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ENTREVISTA

Hasier Larretxea: “He debido creer en mí para escribir este libro y defenderlo después”

El año pasado, mientras escribía, se bloqueó. Pero se desenredó en julio, pasando el mes en el bosque, escribiendo. Hoy, su última obra es un álbum de memoria familiar, de relación con el árbol y de diálogo con el paisaje.

Hasier Larretxea: “He debido creer en mí para escribir este libro y defenderlo después”

Hasier Larretxea no veía películas Disney de niño. No se daba cuenta, pero la mejor cinta la tenía delante: su padre haciendo de oso mientras le agarraba de las camisetas con los dientes y le zarandeaba. O cuando de vacaciones en la caravana por los bosques del Pirineo simulaba ser un animal y contaba a Hasier y a su hermano, Garikoitz, que había visto un jabalí cerca o que un zorro se había llevado comida. “Recuerdo esas historias con fascinación”, reflexiona hoy el escritor de Arraioz, de 35 años. Su padre quería ponerles en contacto con la naturaleza y los animales desde que tuvieron uso de razón. Lo cuenta Hasier en El lenguaje de los bosques (Espasa), su libro más profundo, el que le ha requerido más tiempo y dedicación, con el que se ha bloqueado como nunca y con el que, quizá, ha cerrado un ciclo. Porque, adentrándose en los bosques del Pirineo navarro y aragonés y abrazando sus árboles, habla de él, de su padre -el aizkolari y leñador Patxi Larretxea-, de su madre y de su hermano. Porque profundiza en generaciones anteriores como la de su abuelo y narra historias de contrabandismo. Porque rescata la memoria de los almadieros, de las carboneras, de la mujer rural, de los leñadores. Porque recorre los bosques a través de la fotografía, el cine, las artes plásticas, la música. Porque dialoga con el paisaje. Porque ahora está mucho más tiempo fuera de ese entorno de su infancia y adolescencia del que se alejó buscándose y al que regresó reconciliado. Y es que vive en Madrid. Hasier y su libro -con ilustraciones de Zuri Negrín y fotografías de Paola Lozano- estarán en la librería Walden de Pamplona el 23 de marzo (19.30 horas).


Si yo fuera librera, tendría problemas para saber dónde colocar su libro: en el estante sobre flora, en el de narrativa, en el de etnografía, o de geografía, o turismo, o ecología, o de arte, o de reivindicaciones laborales...

La Casa del Libro [la cadena de librerías de Espasa] lo está colocando en la parte científica, naturalística, y en las librerías habituales está junto a otros libros de narrativa, o de memorias, o de novedades. Su sitio también es naturaleza y ecología, pero no soy científico y mi intención no era simplemente dar matices y conocimientos en relación a la madera y los bosques, sino equilibrarlo desde una perspectiva en la que me sintiera cómodo y desde la que entiendo la literatura: la memorística, con esas historias intrafamiliares, donde lo simbólico es importante. Me gusta mucho el collage de estilos, y este libro tiene aforismos, relatos de vivencias, textos con un significado más existencialista y más de trasfondo personal, de estar con uno mismo en el bosque... Este libro es la continuación natural de lo que he ido haciendo hasta ahora. Mi miedo era que no conectara con el lector y no lo atrapara con sus diferentes historias y miradas. Vengo de publicar sobre todo poesía, y podía tener una tendencia a un simbolismo excesivo o a un cripticismo exagerado.


El libro se vende desde el 20 de febrero, ¿un poco pronto para saber si ha conectado con el lector?

Pero ya me está llegando el feedback. Estoy recibiendo mensajes de fascinación, de agradecimiento, mensajes de personas que han conectado con el libro y han disfrutado con esas diferentes historias y planos, desde el conocimiento de los bosques a las historias familiares o de personas que he invitado en el libro. También por el formato: entra por los ojos. He de reconocer que me han dado una libertad absoluta desde la editorial. He escogido al ilustrador y a la fotógrafa y hemos formado un equipo estupendo. Ha sido un viaje magnífico, todo un regalo, un proceso potente, para mí también.


Dice que este libro es una continuación de lo anterior, y para mí es un fin de proceso, no sé si literario o personal o los dos, que comenzó con Niebla fronteriza, siguió con Meridianos de tierra... Como si fuera el libro de su vida.

Puede ser, porque no sé qué vendrá después. Tengo textos que siguen abordando ese lugar de origen, ese cosmos. Pero es verdad también que mi entorno me dice que llevo doce años en Madrid y que quizá igual es momento de profundizar en otros aspectos, temáticas y vivencias, y no solo en todo aquello que es maravilloso y que me ha servido para ese crecimiento personal. Es el libro más profundo, el que me ha requerido más tiempo y dedicación por el formato y porque he ahondado más que nunca en todas las aristas abordadas en libros anteriores. Es un libro que bebe de esa honestidad, pero también de profundizar muchísimo en todas esas historias contadas por mi padre, o mi tío, o mi hermano, o todas las personas invitadas. Quizá puede cerrar el ciclo. Pero se me hace raro. Cuando me lo has planteado he pensado qué voy a hacer ahora. Ese es mi universo, pero también soy una persona que nunca he querido que cada libro fuera igual. Tengo miedo a aburrirme.


¿Pero le ha quedado algo dentro?

Llevo dos meses sin escribir nada. Quizá más. Pero es que este libro ha sido esa arquitectura Lego. Iba encontrando nuevos temas y razones para incluirlos en el libro y me costó cerrarlo. Este libro me ha requerido mucho. De hecho incluso pensé que no iba a llegar a este final. Me costaba visualizarlo. He tenido momentos de bloqueo, por el reto, por estar apostando por mí una editorial grande, porque quizá ha sido el proyecto más grande que he tenido en las manos. Y lo de los bloqueos nunca me había pasado. Personalmente, ha sido un viaje intenso, un aprendizaje grande, un proceso muy profundo, y he debido hacer un trabajo conmigo mismo para creer en mí, seguir adelante y tener fuerzas para defender después el libro.


Entiendo que ha habido mucha autocrítica. ¿Autocensura?

Ninguna. Pero autocrítica, mucha, mordaz, quizá excesiva con mi ser y mi yo. La duda, los miedos, afloraron hace meses y me hacían sentirme mal y dudar de si podría ofrecer un libro de calidad, digno. No quería que fuera un libro más en las estanterías, un antes y un después en mi contra, como les ha ocurrido a otros al dejar sellos independientes y empezar con otros grandes o multinacionales. He reflexionado mucho sobre eso, lo que me ha servido después para defender el libro. Porque este libro no está hecho solo para vender. No es deshonesto. No es mentira. Es muy sincero. Es verdad, vida, la herencia que hemos tenido en Navarra y en el País Vasco, los Pirineos, es la riqueza que tenemos y a veces no valoramos, es reflexión sobre el mundo en el que vivimos y hacia dónde vamos...


A nivel familiar es un libro de homenajes: a su padre, a su madre, a su hermano, a su tío… ¿Le ha llegado el feedback familiar?

Nerea, la novia de mi hermano [Garikoitz], me escribió el otro día unos mensajes muy bonitos. Me gustó porque me dijo que el libro le enganchó, le atrapó. Ella y mi hermano son lectores de novela negra, y hace años que mi hermano me decía que tenía que escribir un bestseller. “¡Que yo no soy de bestsellers, que soy poeta!”, le decía yo [ríe]. Por eso me ha hecho mucha ilusión su respuesta con este libro.


“Quien no establece un contacto y un diálogo con el pasado y sus orígenes es incapaz de aferrarse a una conexión con la tierra, la vida y el cielo”, escribe. Pero usted sabe que a muchos su origen les asfixia y no echar la vista atrás les mantiene vivos.

Sí, pero no conectan con su pasado y no hay posibilidad de reconciliación o reencuentro. Lo más fácil, el ejercicio sencillo, es obviar. Lo más difícil es mirar de frente al lugar de origen que tanto te ha dado y que tiene nudos. La literatura fue mi refugio y la manera de entenderme. Porque no me identificaba con el perfil de mi padre y sus labores, con el mundo de la madera, del deporte rural y demás. Yo buscaba asideros en los grupos musicales que iba descubriendo, por ejemplo. Para mí era resistencia ante mi padre. Él no entendía que yo leyera. Entendía que había que ayudar en las labores y seguir ese linaje. En ese sentido, la poesía me ha servido para mirar al lugar de origen y reordenar cajones, pacificarme con historias y poder hablar con honestidad y dignidad de aquello que a veces cuesta pero que es sano y necesario.


¿Cuánto ha cambiado su percepción del bosque a raíz del libro?

Era cobijo y ahora lo es con más intensidad. Ha cambiado la forma de mirar y entender las cosas y de reflexionar en relación a los bosques. Un acercamiento más profundo en relación a los procesos y las intrahistorias. No era consciente de que los bosques podían tener tantas aristas.


Si a su padre relaciona con el roble, como escribe, ¿qué árbol sería usted?

Pues no sé qué responder. Mi padre dice que podría llegar a ser un roble, pero que ahora podría ser un abeto, que voy trepando. Y que estoy cogiendo mi sendero en la montaña.


Cuando terminé de leer el libro pensé que, si yo lo hubiera escrito, me sentiría muy feliz: lo he interpretado como una especie de limpieza interior.

Mucha. Además es el libro que está escrito desde esa reordenación y calma interna en las que incidí en alguno anterior con aspectos intrafamiliares, de la moral, de la comunidad, esa reordenación rural que a veces asfixia.


En esa parte del proceso en que se bloqueó, ¿le sirvió irse a mitad del bosque a escribir?

Sí, sí. Fue una idea de mi amiga y poeta Uxue Juarez. Ahora resido en Madrid, pero he vivido antes 24 años en el pueblo y sé de lo que hablo. Yo quería volver a esa experiencia y poder escribir en ese instante con ese entorno. En cinco minutos mi padre me preparó la mesa y fuimos con la silla y la mochila a un bosque en Burguete donde él trabajaba. Estuve un mes, julio. Es una experiencia que quiero repetir y está entroncada con la búsqueda de ese lugar idílico de cada persona.


¿Hay fecha para cortar un tronco entero la próxima vez que vuelva a Arraioz? Lo promete en el libro.

¡Qué fuerte! [ríe] Esto salió ayer [por el jueves] tras la presentación en Madrid, que yo mucho hablar y escribir sobre eso y luego... Al final de las representaciones termino cortando el tronco, a modo simbólico, y en la de ayer [por el jueves] tuve que dar unos cuántos golpes. Mi padre me dijo que los di muy bien. Sigue diciendo que tengo estilo, que tengo porte. Y sé que puedo: tardaré mi tiempo, pero lo puedo hacer.

Hasier Larretxea no veía películas Disney de niño. No se daba cuenta, pero la mejor cinta la tenía delante: su padre haciendo de oso mientras le agarraba de las camisetas con los dientes y le zarandeaba. O cuando de vacaciones en la caravana por los

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