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Música

Teresa Catalán: “Mi tozudez me ha salvado de no quedarme en el camino”

La compositora navarra estrena este jueves en Baluarte ‘El canto de Atenea’, obra para flauta y orquesta que será interpretada por la Sinfónica de Navarra bajo la batuta de la directora Alondra de la Parra y con Pilar Constancio como solista de flauta

Teresa Catalán, en el Auditorio de Civican Eduardo Buxens

Este 2021 está siendo un año muy especial para Teresa Catalán. Tras recibir el premio Príncipe de Viana de la Cultura el pasado 28 de mayo en Olite, la compositora asistirá este jueves al estreno absoluto de El canto de Atenea dentro del programa con el que la Orquesta Sinfónica de Navarra abrirá la Temporada 2021-2022. Además, este concierto será el pistoletazo de salida de una serie de actos programados por Fundación Baluarte en homenaje a Catalán. Este miércoles, Civican acogió el encuentro Retos y triunfos de las mujeres en la música; este jueves, El canto de Atenea se volverá a escuchar en el Centro Cultural Tafalla Kulturgunea y el sábado, el Museo Oteiza de Alzuza acogerá un concierto de obras de cámara en un nuevo homenaje a la compositora. A sus 70 años, Teresa Catalán está sumida en una actividad imparable como creadora, docente y difusora musical.

En esta nueva obra vuelve a recurrir a la mitología como fuente de inspiración. ¿De dónde partió la idea?

Quería hacer un concierto para flauta, y el mito atribuye a la diosa Atenea la invención y construcción de la flauta. Sin embargo, Atenea rechaza la flauta porque cree que le afea. Ella crea un objeto, se relaciona con él y luego lo rechaza. Por otro lado, Atenea relaciona el canto de su flauta con las Gorgonas, porque quería imitar el canto de las Gorgonas. Y concretamente, una de las Gorgonas, Euríale, es la más maternal. Yo quería dedicarle esta obra a mi madre, y entonces se cerró el círculo. Todo acabó cobrando el sentido suficiente como para que surgiera ese título, El canto de Atenea.

Y a la hora de componerla, ¿ha sido una obra especialmente laboriosa?

Es un trabajo que me ha costado mucho, más de un año. Luego me empeñé en que la obra no solo fuese para flauta en do, que suele ser lo más corriente. Quería utilizar otra flauta de la familia que es más grave, más dulce y más compleja a la hora de que se coordine con la orquesta. Me parecía muy interesante abordar esa problemática, así que el concierto es para flauta en do y para flauta en sol.

Hoy (por ayer) estamos en la víspera del estreno. ¿Cómo se enfrenta usted a ese momento?

Mi compromiso es generarme metas que cada vez tengan más dificultades para mí. De cada obra aprendes lo suficiente como para abordar la siguiente, que de nuevo te enseñará el camino a seguir. Con El canto de Atenea, al ser una obra más larga y al llegar en un momento de madurez, representa bien cuál es mi pensamiento ahora mismo. Pero la obra siguiente tendrá un proceso evolutivo que me marcará de nuevo el camino. El compositor, cuando escribe, hace caligrafía. A veces crees que la obra va a sonar de una manera y el resultado es diferente, pero eso no se puede saber hasta que la escuchas. El primer ensayo antes de un estreno es de una emoción y de una intensidad indescriptibles. Solo en ese momento sabes si lo que has hecho es un éxito o un fracaso.

¿Y qué sensaciones ha vivido al escuchar por primera vez El canto de Atenea?

Lo primero, estoy agradecidísima a la Orquesta Sinfónica de Navarra porque ha trabajado con un interés, una ilusión y una entrega... Me han hecho fácil ese momento de pánico que tiene el compositor cuando se acerca a su verdad. La conclusión que saco es que la obra se aproxima muchísimo a lo que yo quería. Puede suceder que al público le encante y yo considere que es una obra fallida, y al revés. También hay muchas variables: la acústica de la sala, que el intérprete no tenga la misma idea que tienes tú de lo que has escrito... Es muy complicado. Cada vez que estrenas una obra, te lanzas al vacío. Ese el misterio, y también el pánico, del compositor.

Y hoy, ¿cómo vivirá esos momentos previos al concierto?

Con una emoción incontenible. Y además, como soy muy de llorar, igual lloro. Este concierto tiene el añadido de que estoy en casa, con mi gente. Quizá en otro contexto no me tocaría tanto la fibra. Yo no sé cómo agradecerle o devolverle a Navarra el premio que me ha dado, me encantaría estar a la altura y ser digna de todo lo que me está dando mi tierra. También le estoy muy agradecida a Jesús María Echeverría, que ha dirigido la grabación de El canto de Atenea y ha hecho un trabajo magnífico.

Se jubiló hace varios años, pero lejos de descansar, el ritmo de trabajo se le ha intensificado. ¿Qué frentes tiene abiertos?

Me jubilé de la docencia, pero creo que ahora estoy trabajando más que nunca. Estoy en los mismos frentes en los que he estado siempre: la creación, la docencia y la difusión. Además, estoy en el Consejo Nacional de Música y también en el Consejo del Teatro Real. ¡No tengo un respiro! Y sigo en la docencia porque trabajo en la Universidad Politécnica de Madrid con los doctorados del programa sobre ‘Música, su ciencia y tecnología’. Y también estoy componiendo. Mientras intelectualmente no esté agotada, procuraré seguir. A mí la sociedad me ha dado muchísimo: me ha enseñado, me ha dado oportunidades... Creo que mi obligación es devolverle todo aquello que sea capaz. Ese es el ánimo que me sostiene.

Sobre el concierto de hoy, ¿es algo inédito que una obra suya esté dirigida por una mujer?

Sí, es muy extraño. Todas somos mujeres: la gerente de Fundación Baluarte (María Antonia Rodríguez), la directora, la solista (Pilar Constancio) y la compositora. Esto pasa todos los días, pero no a la vez (ríe). Creo que es un hecho excepcional, casi histórico. Hay muy pocas ocasiones en las que sucede algo así, y creo que debemos sentirnos orgullosos de contribuir a normalizar una realidad incontrovertible, que es la incorporación de la mujer a cualquier área de conocimiento o de trabajo. Creo que ya llevamos demasiados años particularizando el trabajo que hace la mujer.

¿Cuál considera que ha sido el mayor reto al desarrollar su carrera como compositora?

Creo que el reto es mantenerse. Empecé a principios de los años 80 y desde entonces han cambiado muchas cosas: la estética, la técnica, las circunstancias sociales... Sigo con la misma ilusión y determinación con las que empecé. El desarrollar una carrera en el mundo de la creación te lleva a salvar muchos obstáculos. Con cada obra tienes que ser capaz de crear algo nuevo. Es un reto que debes saber mantener en el tiempo, a pesar de los vaivenes. Creo que también es una cuestión de constancia y de empeño.

Ese empeño le acompaña desde los seis años, cuando ya dijo en casa que quería ser músico.

Mi abuelo, que se escandalizó muchísimo, dijo: “¡Una señorita abriendo las piernas para tocar el violonchelo! No, una señorita no puede abrir las piernas”. Entonces empecé a tocar el piano. Siempre he sido muy tozuda, pero esa tozudez me ha salvado. Si no, me hubiera quedado en el camino. A las mujeres de mi edad, la educación que recibimos nos marcaba como mujeres.

¿Había una idea concreta de lo que debía hacer una mujer?

Sí, había un prototipo. Estabas predestinada a un texto y a un contexto, y de ahí no podías salirte. Y si te salías era un peligro y un horror. Yo nunca he estado donde se esperaba que tenía que estar, y aquí sigo. Siempre he tenido esa sensación de que los demás me miraban como diciendo: “¿Y esta señora qué hace aquí?”. Incluso cuando saqué la cátedra de Composición, también tuve esa misma sensación. Al final, lo único que te sostiene es la contundencia de los hechos. No hay que hablar, hay que hacer. Naturalmente, siempre te arriesgas al fracaso, pero siempre hay que seguir, y hacer.

Echando la vista atrás, ¿cuál cree que ha sido su mayor triunfo?

Me siento muy orgullosa del proceso evolutivo que he tenido en la creación. No me he estancado, y eso significa mucho. Por ejemplo, este sábado se va a escuchar en el Museo Oteiza una obra mía de 1995. Eso me da luz para conocer toda esa evolución. Por otro lado, también valoro mi evolución como persona. Cada vez me reconozco más a mí misma. También me ha hecho mucha ilusión que me hayan dado premios tan importantes como la Encomienda de la Orden al Mérito Civil. Estás en la sociedad y de repente te dicen: “Tu trabajo nos ha servido de algo”. Eso está muy bien. ¡Y el premio Príncipe de Viana! Eso es mi alma entera, mi vida, mi casa...

La música es un arte que también refleja la experiencia vital...

Todo creador representa el mundo que vive y se representa a sí mismo, es algo absolutamente imposible de evitar. Por eso Oteiza tiene la obra que tiene, o Shostakovich tiene la música que tiene. Cada uno tiene su mundo creativo irrepetible.

DNI
Teresa Catalán Sánchez (Pamplona, 1951). Cursa estudios de Piano y Composición en el Conservatorio Pablo Sarasate con profesores como Fernando Remacha, Luis Morondo yJuan Eraso, mientras que en su formación como compositora tuvo como profesores a Agustín González Acilu y Ramón Barce, entre otros. En 1990 obtuvo la cátedra de Composición e Instrumentación. Como docente, fue directora del Conservatorio de Tarazona y vicedirectora del Conservatorio Superior de Zaragoza y trabajó en el Real Conservatorio de Música de Madrid. Es autora de un tratado sobre composición y ha publicado artículos y ponencias y varias de sus obras musicales en España y Alemania. Como compositora, ha recibido encargos de numerosos intérpretes e instituciones y sus obras se han programado en importantes festivales de Alemania, Italia, Argentina, Rusia, USA, Holanda, Rumanía y Cuba, entre otros. Su catálogo de obras incluye prácticamente todos los géneros, destacando la música de cámara, la obra para piano y el ballet. Actualmente ejerce como docente en el programa de doctorado sobre ‘Música y su ciencia y tecnología’, en la Universidad Politécnica de Madrid.

Este 2021 está siendo un año muy especial para Teresa Catalán. Tras recibir el premio Príncipe de Viana de la Cultura el pasado 28 de mayo en Olite, la compositora asistirá este jueves al estreno absoluto de El canto de Atenea dentro del programa con

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