entre Endarlatsa y Oronoz-Mugaire, hallamos grandes cortes de roca (taludes) realizados a mano, con pico, que referían a época romana. Pero luego, en la subida desde Etxalar a Sare (Francia) había cortes idénticos; hicimos catas y confirmamos que eran de la misma época. Y en caminos de Bera (Ibardin) y de Burguete a Orbaizeta (Txangoa) estaban las mismas marcas de pico en la roca. Luego detectamos que serían importantes caminos mineros, con origen en las calzadas principales”, apunta Zubiria. Concluyen de su estudio que “las evidencias ahora conocidas apuntan a que la romanización en el territorio de los vascones fue más intensa de lo que fue considerada”. “La gran riqueza minera del Saltus Vasconum (zona de la montaña) habría despertado el interés del Imperio, estableciéndose de forma permanente para explotar los recursos, llegando hasta los lugares más recónditos”. La ocupación romana se prolongó 4 siglos.

Es una red viaria de 140 kilómetros entre Yesa e Irún con más de 2.000 años de antigüedad. Una calzada romana de la que se conocía su existencia por diversas referencias y cuyo recorrido exacto ha quedado ahora ratificado. “¡Estaba ahí, delante de nu

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